domingo, 27 de diciembre de 2020

2020


Desde hace algunos días he estado un poco alejado del teclado y las noticias. Me he querido dar un respiro del caos por un rato, buscando en este retiro un poco de paz y sosiego para terminar este año.

He tenido gracias a esa decision un poco de tiempo para pensar. Me gusta usar el tiempo para pensar sobre muchas cosas. Suelo tener muchas preguntas y grandes discusiones con mi yo interno cada vez que tengo oportunidad. En mi trabajo, mientras hago lo que hago, en mis rutinas diarias, suelo conversar mentalmente conmigo mismo e intento darle respuesta a las muchísimas preguntas que siempre me hago respecto a la naturaleza humana. Siempre me cuestiono el por que actuamos como actuamos, como personas, como especie, como sociedad, y me veo tentado a creer que si logro entender estos comportamientos podré entonces encontrar en cierta forma una manera de solucionar esos conflictos diarios que solemos vivir… por alguna razón que aún desconozco, siento muchas veces, sino las mas, la imperiosa necesidad de tratar de ayudar a quien esté deprimido o angustiado, como si fuese esa una suerte de retribución a la vida por cualquier daño que haya hecho a otros… reconozco que en el fondo, soy yo quien esta siempre angustiado y quizá un poco deprimido, por lo que mi actitud no es mas que un reflejo en defensa de mi propia realidad.

Este año no ha sido quizá el más provechoso para muchos. No ha sido ciertamente el más feliz para nadie. He estado pensando mucho en eso estos días, puesto que se acerca el final de esta vuelta al sol. Sin embargo, he notado algo importantísimo que a veces pasa desapercibido por la ilusión de la oscuridad que nos rodea en el día a día.

Si bien pasamos un año lleno de noticias y sucesos angustiantes a nivel mundial, no es menos cierto que las perspectivas de muchas cosas cambiaron para abrirnos los ojos ante eso que antes no lográbamos entender bien, como el miedo y lo real que puede llegar a ser la muerte.

Es así cómo llegamos a permanecer encerrados por meses. Aunque el virus solo es mortal para 3 de cada 100 infectados, comprendimos también que no hace falta que mueran 100 de 100 para que el terror nos paralice por igual, porque la vida es mas valiosa de lo que pensábamos cuando la muerte solo era algo que veíamos en series de TV o en las noticias. A veces necesitamos recibir un poco de realidad en dosis directas para comprender que lo verdaderamente valioso ha estado frente a nuestros ojos siempre, aunque no lo notemos, como ese saludo del vecino en la mañana, o la invitación a un café con ese amigo querido.

Este encierro nos hizo entender que detrás de cada noticia que leemos con indiferencia a diario, hay una familia de verdad sufriendo, y que ese dolor nos puede tocar a nosotros también en cualquier momento.

Nos hizo entender que al cuidarnos, estamos salvando la vida de otros, y que EL OTRO también es importante para NOSOTROS.

Hemos visto como poder cantar en un balcón es un milagro digno de agradecer, y que esa canción que llega desde otro sitio por la ventana nos puede llenar el alma con una tibieza que no podíamos imaginar nos hiciera tanta falta… nos hizo entender que poder respirar es un regalo de la divina providencia, y que cada respiro es un himno a la vida… que recibir a un amigo, o poder abrazarnos, es algo que extrañaríamos hasta el infinito… 

Recordamos que no hace falta tener un estudio de television con cámaras de alta definición para mostrar lo que en verdad es importante y conmovedor. Vimos como esos que llamamos “gente esencial” no son los grandes empresarios millonarios, ni las estrellas de redes sociales, sino ese gran ejercito anónimo que nadie notaba, y que son los que nos llevan la comida, los que sanan a los enfermos, los que cocinan, los que atienden las farmacias, los abastos y supermercados, los que empaquetan alimentos, los que trabajan en el correo, los niños que visitan a sus abuelos a través de una ventana solo para verlos sonreír y hacerles saber que no están solos… son esos que salvaron animales en los incendios de Australia, o que fueron voluntarios para ayudar a sus vecinos en momentos de necesidad y de los que nadie habla… los invisibles… los verdaderamente esenciales para la vida… los imprescindibles…

Aprendimos que compartir la mesa con nuestras familia es algo que no todos pueden hacer, y que ese sentimiento amargo de la silla vacía, que para algunos es algo temporal, para muchos otros es una realidad diaria, y que ese vacío no se llena con nada… aprendimos que tener un trabajo es una bendición, sin importar el que sea, porque pone comida en nuestra mesa y nos permite ayudar a quien podamos. Que ayudar a otros, nos llena el alma más que recibir cualquier regalo, y que no hay cosa mas valiosa en la vida que el calor del beso y el abrazo de esa persona a quien tanto queremos.

Aprendimos que el internet puede, aunque sea por medio de una pantallita, unirnos con quienes amamos a miles de kilómetros de distancia, y que esas millones de almas fragmentadas por el mundo son muchas más de las que pensábamos, pero que ser parte de esa comunidad nos convierte al mismo tiempo en una gran familia en la que todos compartimos los mismos sentimientos, y en cierta forma, eso nos une. 

Hoy quizá entendemos un poco más que ver a quien queremos aunque sea en un celular en el que la imagen se congela a cada segundo vale mas que cualquier regalo bajo el árbol de navidad, y que escuchar esa voz entrecortada muchas veces, es como recibir una caricia en el alma…

Ante tanta incertidumbre, hemos quizá comprendido un poco que todos formamos parte de una misma aldea global, una gran aldea, en la que todos luchamos por un mismo fin, ser felices.

He descubierto este año que quiero ser un mejor yo. No es fácil descubrir que he estado equivocado en muchas cosas durante mucho tiempo, pero quiero hacer el mejor esfuerzo por asumir de nuevo la vida con un nuevo punto de vista, donde las cosas no giren solo en torno a mi, sino al NOSOTROS, como personas, como sociedad, como mundo… estoy convencido que si cada uno de nosotros aprende a ser mas solidario con los demás, el mundo será mucho mejor. Comenzaré por mí, y tal vez un día, logre aportar un poco mas a ese mundo que tanto he querido ver, en el que la paz, la justicia, la igualdad y la felicidad sean más normales que hoy.

He descubierto que la generación que viene detrás de mí, representa un futuro lleno de esperanza, de gratitud, de nuevas ideas, de libertades y de grandes personas. Son ellos quienes piensan en los derechos de los demás, en el ambiente, en los animales, en la libertad… lo hacen por convicción, y no por conveniencias o posiciones políticas, y eso me llena de esperanzas buenas y de alegría. Cuando escucho a mi hija hablar de la vida y el mundo, no puedo dejar de conmoverme al descubrir en ella a un ser tan lleno de luz… me parece increíble que yo forme parte de su vida y de lo que es hoy en día… mucho más me maravilla que quizá yo haya aportado algo al maravilloso ser que definitivamente será en el futuro… Creo que su mundo será mas brillante que el nuestro, y no hay nada más que desee para el futuro en el que vivirán ella y mis nietos…

Que el venidero año nos siga enseñando el valor de los tesoros que tenemos frente a nuestros ojos y nos siga convirtiendo en mejores personas. Que podamos entender más claramente que no podemos controlar lo que pasa en nuestras vidas por más que lo intentemos, pero que si podemos aprender a disfrutar de cada momento que la vida nos regala, porque ahí está la clave para ser felices, y que cada momento compartido con ese ser que amamos sea pleno y se convierta en un hermoso recuerdo tatuado en el alma… que quienes nos rodean, sean felices al vernos llegar, y que cuando llegue el día en el que ya no estemos, seamos recordados con amor… lo demás, es solo decoración. Los quiero.

Jose Calabres.

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