martes, 27 de febrero de 2018

CAPITULO 2. Los Regresos.



- Debes pagarme en tres meses Pancho. Esto es un negocio. Si no me pagas, no respondo por lo que pase.- 

Pancho sabía perfectamente a lo que se refería aquel prestamista. Su mujer y sus hijos quedaban en casa mientras Pancho abría camino en el país de los sueños donde todo es posible para que un día de nuevo todos estuviesen juntos. 

-Las cosas a veces no son como uno piensa- me asegura pancho parpadeando lentamente. El sueño parece querer vencerlo, pero Pancho parece ser mas fuerte. No se duerme. 

-Virginia. Allá arriba las cosas son duras- me dice mi copiloto. Me cuenta que ahí fue a donde llegó, cuando por fin llegó. El camino de Guatemala a EEUU no es sencillo. 

Cuando hablamos de inmigrantes que cruzan a EEUU, siempre pensamos en mexicanos, pero el camino es mucho mas tortuoso para quienes están más abajo, en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras. A los que dedican sus vidas a pasar gente desde México hacia EEUU les dicen “coyotes”. Pero a los que vienen desde Guatemala y El Salvador, les dicen “polleros”. Eso ya lo habia dicho verdad? Sucede, que para llegar a EEUU desde Guatemala, se debe atravesar todo el país, llegar a la frontera con México, atravesar México y volver a pasar otra frontera, pero esta vez, la estadounidense. 

Pancho hizo todo el recorrido escondido en camiones a veces, y una buena parte del trecho, caminando. Su voz sigue siempre igual. Es suave y humilde. No imagino cuantas veces ha contado esa misma historia. A medida que avanza en su relato, puedo casi ver como sucede su viaje frente a mis ojos. Pancho habla sin mirarme mas que una u otra vez con el rabillo del ojo. Es como si me temiera a veces.

-Me montaron en un camión para salir del pueblo. Íbamos unas 26 personas. Nos cobraron antes de montarnos. Para evitar que nos vieran los guardias de puestos fronterizos, nos acostaron en el piso del camión, y sobre nosotros, arrojaron unos 200 sacos de naranjas. Íbamos unos sobre otros. Si el camión se detenía, no debíamos ni movernos ni hacer ruido, pero el peso era muy grande, y aunque al comienzo uno aguantaba, al ratito el cansancio y el dolor muscular no dejaban de hacerse más grandes. Pero uno sabía que tenía que aguantar. Yo escuchaba a algunos quejarse y a algunas mujeres llorando. Pero había que aguantar…Y aguantamos… aguantamos 6 horas - dice pausadamente mi amigo mientras mira al frente, como siguiendo el camino. 

Los ojos encarnados de Pancho se ven cansados. Pero no cansados del viaje y la noche, sino de la vida. Y aún así, sigue fuerte y valiente para seguir adelante el tiempo que sea necesario para sacar a su familia adelante, como él mismo dice. Pancho no es joven. 

Pasada la primera frontera y adentrados un poco en territorio mexicano, los polleros los liberaron del tormento de las naranjas. –No sentía las piernas- acota Pancho al recordar aquel momento. –Pasó al menos media hora para que pudiese sentirlas de nuevo. Al principio, al montarnos las naranjas encima me dolían, pero después de 4 horas, ya no las sentí más. Al bajar del camion, respirar me costaba un poco, pero los polleros nos apuraban a caminar o nos dejaban, así que caminé.- Debían caminar rápido y esconderse. Las patrullas fronterizas mexicanas también deportan a quienes traspasan su frontera. Al llegar al final del camino a la frontera entre Guatemala y México, los polleros dejaron a los 26 viajeros en manos de otros. En esta organización actúan muchos. 

Los segundos polleros se encargarían de llevar a los viajeros hasta un escondite. Ahí pasarían unas horas antes de seguir el viaje. Se viaja de noche, me dice Pancho, porque de día los pueden ver. -En México hace frío. Es más fresco que Guatemala- me dice sonriendo un poco antes de tomar un sorbo de agua – y de noche, pues más-. 

La distancia que recorren los migrantes como Pancho para atravesar México, triplica la distancia que existe entre Nicaragua en su punto más sur, atravesando El Salvador y toda Guatemala. Pero para llegar desde el punto donde los recogieron los segundos polleros, hasta Chiapas, su próximo destino, la distancia es equivalente a la longitud de toda Guatemala, y ese trayecto se debía hacer caminando. En Chiapas, otro grupo de polleros los recibiría y se encargaría de otro tramo del trayecto. –Nos tomó 4 días llegar a Chiapas-. 

-Uno piensa que puede simplemente empezar a caminar y ya. Que es una cuestión de resistencia. Pero nada lo prepara a uno para eso. Caminábamos por senderos de tierra y piedra. Por caminos que no eran caminos, sino monte… llevábamos cada uno una cobija, pero no para cubrirnos del frio, sino para ir borrando las huellas. Al llegar la noche, esas cobijas tenían tanta tierra y polvo encima que no se podían usar para arroparse porque la tos no te dejaba descansar y podía llamar la atención de patrullas o carteles-

Me cuenta Pancho, que después de 12 horas caminando al máximo ritmo posible sin parar, llega un momento en el que las piernas no se sienten, y caminas casi por inercia. Ya no piensas, ni sientes. Pero que cuando te detienes, los músculos se contraen todos al mismo tiempo en un dolor terrible para finalmente dejar las piernas envaradas. Dice que el dolor lo hacía llorar, pero no podía gritar ni quejarse, así que mordía el cuello del abrigo que llevaba puesto para soportar. Dice también que el dolor es causado por la deshidratación muscular, pero en un viaje de 4 días a pie y ocultos, no hay espacio para llevar mucha agua, así que cada quien tiene su propio galón colgado al cinto desde que el viaje comienza. Un galón de agua son poco menos de 4 litros, lo cual hace que puedas tomar un máximo de medio litro de agua cada seis horas durante el viaje. –Si te quedas sin agua te mueres, porque nadie va a morirse por darte su agua, y nadie puede llevar más agua porque es mucho peso para el viaje- sentencia pesadamente Pancho. 

El camino se me hace largo al volante. Escucho a Pancho y recuerdo fotos y documentales de gente tratando de pasar la frontera. Recuerdo a los niños de Siria, o de Afganistán, o de Somalia, o de Venezuela… Recuerdo a Elián, el niño cubano que fue regresado de EEUU a Cuba porque su familia así lo quiso. Veo a América Latina frente a mí y me doy cuenta que a veces el mundo no es tan bonito como quisiera creer que es. 

-Los polleros tienen todo muy organizado. De noche caminábamos. De día, nos escondíamos en ciertos puntos, amontonados para no hacer bulto y no llamar la atención. Tratábamos de descansar. Y uno dormía, por el cansancio, pero no descansaba. Y de comer solo un poquito de pan, o alguna galleta y ya. No se puede traer maleta ni nada de eso. Yo solo llevaba mi pasaporte, la cobija de las huellas, una chaqueta que llevaba puesta y mi agua. En el bolsillo de mi chaqueta, la foto de mi familia-, y el corazón se me salta cuando Pancho saca del bolsillo de su chaqueta la misma foto de su familia que lo acompañó durante ese viaje. Lo sé porque la sacó mientras me contaba todo. Su mirada hablaba más que sus palabras. 

La foto es a blanco y negro y me sorprende lo bien conservada que está. El papel de la foto es amarillo de viejo, y detrás de la foto se adivinan unas letras en marca de agua que dicen “Fujifilm”. Garabateado y oxidado también en la parte trasera de la foto un “Tu Familia” se lee en tinta de bolígrafo. Supongo que eso lo escribió su esposa, para que nunca olvidara quienes eran. Pancho mira la foto con ternura y sonríe, como si los estuviese viendo por primera vez. Yo le miro a él y no sé si siento tristeza o nostalgia. Al darse cuenta de mi mirada, Pancho disimuladamente guarda de nuevo con extremo cuidado la foto en su bolsillo. –Que hermosa familia Pancho- le digo, tratando de suavizar mi indiscreción descubierta. Pancho mueve la cabeza, como diciendo “gracias”. 

Después de 4 noches caminando, Pancho y los 26 llegaron a Chiapas. Un nuevo grupo de polleros mexicanos los recibió en un rancho y los situaron a todos en un granero. Por fin podrían tomar agua y comer algo. Por fin podrían bañarse. Pero hasta esta simple tarea, era mucho más difícil de lo que esperaban. -Durante el viaje, uno no debe quitarse los zapatos nunca, porque si algo pasa y debes correr, si estás descalzo te agarran- me dice Pancho. Nunca había pensado en eso. 

-Cuando al cuarto día, por fin me quité los zapatos, los pies estaban tan inflamados que tuve que quitarle las trenzas completamente para poder sacar los pies. Al sacarlos del zapato, sentía que palpitaban. Cuando me quité las medias, las uñas y algunos pedazos de piel se fueron con ellas. Era como si hubiese tenido los pies en agua hirviendo por días-. La tranquilidad duró solo 2 noches en aquel rancho. En medio de la segunda madrugada despues de haber llegado, entraron 6 hombres al granero y comenzaron a levantar a todos. El viaje seguía. 

De alguna manera, los coyotes y polleros reciben información y siempre saben dónde está la patrulla fronteriza, o la Guardia Nacional, o por donde pueden pasar con menos riesgo de ser atrapados. Esa información define cuando comienzan los viajes o cuando paran. Nunca se sabe cuando hay que levantarse y caminar. Esa noche, había que levantarse y seguir. La siguiente parada en aquel viaje sería en un pueblito de la región de Sonora. 

45 horas de viaje por tierra separaban a Sonora de Chiapas. 

Esta vez, el viaje no fue tan malo. Los mexicanos habían venido esta vez con un autobús y una buena provisión de pequeñas hamburguesas para el camino. En estos viajes, no hay medicinas, ni hay espera para nadie. No hay privilegios ni hay consideraciones. Pancho me dice que para los polleros y los coyotes, los viajeros no son más que bolsas de dinero caminando. No les importan las condiciones en las que van, si se sienten mal o no, ni nada. Ellos solo quieren su dinero, y si no lo obtienen, lo cobrarán de una manera u otra. Durante estas travesías hay mujeres violadas, o vendidas a los carteles que controlan las zonas de tráfico, gente que es dejada atrás a morir en el camino, y muchas otras atrocidades mas que no quiero recordar. Pancho me cuenta incluso del negocio que existe entre agentes del gobierno y los traficantes de personas para desaparecer mujeres y niñas en el camino y convertirlas en prostitutas para los carteles. Dice que hay a quienes convierten en esclavos del cartel, o los usan como banco de órganos, o básicamente cualquier atrocidad que necesiten los traficantes para conseguir dinero. Sus afirmaciones me ponen los pelos de punta. 

La región de Sonora en México es la parte más norte del país, y dependiendo del sitio por donde cruces, puedes llegar a San Diego, a Tucson o a Phoenix, pero para eso, primero debes atravesar la peor parte del viaje: el desierto. Al llegar a Sonora, el auto bus dejó a todos en una carretera. Allí, 4 hombres esperaban. Cada quien repitió lo anterior. Una cobija para borrar huellas y un galón de agua al cinto. Los que habían podido, habían guardado algún pedazo de hamburguesa para el camino. 

-Lo que pasa con el desierto es que de día hace mucho calor, y mucho sol, pero de noche, el frío es muy intenso también- me dice Pancho como dándome una suerte de “dato curioso” sobre el desierto de Sonora. Agradezco el comentario con un gesto de sorpresa, como si no hubiese escuchado aquello nunca antes. En esta parte del viaje, los papeles se voltearon. Acá el viaje era caminando en el día y ocultos en la noche, debido a que de noche los carteles de droga se dedican a hacer contrabandos, y si consiguen a alguien en el momento inapropiado en su camino, el destino de ese grupo será peor que el que le pueda dar cualquier patrulla de frontera. 

Aquel viaje sería de 4 días nuevamente, pero infinitamente peor que los 4 días para llegar a Chiapas. Ahora, los pies de Pancho sangraban. Pero debía seguir. Pancho es tan noble, que me dice que entiende porque los coyotes y polleros son como son. –Si no hacen así, nos agarran a todos y ahí si es verdad…- me asegura. Yo sigo sin aceptar eso como excusa al maltrato inhumano que brindan esos satánicos servicios.

-Una mujer que venía con nosotros, pobrecita- me dice Pancho recordando el viaje. –El desierto no es como en las películas, que solo hay arena. No. En el desierto hay montañas completas de piedra, y hay muchos matorrales, pero no sirven ni para sombra, porque tienen muchas espinas y muchos animales venenosos se pueden esconder entre sus ramas.- dice mi narrador. 

Le miro y le pregunto qué había pasado con la mujer de la que habló. Retoma la idea y me dice –Ella estaba muy cansada y lloraba porque quería parar. Pero el pollero le dijo que no podíamos parar y que si no caminaba la iban a dejar. Por andar llorando, en una de esas montañas de piedra, no vio una y se resbaló. Al caer, una piedra le cortó el tobillo. Sangró mucho, y un pollero le hizo un torniquete, pero el pie se le hinchó muchísimo en un ratico y la mujer cojeaba mucho… una hora después, no podía caminar…- No dije nada en aquel momento. La sangre se me helaba. Imaginé la escena y vi a la mujer. Pude casi ver la ladera de piedra caliza donde cada piedra partida estaba afilada como un cuchillo. Casi escuché el llanto de la mujer en medio de aquel desierto en pleno sol… la suerte estaba echada para ella, obviamente. 

-Pero los polleros que nos llevaban eran buena gente. Uno de ellos la amarró a su espalda con la cobija, como una hamaca, y la llevó cargada por varias horas. Después de eso, los otros polleros también. Y así la iban llevando por el resto del viaje-. Aunque a lo largo del relato me había ido construyendo una imagen bastante negativa de aquellos traficantes , en aquel momento, casi di gracias a Dios por aquel gesto de humanidad. Aquella mujer no tardó en desarrollar una fuerte infección y por ende, su estado de salud, con la deshidratación y el hambre, sólo empeoró. 

Al tercer día la mujer prácticamente deliraba. Pancho, compartió el poco agua que le quedaba con ella, esperando con eso aliviar un poco su dolor, sin éxito. Los polleros decidieron que era una carga muy pesada y que retrasaba al grupo, por lo que debían dejarla ahí, pero Pancho no podía aceptar eso y reclamó. Tras recibir una golpiza de parte de dos de los traficantes, cuando estaba en el piso, uno de los traficantes le dijo “si tanto la quieres cargala tú entonces”, a lo que Pancho, con la boca llena de tierra respondió “pues yo la llevo”

El cuarto día fue para pancho mucho peor que cualquier otro día de su vida, me cuenta. Estaba muy cansado y adolorido. Los pies ya no eran más que yagas sobre las que se sostenía, y ahora con el peso de aquella mujer a cuestas la situación era peor. -Pero yo soy cristiano José. Usted me entiende?- me dice mirándome y esperando una respuesta que solo di moviendo la cabeza en señal afirmativa. 

Comprendí que Pancho como buen cristiano, era incapaz de dejar aquella mujer en medio del desierto para que muriera bajo el sol. 

Al atardecer aquel cuarto día, los polleros detuvieron la caravana y pidieron a todos que los esperaran ahí. Dijeron que iban a buscar agua. Ya nadie tenía agua y tenían al menos 2 días sin comer ya. Todos se detuvieron de inmediato y se sentaron. –Pero a mi me pareció raro, porque vi a uno de los vatos hablando por el celular- dice Pancho.-10 minutos después que nos dejaron, vimos unas luces de linterna entre los arbustos. Pensábamos que eran los polleros y nadie reaccionó, pero cuando vimos que eran muchas, todos nos levantamos y unos empezaron a correr, pero nadie podía correr muy lejos. Ahí, ese día, a unas horas más de camino, estaba Phoenix por fin. Pero la patrulla fronteriza nos agarró primero- relata Pancho ahora con la mirada perdida. 

Pancho y 26 personas más fueron apresadas ese día. Ninguno de los polleros o coyotes fue atrapado. Pancho piensa que los traficantes sabían que la patrulla iba en camino y huyeron antes de que llegaran. Dice que la llamada que habían recibido era una llamada de aviso. Pancho pasó 26 días en una cárcel fronteriza en EEUU, desde donde fue deportado a Guatemala, país de origen de su viaje y donde su familia esperaba recibir dinero que el enviara. En lugar de eso, lo recibieron a él nuevamente, junto al miedo de lo que sucedería ahora por los 8.000$ de deuda que tenía…

CAPITULO 1. El adios.






Guatemala significa “lugar de muchos arboles” en Nahuatl, que es una lengua Mesoamericana usada por los Incas durante su expansión. Es un país pequeño, pero con una gran variedad de climas debido a sus terrenos que van desde 0 metros sobre el nivel del mar hasta los imponentes 4200 metros sobre ese nivel. Limita con México por el norte, con Belice por el este, Honduras y El Salvador. Vivió en guerra civil desde 1960 hasta bien entrado 1996. Aunque hoy vive en paz, los niveles de pobreza y desigualdad son más marcados que al final de la guerra.

Pancho, como se hace llamar mi amigo hoy, antes, en su primer intento de pasar la frontera hacia Estados Unidos, fue Juan.

Vamos en un viaje a Memphis, Tennessee, USA, donde un familiar tiene cita en la corte de inmigración para definir si será deportado o no. Ese familiar, es su hijo, de apenas 18 años recién cumplidos. Hace tres años que llegó a Estados Unidos. Yo manejo porque Pancho no tiene papeles y teme que cualquier policía pueda detenerlo. Pero no teme que lo detengan por ser ilegal, sino porque cualquier cosa que pueda pasar podría hacer que su hijo pierda la cita de sólo 15 minutos con el juez y eso sea motivo para deportarlo. Si eso llegara a pasar, su hijo tendría orden de deportación inmediata.

El hijo de Pancho llegó de apenas 15 años a la frontera, caminando desde Guatemala, y al llegar, los servicios migratorios de Estados Unidos lo atraparon y encarcelaron.

Para llegar a la frontera de Estados Unidos, los miles de niños provenientes de Centroamérica han viajado por semanas, e incluso meses, distancias que pueden superar las mil millas. Viajan solos, sin familiares ni compañía. Sólo los polleros les guían.

El viaje está lleno de peligros extremadamente graves y toda clase de abusos, como extorsión, violaciones sexuales, violencia física, secuestros, mutilaciones, prostitución, obligación para transportar drogas para traficantes y asesinatos. La mayor parte de niños que llegan a la frontera provienen de Honduras, Guatemala y El Salvador, aunque en un porcentaje pequeño también han llegado niños de Tanzania y Sri Lanka en las mismas condiciones y por las mismas vías. Se han encontrado niños de hasta 5 años de edad en esta situación.

Si los detenidos son menores mexicanos son, en casi todos los casos, son enviados de regreso a su país en cuestión de horas por un acuerdo binacional. Pero Estados Unidos no tienen ningún acuerdo de este tipo con los países de Centroamérica. Por eso, cuando un menor de estos países es arrestado tras cruzar ilegalmente la frontera queda en custodia de la policía fronteriza por unas horas o unos días o pasa a estar bajo custodia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EEUU. Sin embargo, las instalaciones de acogida están llenas hoy día, puesto que se está alojando aproximadamente a más de 25.000 niños, lo que ha ocasionado que se recurra a barracones militares, como es el caso de la Base del Ejército del Aire en Lackland, Texas.

A partir de ahí la mayoría -aproximadamente el 90 por ciento- pasa a estar en custodia de un familiar que se encuentre en Estados Unidos. Si no tienen familiar, pueden ir a Centros de Acogida para Menores. El hijo de Pancho, fue acogido por su tío, puesto que Pancho también es ilegal y no podía aparecer en los papeles de acogida.


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El viaje de Knoxville a Memphis es de aproximadamente 8 horas. Ya hemos pasado al menos 4, y la música comienza a dar sueño con sus monótonos replay de canciones.

Pancho no habla mucho, es un hombre de pocas palabras, y eso no me ayuda a mantenerme despierto, así que intento entablar alguna conversación de cualquier tipo con él. Hago, cortésmente la pregunta de rigor para dar comienzo: Hace cuanto vive en Knoxville?... Nunca imaginé que con esa pregunta descubriría una historia tan cautivante.

Me cuenta con voz baja y sin mirarme que hace ya 14 años que llegó a este país a trabajar. Pancho no confía mucho en mí, así que no da más información que esa. Pregunto, nuevamente con ansias de hacer que cualquier conversación que podamos extender sobre cualquier tema me ayude a mantenerme despierto, si hace 14 años que vive en Knoxville. Pancho calla por unos segundos y su mirada parece repentinamente perdida en un punto delante de la carretera que yo no logro distinguir. Su mirada se pierde en un horizonte invisible para mi, pero sólo por un segundo, y entonces me contesta: No. Hace 14 años llegué a Estados Unidos, no a Knoxville.

Aquella respuesta no es apresurada. Es más bien calmada y suave. Sus ojos se pasean desde ese punto infinito en el horizonte y descienden suavemente hasta sus manos que descansan sobre sus muslos y que ahora muestran las palmas hacia arriba, arrugadas por el trabajo y marcadas por el tiempo. Las mira. Están llenas de zanjas ya y algunos restos de color que parecen estar incrustados en varios callos muy marcados. Pero las mira con una muy tenue sonrisa, como quien mira un antiguo instrumento musical muy querido, que aunque viejo, sigue sonando límpido y puro. Y entonces nota que también yo le estoy mirando, por lo que sus ojos se pasan de sus manos a mí y yo siento su mirada que me arropa. Pancho ha decidido comenzar a contarme su historia.

Pancho tiene una manera de hablar muy acentuada. Se nota por sus formas que es un hombre de campo, sencillo. Nunca alza la voz. Su cara está marcada por profundas líneas para su edad, como huellas de años de cansancio, y sus ojos, sin embargo, brillan como los de un joven, aunque siempre están un poco enrojecidos. Quizá está cansado también.

Hace 14 años Pancho dejó su casa en Guatemala. Allá, trabajaba como caficultor en una hacienda muy grande, pero tras la finalización de la guerra en 1996, una suerte de crisis se abalanzó sobre el país. Pancho dice que fue la corrupción lo que acabó con Guatemala. La verdad es que en la práctica, el café ya no daba para sustentar a una familia, y las fincas cafetaleras comenzaron a reducir la nómina de obreros, por lo que muchas familias perdieron el sustento que conseguían de lo único que sabían hacer: cultivar café. La siembra familiar en una pequeña extensión no era una opción. El café tarda hasta 5 años en comenzar a producir, así que esa no era un camino que pudiese recorrer Pancho cuando le llegó el día del despido.

Esa tarde, la última en la finca del café, Pancho recibió la noticia por parte del capataz al finalizar su jornada de 10 horas de trabajo bajo el sol, con una frase no muy elaborada y de manera verbal: Ya no venga más. Esa misma frase la repitió a varios otros, que con la misma mirada desesperada se miraban entre si. Algunos trataron de reclamar, otros rogaron que nos los despidieran, otros se fueron molestos, y otros comenzaron a llorar. Pancho sólo se quedó mudo con la noticia, y se fue a casa, con aquellas palabras aún resonando en su cabeza: NO VUELVA MAS. El capataz por su parte, sólo repetía a unos y otros la frase de despido, y ante uno que otro reclamo, repetía otra “Hable con el Patrón”, cosa que era por demás imposible, puesto que el patrón era más una figura mental que un hombre al que alguna vez hubiesen visto.

Al llegar a casa, le contó a su mujer la noticia. Esa noche fue difícil conciliar el sueño.

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Al día siguiente, la decisión estaba tomada. Había que llegar a Estados Unidos. Ahí, le esperaba un futuro mejor, trabajo y bienestar para todos. Después de todo, todos querían ir a vivir allá. Por algo sería, pensaba Pancho. Pero había un problema. Pancho, al igual que muchísimos campesinos de Guatemala, no tenía pasaporte, ni mucho menos una visa para entrar al gran país. Tampoco hablaba inglés. Aquello parecía ser un problema grande. Fue ahí cuando recordó que un familiar suyo, un primo, vivía en el país de las barras y estrellas, así que se puso en contacto con él vía telefónica.

El primo de Pancho llevaba varios años viviendo en USA, y al recibir la llamada de Pancho y las noticias de cómo iban las cosas en su país, no dudó en ofrecerle posada, trabajo y comida en la ciudad en la que se encontraba, PERO con una condición: debía llegar primero a Phoenix, y de ahí en más se encargaría él.

Para la mayoría de los ciudadanos de cualquier país de “primer mundo”, una situación como esta se soluciona muy fácilmente con sólo comprar un boleto de avión y ya. Pero en un país como Guatemala, donde el sueldo de un mes se encuentra al menos 80% por debajo de lo que una familia necesita para cubrir sus gastos básicos mensuales la cosa es diferente.

Pancho no tenía pasaporte. Pancho no tenía visa. Pancho no tenía dinero. Pancho lo único que tenía era determinación y la certeza de que si no cruzaba las fronteras que lo separaban del Tío Sam pronto, su familia comenzaría a sentir los azotes del hambre de manera más fuertes de lo que ya lo hacía. ¿Qué hacer entonces?. La solución era una sola. Todos con los que hablaba se lo repitieron a Pancho una y otra vez: Los Polleros.

En México son famosas las bandas que se dedican a cruzar la frontera entre México y Estados Unidos de manera ilegal. Al comienzo, esto se hizo para traficar armas y drogas de un lado a otro. Pronto, los carteles descubrieron que podían hacer grandes negocios y guiar por las mismas vías a grupos de inmigrantes, siempre y cuando estos estuviesen dispuestos a pagar una suma considerable en dólares americanos. Hoy, los llaman “COYOTES”.

Los que emigran con los coyotes, suelen ser personas de bajos recursos y desesperados por situaciones de lo más variadas, que van desde el azote de carteles narcotraficantes a pueblos enteros, amenazas de muerte por no colaborar con las mismas, hasta estar sitiados por cuerpos de seguridad corruptos a la orden de narcogobiernos que cobran mensualmente fuertes sumas de dinero a la gente para no asesinar familias enteras.

Emigrar con un coyote es la última instancia que un mexicano busca. Llegar a ese punto significa que la esperanza de cualquier otra cosa está ya perdida.

En Guatemala, no existen coyotes. En Guatemala hay “Polleros”, que en la práctica, son igual que los coyotes, con la diferencia de que deben atravesar dos fronteras para llegar a la tierra de Lincoln: Pasan de Guatemala a México, y de México a Estados Unidos.

Pancho logró, por medio de varias personas intermediarias dar con un Pollero. Habló con un señor del que le habían dicho era “El Patrón”.

El Patrón era un hombre de negocios que aseguraba el éxito a los que querían llegar a Estados Unidos cuenta Pancho. Lo atendió por medio de un muchacho que se dedicaba a recibir y traer mensajes entre Pancho y el jefe del cartel. Pancho nunca habló directamente con aquel hombre hasta ese momento.

Tras dos días de mensajes por medio del muchacho, llegaron finalmente al acuerdo: Phoenix estaba a 4.000 dólares americanos de distancia al arrancar en Guatemala y 4.000 dólares americanos al llegar. 8.000 dólares en total. Salían en 3 días.

En ese momento, para Pancho las esperanzas de irse al mejor país del mundo con su familia y rehacer una vida juntos se esfumaron como el fuego de una vela cuando alguien la sopla.

Mis manos, crispaban los dedos con fuerza sobre el volante del Toyota a medida que Pancho, con voz calmada me contaba aquello. A esas alturas, yo no hablaba. Sólo escuchaba. Hasta la música de fondo había cesado al fin, pero yo no me había dado cuenta siquiera del momento en que había enmudecido el CD que había dado al menos 3 vueltas desde que habíamos arrancado.

La voz de Pancho es calmada y cálida. Su historia es contada como por un narrador de película. Casi puedo sentir al muchacho que traía los mensajes del Patrón hasta la pequeña casa de barro y de un solo cuarto, que a su vez era cocina y comedor, y en la que Pancho convivía con su esposa y sus 3 hijos.

8.000 dólares. No había manera de que Pancho tuviese esa cantidad, y menos en tres días. Pero algo debía hacerse. El lo sabía, y su mujer también.

Tras una noche de pesadilla y desesperación, Pancho y su mujer intentaron buscar una solución. La solución llegó de pronto a sus mentes a las 4 am de esa noche tortuosa, cuando por fin los tres hijos dormían. Al siguiente día, temprano Pancho hizo lo único que podía: pidió prestado el dinero a un prestamista, y de garantía, puso su casa y el pequeño terreno en el que esta se encontraba, y que era lo único que tenían Pancho y su mujer en esta vida. Pancho tendría que viajar sólo.

El viernes de esa semana, apenas al día siguiente de pedir el dinero al prestamista, a las cuatro de la tarde de aquel día, Pancho abrazó fuertemente a cada uno de sus hijos y los bendijo con un amoroso beso en la frente a cada uno. Su mujer, en la puerta del cuarto miraba en silencio la despedida del padre a sus hijos mientras en silencio hacía el esfuerzo más grande por no llorar frente a ellos. No podía permitirse aquel lujo. Debía ser fuerte y hacer fuerte a Pancho.

La voz de Pancho parece quebrarse un poco al contarme como sintió a cada hijo en un tibio abrazo alrededor de su cuello al despedirse. Sus hijos tenían apenas 2 meses, 2 años y cuatro años aquella tarde. El viaje debía comenzar.

Su único equipaje era el abrigo que llevaba puesto a pesar del calor abrasador de aquel día. Le habían dicho que las noches del viaje podían ser frías. Nunca hubiese imaginado cuan acertado era aquello. Mas de 3.500 kilómetros de camino lo separaban del sueño americano, y al menos la mitad del camino lo recorrerían caminando. Con un beso le prometió a su mujer que todo estaría mejor ahora y que pronto se verían de nuevo, y con el corazón a punto de explotar, comenzó a caminar hacia donde el Patrón le había indicado como el punto de comienzo de la travesía.

lunes, 26 de febrero de 2018

LA REALIDAD DEL “PETRO”



Desde hace unas cuantas semanas, y como es costumbre en Venezuela, el gobierno ha logrado llamar de nuevo la atención de todo el mundo, primero con la propuesta del lanzamiento de una moneda virtual, y luego, con el lanzamiento real de la misma.

Cabe acotar, en primer lugar, que el término “MONEDA VIRTUAL” le cabe a la perfección a este caso.

Al contrario de lo que muchos hacen hoy, como tratar de explicar las diferencias entre “criptomonedas” y “criptoactivos”, yo no caeré en la tentación de lanzarme a ese abismo. Puesto que no soy, ni pretendo ser, economista o especialista en finanzas, voy a plantear este caso como simplemente lo que soy: Un ciudadano más.

Vayamos entonces, a los hechos concretos y claros: En primer lugar, esta “moneda virtual”, no pasa de ser eso: VIRTUAL. No existe mas que como un código en una computadora. No existe una moneda como tal ni un mercado de valores en el cual usted o yo podamos intercambiar ese código por un servicio o bien, es decir, no es NADA. Eso en primer lugar. El que compre un petro solo pagará por un codigo como el de una tarjeta de telefono prepagada, pero de una compañia telefonica que no le sirve a su celular. O sea: NADA.

Muchos tratan de “defender” este detalle aludiendo al hecho de que es una “moneda nueva”, pero la realidad es que cualquier tipo de moneda, virtual o física, sólo tiene valor si es INTERCAMBIABLE POR UN BIEN O SERVICIO, para lo cual debe haber una economía o sistema económico que permita la tranza con esa moneda. En el caso del PETRO, ese mercado sencillamente NO EXISTE.

Pero entonces, como funciona una moneda?. Veamos: Las monedas de los países no son simples papeles, sino que son pagarés de valor respaldadas por las reservas internacionales de cada país, o al menos así funciona en la mayoría de los países. Por eso, en muchos casos, los billetes dicen “pagaderos al portador en las oficinas del banco central”. De ahí que existan los bancos centrales de los países, pues son los encargados de mantener las reservas internacionales, la certificación de las mismas, y negocios de valor para el país basados en capacidades económicas de los mismos. 

Las monedas se hacen fuertes en función de las reservas internacionales de los países, por lo que mientras más grandes las reservas, mas valor cobra la moneda. 

Para entenderlo en pequeño: cada billete es un cheque del estado, en el que cada billete o moneda representa, literalmente, una parte del tesoro de la nación. Ganamos cada billete como compensación por un servicio realizado o por un bien vendido. El valor de ese billete define el precio del servicio y es a su vez intercambiable por otros bienes y/o servicios.

Sin caer en detalles que nos distraen, ese es básicamente el valor de la moneda, o el dinero. Las criptomonedas, en cambio, no cuentan con respaldo alguno porque no son emitidas por ningún banco ni por un país en particular, y su valor depende entonces del que le quieran dar los que poseen dichas monedas, por lo que su precio varía dependiendo de la confianza que haya entre usuarios de esa divisa y la oferta y demanda de la misma. Mientras mas grande la comunidad que realice operaciones usando la criptomoneda, más confianza y valor tendrá esta. De ahí la volatilidad de las mismas y de ahí el hecho de que muchos economistas hablen de la "BURBUJA" de las criptomonedas, puesto que su valor es basicamente, de fantasía.

El caso del PETRO es diferente al de las criptomonedas, puesto que la emite un gobierno que asegura que esta moneda está “RESPALDADA” por el petróleo del bloque 2 de la faja petrolífera del Orinoco, que yace en el SUBSUELO y que aún no ha sido extraído. Asegura además que reforzará ese “respaldo” con diamante y oro venezolano en unos pocos meses. 

Esa afirmación significa entonces varias cosas, entre la que destaca que EL PETRO NO ES CRIPTOMONEDA ni lo será jamás, puesto que no cumple ningúna caracteristica típica de las criptomonedas. Pero más alarmante es el hecho de que cada PETRO representa un barril de petróleo venezolano, independientemente del precio que este tenga. Ojo! No se habla de que el valor del petro será el del PRECIO DEL BARRIL DE PETROLEO, sino que cada petro es, literalmente UN BARRIL DE PETROLEO. En pocas palabra: el gobierno esta creando una nueva moneda cuyo respaldo no es ya las reservas internacionales del país, sino las reservas ENERGÉTICAS del país, lo cual en pocas palabras es ENDEUDAMIENTO INMEDIATO DE EXTRACCIONES A FUTURO.

Sucede sin embargo, que dicha pretensión de endeudamiento, o venta del patrimonio nacional,  es completamente ILEGAL según el articulo 6 de la ley orgánica de hidrocarburos de Venezuela, que claramente establece dichos patrimonios son INALIENABLES. Leamos el articulo:

·         Artículo 3 Los yacimientos de hidrocarburos existentes en el territorio nacional, cualquiera que sea su naturaleza, incluidos aquéllos que se encuentren bajo el lecho del mar territorial, en la plataforma continental, en la zona económica exclusiva y dentro de las fronteras nacionales, pertenecen a la República y son bienes del dominio público, por lo tanto inalienables e imprescriptibles.

Pongámos en un ejemplo práctico lo insólito del Petro para entendernos mejor: Si José Calabrés quisiera comprar 2 millones de petros, de inmediato José Calabrés se convertiría en DUEÑO DE 2 MILLONES DE BARRILES DE PETROLEO DE LA FAJA DEL ORINOCO, con lo cual podría, si quisiera, prohibir la extracción de ese petróleo, o embargar 2 millones de barriles ya extraídos, puesto que son de su propiedad y los petros que adquirió son “respaldados” con ese petróleo, tal y como el gobierno estableció al momento de la emisión de dicha moneda. Me estoy explicando? 

Los PETROS no son mas que una moneda fraudulenta que ENDEUDA MUCHO MAS A VENEZUELA, puesto que empeña la riqueza incluso antes de ser extraída. Esta práctica sin embargo no es nada nuevo para el gobierno venezolano, que ha pasado años haciendo "convenios" con cientos de países  usando las reservas de la faja del Orinoco como garantía.

Ahora, pongámos en un plano mucho más satánico la realidad del Petro: Y si Diosdado Cabello, segundo (o quizá primero!) al mando de Venezuela, o Rafael Ramírez, ex presidente de la estatal petrolera PDVSA, compraran 500 millones de petros, o más (ellos tienen con que hacerlo, no como usted o yo) entonces,  serán los dueños de las reservas petroleras de Venezuela? No es eso una PRIVATIZACIÓN DE LAS RESERVAS DEL PAÍS? Y si el comprador de esos petros es Corea del Norte o ISIS? Y que pasará cuando se vendan todos los petros correspondientes a la cantidad de barriles que hay en ese bloque? A que juega el gobierno con esto?

Ahí la verdadera interrogante: a que juega el gobierno de Maduro con esto?. La respuesta no es muy difícil de encontrar si pensamos un poco.

Primero, busca DIVISAS, puesto que las divisas de Venezuela provienen en 98% del mercado petrolero, pero la producción de petróleo venezolana ha decaído tanto que los ingresos por concepto de exportación está en los niveles mas  bajos de su historia. Aunado a esto, el petróleo que se extrae en Venezuela está desde hace años “empeñado” a países que prestaron dinero al gobierno venezolano. Venezuela paga esos prestamos con petróleo, el cual debido a la baja de los precios ha convertido la deuda venezolana en un monstruo que se comera al menos el doble de cantidad de petróleo que al comienzo de la misma deuda, más intereses… 

Venezuela ha jugado por al menos los ultimos 15 años con su producción petrolera, asumiendo deudas y comprando voluntades bajo la figura de "convenios y tratados" con infinidad de países. Sin embargo, de la capacidad diaria de producción que Venezuela tiene hoy, 80% se encuentra empeñada en pago de deudas por dichas "negociaciones". Alguien recuerda los cientos de convenios que se firmaban a diestra y siniestra con todo el mundo casi semanalmente por el difunto golpista Hugo Chávez, y luego su sucesor Nicolás Maduro en actos televisados donde multitud de seguidores vestidos de rojo  aplaudían y gritaban consignas como “ASI!, ASI!, ASI ES QUE SE GOBIERNA”?... bueno, esos convenios maravillosos, hoy en dia se llevan buena parte del petróleo que se extrae. Es decir, que aun ANTES de ser extraido, casi la totalidad del petroleo venezolano, ya se debe entregar como parte de pago de alguna deuda.

Hoy día, cuando menos del 10% de esa extracción petrolera de Venezuela regresa en divisas liquidas (dólares), el gobierno busca nuevas fuentes de financiamiento, pero que no ameriten inversión, puesto que no tiene con que invertir. De ahí que venga el famoso PETRO, que no pasa de ser una manera más de empeñar al país.

Vale destacar que la nueva fase propagandistica del gobierno que busca señalar las “sanciones” impuestas por EEUU como culpables de la debacle económica de Venezuela no es más que una burda manipulación para idiotas. Esas sanciones han sido, en primer lugar, contra PERSONAS ESPECÍFICAS DEL GOBIERNO, acusadas entre otras cosas de violaciones a los derechos humanos y nexos con narcotráfico, no contra el país, mientras que la extensión de sanciones posterior, hace apenas unos meses atrás, en las que se establece la prohibición de negociación de NUEVA DEUDA con Venezuela, no afecta los convenios ni los negocios que ya estaban andando. 

En pocas palabras: EEUU prohibió a SUS empresas negociar nuevos convenios con Venezuela que involucren EMISION DE DEUDA (como el Petro), pero no corta ningún tipo de negociación, pago o cobro pendiente, por lo que culpar de la crisis venezolana a las sanciones es poco más que descarado. La realidad es que ningun país quiere hacer negocios con un gobierno que no es capaz de mantener un ápice de credibilidad en ningun tipo de situación.

Ni hablemos de históricos! Hoy no puede ningún venezolano decirnos que la crisis del país comenzó a finales del año pasado con las sanciones de Trump y no desde hace años. Hablamos de la crisis hospitalaria y farmacéutica, de papel y de alimentos desde hace al menos 6 años, pero sabemos que esa situación comenzó hace mas de 12. Si las sanciones fuesen las culpables, porque había escasez de lo más básico hace 5 años cuando el petróleo estaba en 90$? Y que pasó con el dinero que recibió Venezuela durante los primeros 12 años de gobierno cuando el petróleo llegó incluso a los exorbitantes precios de 140$ el barril? Porqué PDVSA ha bajado de casi 3 millones de barriles diarios de producción en 1998 a poco mas de 900 mil en 2017 si las sanciones de EEUU tienen apenas meses?. La respuesta, usted la sabe, y yo también.

Y para cerrar la farsa del Petro, una última acotación: NINGUN VENEZOLANO PUEDE COMPRAR PETROS, puesto que el gobierno busca capitalizar sus arcas con DÓLARES, por lo que la oferta de Petros en bolívares no existe. Otra movida nada incluyente de un gobierno que vocifera siempre ser "obrero", pero que a propiciado una hiperinflación de 4000% solo en 2017 y que se proyecta a 13.000% en 2018 segun el FMI.

Ahora bien, pregúntese, mi querido lector: Suponiendo que el gobierno de Nicolás Maduro obtenga BILLONES DE DOLARES con la privatización del bloque 2 de la Faja del Orinoco ,en que mejoraría la vida de los venezolanos? En que mejoró cuando el petróleo llego a 140$ por barril? En que mejoró con el Fondo Chino en el que se encontraban más de 400.000 millones de dólares que sólo el gobierno podía usar a discreción y del que hoy no queda nada pero culpan a la oposición de ese drenado de fondos? En que mejoró la vida de los venezolanos con CADIVI, la agencia gubernamental encargada de asignar divisas a los ciudadanos y por la que el mismo gobierno ha denunciado el robo de mas de 300.000 millones de dólares "desaparecidos" y que no saben donde están? En que mejoró con los convenios aquellos con Rusia, con Irán, con Cuba, con Bielorrusia, con PetroCaribe, con el ALBA?, en que ayudó los miles de millones de dólares que China prestó a Venezuela entre 2012 y 2015 como "pago adelantado de envios de petróleo" que el gobierno dijo destinaría a resolver problemas estructurales para derrotar aquello que denominó "guerra económica" pero terminaron simplemente en campañas políticas y en paseos por cuentas de altos funcionarios de gobierno en Andorra y Panamá? Piensa usted que el PETRO, que embarga las reservas y enriquecerá los bolsillos de muchos en el gobierno de seguro, será la salida a la crisis venezolana? 




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