domingo, 30 de mayo de 2021

EL Amuleto


Desde el comienzo de los tiempos, hemos supuesto que hay un ser superior. Uno que es responsable de que las cosas existan, sucedan, cambien, se adapten. Dios le llaman algunos, naturaleza otros, evolución, biología, casualidades, cuántica, y muchos más nombres han aparecido con el tiempo. Hay quienes se niegan a aceptar que tal fuerza exista y prefieren pensar que lo único que existe es una infinita linea de casualidades que explican la existencia de todo cómo simples configuraciones diferentes de una misma materia que llamamos átomos. Hay quienes por no aceptar nada se sienten un poco más interesantes dentro del universo de creyentes en el que ellos son una suerte de “seres especiales” diferentes al resto. Eso también es valido en el universo de creencias humanas supongo.

Me he preguntado si este tipo de creencias no son mas que el resultado de alguna memoria colectiva global primitiva heredada de aquellos que si fueron grandes y a los que extrañamos inconscientemente… aquellos de los que poco sabemos pero que reconocemos como especiales porque no entendemos como hicieron lo que hicieron. Esos grandes, que nos dejaron pirámides enormes, ciudades talladas en roca, enormes cabezas de piedra mirando al mar, animales que solo se ven desde el aire o que nos narran historias extraordinarias de armas, dispositivos e incluso guerras interestelares que nosotros somos incapaces de comprender miles de años después con toda nuestra tecnología y soberbia de superioridad sobre lo antiguo. En el fondo, lo que nos maravilla en verdad es que haya antepasados con mayores conocimientos que los nuestros, los modernos Homo Sapiens Internetrius Estupidus.

Son esos, los grandes ancestros, los que nos enseñaron a protegernos con piezas mágicas y especiales a las que llamaron “amuletos”.

Muchos no creen en esto. Muchos no creen en la magia y en la protección. Mucho menos pueden creer en el poder de una pieza mágica, de un amuleto, incluso cuando hemos heredado justamente el conocimiento de la existencia de estos objetos poderosos de aquellos grandes ancestros hacedores de maravillas de hace tantos siglos atrás y portadores de conocimientos tan impresionantes que aun hoy no logramos por alguna razón descifrar…

Creo que entonces deberíamos definir si existe la magia o no, porque al final, un amuleto es un objeto mágico, y para ser mágico, tiene que existir la magia. Creemos entonces en la magia?… Yo si. Si usted no cree en ella, es su asunto. Recordemos que han existido grandes sabios que decían que la tierra era plana, o que el centro del universo era la tierra, o que era imposible volar… usted puede estar felizmente equivocado. Ese es su derecho, y el mío.

Pero no se me mal interprete. No creo en la magia de una varita o de un mago de circo. Me parecen magias muy atractivas y entretenidas, pero que no pasan de ser un truco. Hablo de magia de verdad. La magia que hace cambiar las cosas…

Hace unos 6 años, llegué a los EEUU con lo mas importante en mi vida tomadas de mis manos. Mi esposa a la derecha y mi hermosa hija a la izquierda, con nada mas que un pequeño bolso de mano y como dijo el Maestro DREXLER “la incertidumbre de aquel paisaje nuevo… desconocido…”

Ante el miedo, la incertidumbre, nuestra especie se aferra a lo que le de fuerzas para seguir adelante… mis amuletos y mis fuerzas colosales como golems sujetaban mis manos temblorosas y cansadas, asustadas, pero confiando en que yo sabría protegerlas… en cierta forma, su amuleto de protección, era yo, y ellas, a su vez, el mío.

Es difícil explicar lo que se siente cuando debes enfrentar un mundo desconocido a manos desnudas. Es algo de lo que muy pocos hablan. Suelen hablar de las diferencias entre un país y otro. De dinero, de trabajo… pero nunca de lo que sienten, porque hablar de eso abre de nuevo heridas que no queremos volver a sentir. Nos hace recordar lo terrible y maldito que puede llegar a ser nuestra especie… por eso, cuando hablamos de esto, suele suceder que nos miramos a las caras mientras hablamos y solo se escucha la voz del narrador… el silencio llena el ambiente para convertirlo en un momento sacro donde el narrador del horror purga su alma, y la de miles, atrases de una historia que comparten millones… Yo en cambio, hablo de mis heridas siempre, porque nunca han sanado y porque no las dejo cerrar por miedo a que el día que se cierren olvidaré quien soy, de donde vengo y en lo que creo, lo cual se ha convertido en mi mas grande miedo.

Pasaría poco tiempo de aquella llegada hasta el día en que mi más importante parte del universo en todas sus casualidades y creaciones tuvo que separarse de mí para enfrentar su propia linea de tiempo. Solté su pequeña mano para despedirme con un beso en su frente y asegurándole que volvería por ella pronto, mientras ella maravillada pero extrañada al mismo tiempo miraba a su amable y joven maestra de tercer grado hablándole en una lengua completamente desconocida y que no entendía pero que le hacía gracia. Aquello era como un juego para ella.

Mi esposa y yo jugamos a ser fuertes. Nos dimos soporte el uno al otro para enfrentar aquel día lleno de la angustia que crea la incansable mente de un padre cuando piensa que sus amados hijos no están protegidos.

Los primeros días pasaron bien. Mi hija amaba su nueva escuela y todos los compañeros de clase trataban de ayudarla siempre. Aquello me enterneció sobre manera. Iba a veces a almorzar en su colegio para verla, para protegerla. Pronto me di cuenta que sus compañeros eran una suerte de pequeño ejercito de elfos buscando ayudarla en todo para que se sintiera bien, y mi corazón se llenó de alegría y de una cierta nostalgia y ternura.

Pero luego, unos días después, mi hija, que ahora venía en el bus del colegio para compartir con sus compañeros y en cuya parada yo esperaba su regreso cada día, caminó hacia casa sin mirarme y con los ojos rojos de llanto.

Corrí tras ella, mi entero universo de apenas poco mas de un metro y unas 50 libras de peso… y entonces se detuvo. Sin voltear a mirarme y conteniendo el llanto lo mas que pudo me espetó, rabiosa, pero con la misma rabia que mostraba la rosa del Principito que mostraba inocentemente sus espinas para explicar que podía defenderse de los tigres: ¿Por qué no me buscaste cuando te llamaron?. Y mi cuerpo se paralizó como atravesado por un rayo. No tenía ninguna llamada ese día. Ella estaba ahí, detenida, llorando, inmóvil, defraudada…

Lo que había sucedido era que mi hija quería ir al baño en algún momento del día, pero no sabía decirlo en inglés y al parecer nadie le entendía, y cuando le dieron las instrucciones para ir al baño ella tampoco las entendió porque se las dieron en inglés, y aunque ella salió a buscar el baño por mas que lo intentó no logró encontrarlo entre aquel laberinto inmenso de pasillos y salones. La habían dejado salir al baño sola, así que en medio de un pasillo, en aquella inmensa escuela donde no entendía a nadie y nadie la entendía a ella, no pudo aguantar mas y orinó sus pantalones.

Ahí, en ese pasillo, en medio de su propia orina, quedó llorando, frustrada, llena de vergüenza, sola y desconsolada hasta que pasado un rato alguien la encontró, y así como estaba, la regresó a su salón, donde todos sus compañeros la vieron en su peor momento. Ella, avergonzada, no volvió a sentarse en su mesa, sino que en medio de un inconsolable llanto, se escondió en su locker pidiendo que trajeran a la única persona en el mundo que podía protegerla en aquel momento tan terrible. Pedía a gritos y llorando que llamaran a su papá para que la sacara de aquella pesadilla… y aunque le dijeron que me llamarían, pues alguien decidió que en el proceso de adaptación lo mejor era que no lo hicieran… así que nadie me llamó.

Una sola frase me dijo mi princesa para que yo entendiera todo lo sucedido en un segundo: “ellos me dijeron que te habían llamado”.

Llegamos a este país como solicitantes de asilo, huyendo de cosas tan brutales podrían parecer una historia fantástica o una sarta de mentiras. Yo sabía que nuestra situación era muy delicada y que cualquier acción podría resultar en nuestra inmediata deportación, porque para ser sinceros, sabemos que mayoritariamente los inmigrantes no somos ni apreciados ni esperados ni queridos en este país, ni en muchos otros. No ha faltado por supuesto la ocasión en la que nos han llamado gente de segunda o tercera categoría, pero sobre todo, no se pierden oportunidades donde esas cosas terribles no solo las dicen, sino que nos las hacen sentir. De eso tampoco se habla mucho. Nadie quiere mostrar el esqueleto detrás de la puerta y asumir la verdad. Ser refugiado o asilado, significa que has sido víctima de cosas indecibles en tu propio país, por parte de tu propia gente, y que han sido tan terribles que la única oportunidad que tienes de sobrevivir es bajo el cobijo de protección de un país que desconoces por completo y en el que debes empezar de cero toda una vida, incluso aprendiendo un nuevo idioma. Pues sucede, que a pesar de eso, este nuevo país al que llegas, muchas veces serás discriminado, despreciado, insultado, golpeado, señalado e incluso asesinado solo porque luces diferente o porque tus costumbres son distintas. Pero eso es algo difícil de explicar a quienes solo reconocen lo que le dicen desde una pantalla y jamás han visto la realidad.

Aquel día sentí por vez primera lo tortuoso que sería nuestro camino en este país. Fui al dia siguiente al colegio a pedir una explicación de por qué nadie me llamó cuando mi hija lo pidió, y el “asesor legal” del colegio me recibió, sonriente siempre y hablando sumamente rápido cosas acerca de demandas y otras cosas… le escuché por algo mas de 6 segundos y le pedí lo más amablemente que pude que se callara de inmediato. Le expliqué que era inaceptable que no me llamaran cuando mi hija estuvo en esa situación, y que era mucho mas inaceptable que la engañaran diciéndole que sí lo habían hecho. El asesor intentó explicarme algo de “adaptación” y algo mas que no me interesaba en lo absoluto. Volví a callarlo. Mi rostro se tornaba cada vez más acorde a lo que sentía en realidad. Él, no dejó de sonreír nerviosamente en ningún momento.

Le dije, que a partir de ahora, mi hija de 8 años llevaría un celular en su morral, y que lo usaría en cualquier momento que lo considerara necesario para llamarme. El asesor me dijo que aquello estaba prohibido. Mis ojos deben haber reflejado lo que podía suceder. Le dije que no me importaba ninguna regla, y que si mi hija me necesitaba, me llamaría directamente desde ese celular y en menos de 5 minutos yo estaría a su lado, y fue tal la firmeza de mis palabras que el asesor, aceptó sin más mi condición que iba contra las reglas del colegio.

Pensé que eso resolvería en cierta forma aquella crisis, pero 2 semanas después me llamaron del colegio. Pensé que me había extralimitado con lo del celular y eso me había metido en problemas, pero estaba dispuesto a pelear con quien fuera para proteger el bienestar de mi princesa, incluso si aquello significaba la deportación. Que terrible sentimiento de desesperación y agonía me llenó ese dia al darme cuenta que la reunión era para advertirme que mi hija, desde aquel día horrible, solo llegaba al colegio a esconderse en su locker hasta que terminaba el día…

Cuando me enteré de aquello, solo pude pensar en como se sentía ella y lo difícil que debe haber sido enfrentarse a esos días sintiendo que éramos sus padres quienes la enviaban a aquella tortura avergonzante… no pude ni contestar… la voz se me trancó en el alma para no salir, y el aire se me hizo espeso. Me llené de miedo, de angustia de impotencia… me sentía un traidor a su confianza, a su protección… se suponía que yo era su héroe y salvador sin importar la situación!, y sin darme cuenta la expuse cada día a sentir la misma verguenza una y otra vez… el que lloraba ahora sin saber que hacer, era yo… como iba a salvarla de aquella tortura?

Mi esposa y yo pasamos días llorando sin saber que hacer para protegerla. Nos hicimos voluntarios de la biblioteca 2 veces a la semana para poder estar cerca de ella, y aunque eso ayudó un poco, el cambio no fue mucho… hasta que llegó el amuleto…

Le conté a mi mamá lo que estaba pasando, ella, condolida me pidió hablar con mi princesa ese mismo día.

Esa tarde, mi hija tuvo una cita con su abuela. Su abuela, llena de magia y sabiduría le explicó que todos en el mundo, sin importar la edad ni el país, sentimos los mismos miedos, la misma vergüenza y que tenemos los mismos sentimientos. Le contó que su maestra y sus amigos estaban preocupados por ella y que la extrañaban y que querían que saliera del locker para verla y jugar. Aún así, mi princesa no estaba muy segura de aquello y se rehusaba a aceptar aquel discurso… entonces mi madre hizo magia… magia de verdad… de la que cambia las cosas…

De un pequeño saquito, sacó un fino collar de cuero y se lo mostró a su nieta. “Te gusta?” Le preguntó. -SI- contestó ella sabiendo que aquello seguramente era un regalo para ella. Fue ahí cuando comenzó el hechizo mas maravilloso que jamás he visto.

-“Este collar no es un collar cualquiera. Este collar sostiene algo “mágico”- le dijo la abuela a su nieta, que ahora le miraba maravillada. -Este collar sostiene un orbe que contiene el canto de tus ángeles guardianes- ¿Mis ángeles guardianes? - Así es. No importa donde te encuentres, no importa la hora ni el lugar. No importa cuanto miedo tengas. Cuando haces sonar este pequeño orbe, una legión de ángeles guardianes te rodeará de inmediato para protegerte. Quizá no los veas, porque ellos no gustan de ser vistos, pero estarán ahí a tu lado y nada ni nadie podrá hacerte daño. Ahora, nunca estará sola.-

Del pequeño cordel de cuero se sostenía una pequeña pelotita, redonda, cubierta de cientos de pequeños pedacitos de nácar multicolor, y al moverla, muy delicadamente dejaba escuchar un sonido hermoso, como de un sublime acorde de arpa… como de una minúscula cítara que se escondiera dentro de ella… y entonces la nieta hermosa sonrió y colgó su collar de angeles en su cuello…

Al siguiente día, llegó al colegio, y en la puerta de entrada al salón de clase hizo sonar suavemente su collar de ángeles… tras escuchar su canto, sonriente y confiada, tomo asiento y comenzó su camino nuevamente, ahora rodeada de ángeles que la protegían, y de compañeros que ahora la miraban y le sonreían alegremente al saberla bien.

No puedo probar que hay ángeles o que existe la magia con una de esas tan respetadas formulas en una pizarra, pero soy testigo de un ejercito de ángeles mágicos que protege a mi hija en sus momentos mas terribles y le dan la fuerza que necesita para seguir adelante… su amuleto, venido directamente de las manos de una de sus ancestros, sabia y mágica, una abuela, descendiente de una larga linea de Maestros que nos han mostrado que la magia es algo que trasciende el alma y nos llena de esa sustancia que aun no sabemos explicar pero nos cura y nos hace valientes cuando mas lo necesitamos. Ese amuleto no solo llenó de valor a mi hija, sino que su poder es tan grande que nos trajo paz a sus padres y restauró la confianza de un hogar poderoso, donde nunca estamos solos y donde la magia de los ancestros nos cubre. Mi mamá nos dio un regalo invaluable, porque el poder de la magia y del amuleto residen en su historia, y este es un amuleto con una fuerza tan poderosa que estoy seguro que pasará de mano en mano por generaciones, dandole fuerza y valor a una larga linea de descendientes que hablarán siempre de mi princesa y su abuela mágica… su abuela, la que nos salvó a todos tantas veces… la maga… Grace...

domingo, 23 de mayo de 2021

EL CANTO DE LA CIGARRA



Debo comenzar este relato con una disculpa. Me disculpo por pretender ser un escritor cuando en realidad no soy mas que un pobre campesino de un país de tercer mundo en el que un dia fui feliz… recuerdos atesorados en mis mas recurrentes memorias me traen momentos congelados en fotografias de una vida que hoy contemplo como si fuese la de otra persona. Un ser tan distinto al yo de hoy que casi no lo reconozco.

Yo crecí entre el monte. Entre animales que corrían por una montaña repleta de arbustos de café y cientos de otras frutas. Mi abuela, vivía apenas a unos metros de mi casa. Mi tía Hilda, un poco mas que a unos cientos de metros, también vivía en aquella montaña que llamábamos “La Finca”.

Mi hermana y yo tocábamos violín y Cello desde los 6 o 7 años. Nuestra casa, de artistas, estaba llena de historias del renacimiento, de sonatas y olor a esmaltes cerámicos quemándose en el horno del estudio de artes de mis padres.

La vida nos enseña muchas cosas con el pasar del tiempo. No pretendo engañar a la amable persona que decida gastar parte de su valioso tiempo leyendo estas mediocres líneas campesinas, así que no insistiré en que he aprendido hermosas cosas o gratas lecciones. No. Por años, he aprendido que la gente miente, que la injusticia está más presente de lo que nos gustaría o de lo que merecemos, que el talento y el bien no siempre son recompensados, porque como decían los cerdos de Orwell, aunque todos somos iguales hay algunos más iguales que otros. Yo nunca he pertenecido al grupo de los más iguales, sino al de los iguales de verdad, esos que nadie nota, porque es igual que miles, millones…. Y aun así, aprendí a sobrevivir, siempre luchando contra aquello que pensé que “no debía ser”, lo injusto, lo malo, lo gris… y aunque algunas batallas las he ganado, debo aceptar que son muchas más las que he perdido, y al final, parece que no hay diferencia entre hacer el bien y dejar que el mal siga su curso… al final, solo soy uno contra un universo… como podría pensar que yo podría cambiar lo que el mundo es?… me avergüenzo de mi soberbia, y por ello también me disculpo… hoy entiendo que no soy más que polvo de estrellas, como todos y como nadie.

Una de esas fotografías que me llegan a veces me ha transportado a aquella casa de la montaña donde una vez fui feliz. Esa de las que les hablé al principio. En ella, conocía cada pedazo de tierra, sus olores, sus colores… de sus plantas comí la fruta que me hizo fuerte. De sus barrancos aprendí a bajar y subir incluso en las mas difíciles situaciones… de sus ríos disfrute las aguas y sufrí también las sequías con dolor en el alma al pensar que mis amados ríos habían desaparecido… veo a mi primo y hermano mayor Henito… veo a mi tía Hilda siempre riendo de lo que yo inventaba… veo a mi abuela siempre cocinando algo para todos… sus caras son brumas… son borrosas… claro, ya ellas no están, y el tiempo intenta hacerme olvidarlas… detrás de ellas, un rosado árbol de cují dulce muestra sus hermosas flores rosadas y blanco como pompones suaves, como un algodón de fantasía que baila al son de la brisa suave…

Apenas hoy me doy cuenta que mi abuela y mi tia nunca hicieron nada más que amarnos… me siento muy triste de no haberles devuelto ese amor por no entenderlo… hoy el inclemente tiempo me castiga mostrandome sus sonrisas amorosas cada vez que me veían, recordandome que no somos más que polvo de estrellas, y aunque nuestras existencias son nada en el universo, hay un grano de polvo de estrellas para el que somos muy especiales y que nos aman incondicionalmente solo porque han decidido amarnos… mi castigo será siempre recordarlas sin poder decirles cuánto las amo… sin poder decirles que hoy entiendo todo…

Aquellos árboles de Cují dulce se llenaban en algún momento del año de unos hermosos insectos con un caparazoncito de muchos colores y de ojos rojos. Los llamábamos “cachitos”. A muchos compañeros de escuela les gustaba hacerlos pelear, o al menos eso decían ellos. La verdad es que solo los ponían uno contra otro y los pobres insectos hacían una suerte de sonido de defensa que ellos aplaudían como si aquello fuese un golpe de boxeo, hasta que por fin los dejaban en paz ya contentos con la pelea. Yo nunca los hice pelear. No me gusta el sufrimiento de nada ni de nadie. Al contrario, siempre trato de hacer que quien me rodea se sienta feliz… pienso que así le doy un respiro de la angustia diaria y de la incertidumbre que yo mismo siento… pienso que todos la sentimos, así que trato de ayudar haciéndolos reír… quizá no sienten lo mismo que yo, la ansiedad, la depresión, el miedo… pero si así fuera, trato de sacarlos de eso al menos por un momento... yo en cambio, cada vez me hundo inexplicablemente mas…

He aprendido a convivir con esa oscuridad… no se por cuanto tiempo mas pueda seguir tomando un café con esos oscuros acosadores sin volverme loco, o volviendo a una cordura que no deseo… ya me cuesta distinguir entre la una y la otra… cada vez me convenzo más de que veo cosas que no ven los demás… que escucho más allá de los acordes… que pienso más en las historia detrás de cada objeto que en los objetos en si, y que me conmuevo cada día más con cosas simples que nadie puede apreciar pero que ami me tocan profundamente el alma… mi mente se pierde un poco más cada día… quizá estoy volviéndome un poco loco…. O estoy volviéndome cuerdo… tengo miedo de que mi mente este perdiéndose en un sitio al que no estoy invitado...

De entre la niebla de mis recuerdos, llega algo… un sonido… lejano, pero cercano y fuerte… que graciosas se hacen las metáforas algunas veces… creo que escribiré un libro de metáforas de mi vida… un sonido lejano, pero cercano... y fuerte... que descripción esta! Y aún así, acertada en los límites de mi mente caótica...
Con ese sonido cada árbol que rodea mi casa en aquella finca parece cantar… viajo al pasado en un segundo. Un árbol canta y los demás le responden… aunque hay miles de sonidos diferentes, todos son un mismo sonido… es un universo entero unido en un solo canto… “son la cigarras”, me dice amorosamente mi papá, el artista, mi ídolo, mi protector, mi maestro, mi guardaespaldas… -Y por que hacen ese ruido?- le pregunto - “después de años bajo tierra, han salido a cantar. Cantan sobre los árboles para cambiar su piel y ser más hermosas. Luego se amarán, y tras amar, dejarán sus huevos donde puedan para morir…”

Aquella historia me pareció tan triste, y al mismo tiempo hermosa, que aunque no podía entenderla, podía sentirla. Amar, para morir... Tendría otro sentido la vida más que eso?

Hoy, por un momento pude escuchar de nuevo ese canto sobre los árboles, el canto de miles de cigarras… de nuevo, a miles de millas de aquella casa de campo que me enseñó los tesoros más grandes y que ahora ya solo existe guardada en algunos fotogramas de mi memoria en un lugar especial que visito con indescriptible nostalgia de vez en cuando, el canto de los árboles que conversan y cantan canciones en un idioma tan antiguo como la creación misma llenó el aire y su canto llegó a mí… estas cigarras han tardado 17 años en hacer este canto que escuché hoy… pronto conocerán el amor, y su descendencia seguirá el camino que la vida les ha preparado… han pasado 17 años bajo tierra, ciegas, sin alas… cuando salen de la tierra por fin, es la primera vez que ven el mundo, por vez primera ven la luz, por vez primera volarán y conocerán la libertad… pero en unos pocos días morirán después de reproducirse… su canto, es el canto del nacimiento y al mismo tiempo un himno de muerte… dentro de 17 años, la nueva generación de cigarras que dejarán estas que hoy escucho darle voz a los árboles saldrá de nuevo al mundo a cantar, como lo hicieron esos amorosos padres que no conocieron jamás… tal vez el canto de las cigarras no es más que el llamado de los hijos a sus padres para que los busquen en esos últimos momentos de vida que les quedan… al igual que sus ancestros, cantarán para conocer el amor, y finalmente morir… cantarán por el amor y por la muerte, y su canto le dará voz a los árboles, que contarán historias entre sí, como testigos del tiempo de los hombres, que solo cuando están al final de su vida comprenden el valor de los verdaderos tesoros y al igual que las cigarras, por primera vez ven la luz y abren sus alas… Que honor haber escuchado ese canto hoy… me llevó a aquel fotograma en la casa de montaña donde fui feliz, donde un grande me abrazaba y yo no entendía que aquello era un tesoro que un día no tendría… hay días buenos y otros que no lo son tanto. Hoy, para mi, es un día de canto de cigarras, y no se si eso es bueno o es triste… lo que si se, es que tendrán que pasar 17 años más para volver a escuchar ese canto tan hermoso… ojalá pueda vivir para escucharlas cantar una vez más y que su canto de hoy sea un presagio que traiga a mi uno de los tesoros más grandes que tengo, para contarle como una vez escuché a estas cigarras anunciando su pronta llegada y escuchemos una vez más las canciones que los árboles cantan suavemente a quienes saben escuchar…

Jose Calabres

EL VIOLIN. PARTE 1

Cuando tenía unos 6 años de edad, me sentí profundamente atraído por la música. Recuerdo que en casa teníamos uno de esos equipos de sonido ...