sábado, 20 de octubre de 2012

DE LA ÉTICA , FREUD Y LACAN




Hoy, hojeando alguno que otro material de lectura de esos que encuentras y rescatas después de algún tiempo perdido, me he encontrado con algunos textos de aquel francés Psiquiatra Jacques-Marie Émile Lacan. Y aunque no soy cercano a la Psiquiatría más que como un paciente crónico de algún desorden psíquico, debo aceptar que los seminarios de este señor son de verdad objetos deleitables para el que los lee y los discierne.

Entre algunas de sus notas, Lacan nos cuenta de las diferentes problemáticas con las que se encuentra la comunidad de los psicoanalistas debido a un problema extensivo no solo a esta curiosa y enigmática rama de la medicina, sino a prácticamente cualquier ámbito.

Lacan nos confía de una manera bastante clara como las creencias quizá más fundamentales del psicoanálisis fundamentadas en las teorías de Sigmund Freud pueden tener variables de considerable importancia si el analista incluye dentro de sus propias fundamentaciones aspectos de su propia conveniencia o experiencia como medida modelo. Y aquí es donde la pregunta que plantea Lacan se hace extensiva a cualquier ámbito: "Basándonos en los 5 estudios psicoanalíticos de Freud, si el analista debe llevar a un paciente a un estado de normalidad mediante su técnica, ¿quien mide la normalidad?, ¿será entonces la normalidad medida por el analista y su concepto de normalidad?.
Ese razonamiento me hizo pensar en que este problema es en verdad un problema de ética, más que de "ego freudiano". La profundización de este problema va más allá de cualquier propuesta netamente Lacaniana.

En el medio en el que me he desenvuelto desde hace unos cuantos años y que no es otro que el de los medios de comunicación, sobre todo en ámbitos politizados, he podido notar como se ha "polarizado radicalmente" la posición de tal o cual periodista por ejemplo. Y es que no es secreto para nadie que algunos periodistas se convierten en una suerte de Rockstars no por sus capacidades humanas o profesionales, sino por sus actitudes "reaccionarias" por ejemplo. Un caso que seguramente podrán ubicar sin problema sería el del Lic. Pedro Carvajalino, un joven periodista que pasó de la oscuridad absoluta en un canal de televisión prácticamente rural al estrellato en el canal del estado VTV no por ser buen crítico, o excelente moderador, ni por ser un periodista de dotes excepcionales, sino por haber llamado de manera irrespetuosa y poco ética a un directivo de Globovisión "Palangrista" en el aeropuerto de Maiquetía cuando el directivo arribaba de un vuelo proveniente de Panamá. A partir de ese momento, este joven se convirtió en una estrella de rock del medio periodístico de izquierda que lo convirtió en una suerte de irreverente al que aplauden cualquier cosa que diga, y que este a su vez lo hace para complacencia de quienes le aplauden tal actitud "rocanrolera".

Y es que en ese punto Lacan planteó un tema de gran delicadeza. Ahí es donde la " Ética" hace gala. Un periodista, y no con ello me refiero necesariamente al caso del señor Carvajalino, a quien solo he usado de ejemplo (y no un ejemplo del bien actuar por cierto), sino de cualquiera que ostente la profesión aunque sea de modo empírico, debería, y esto lo digo muy a mi parecer personal, actuar siempre en función de un cierto código moral y ético, en el que por cuestiones de lógica se debería ostentar como máxima premisa de su hacer cotidiano profesional un elemento casi inexistente, al menos en esta tierra de Dios, y que no es otro que "la justicia en sus palabras", o como le ha dado a esta modernidad llamarle "la veracidad".

Pero es que esta justicia implícita en cualquier praxis de cualquier profesión debería ser nuestra bandera. Debería ser nuestra bandera en el que hacer en cualquier aspecto de nuestra vida diaria.

Estoy muy lejos de ser periodista. Pido las más sinceras disculpas a mis queridos amigos periodistas que leen esto y quizá no les guste mi punto de vista. Acepten por favor mis disculpas y concédanme un poco de libertad para solo exponer una humilde, muy humilde opinión personal. El mismo ruego hago a los profesionales del mundo Psicoanalítico. Lacan me ha puesto a pensar hoy.

Si un periodista debe informar, o quizá opinar sobre un tema o situación, teniendo la única ABSOLUTA CERTEZA existente en nuestro mundo y que no es otra que el hecho de "no tener la verdad absoluta" (puesto que esa verdad tan buscada por la humanidad desde tiempos inmemoriales por civilizaciones enteras sencillamente NO EXISTE por que dependerá del punto de vista desde el que observemos una situación), tomar una posición parcializada podría interpretarse como una mala praxis, salvo que dicha opinión no sea como profesional, y aún así, dicha parcialización puede poner en entredicho su capacidad profesional.

De ahí que me parezca muy acertada la interrogante de Lacan con respecto a quien mide la "normalidad". Si lo llevamos al plano periodístico, podríamos afirmar entonces que Carvajalino es el más agudo, ocurrente, sagaz e ingenioso periodista por sus "acertados comentarios", pero condicionalmente solo si aceptamos que la única certitud la tiene el gobierno al cual este periodista ha dedicado su profesionalidad de la manera más servil. Caso inverso podríamos entonces otorgar el titulo al famoso Ciudadano, por decir alguien. El problema de la interrogante Lacaniana entonces radica en su propio fundamento: ¿quien mide la normalidad?, o más allá, ¿cuál es el testigo a tomar en cuenta para establecer un punto inicial de normalidad o veracidad?. Aquí es donde nos podemos dar cuenta que no existe tal testigo de justicia para medir las consecuencias más allá de una convención social mayormente aceptada que define que "todo depende del cristal con que se mire", lo cual si bien es cierto, al menos convencionalmente hablando, nos daría como agregado que cualquier periodista que afirme que una posición X está equivocada, que obra de mala manera, o que es apátrida por no compartir ideales de otra posición no está solamente parcializado de manera profesionalmente descarada e inmoral, seguramente deliciosa para un estudio por parte del memorable Sigmund.

Pero no solo a los periodistas les aplica este razonamiento, sino a médicos, mecánicos, policías, jueces, abogados, etc. puesto que cada decisión en nuestra vida debe ser tomada desde nuestro EGO, que es esa parte consiente de nuestra mente que analiza la situación, los posibles efectos en el medio y se encarga de tomar una sentencia. Para ser justos, no podemos simplemente tomar una posición radical. Deberíamos estar dispuestos a ser neutrales en medida de lo posible y buscar una solución coherente a los problemas que enfrentamos. No hacerlo es entregarnos por completo a esa parte irracional y completamente animal que nos convierte en seres irracionales dominados por un cerebro reptiliano.

No puedo asegurar el origen de la profesión periodística (y debo disculparme con ustedes mis lectores, por insistir con los periodistas, pero son los profesionales con los que más he compartido en mi vida profesional) pero puedo suponer que cada uno de nosotros desde que tenemos conciencia humana tenemos en nosotros un poco de periodista, pues es al parecer inherente a nuestras actividades sociales la comunicación de "noticias o novedades de los que nos rodean". Pero ese faranduleo social es un poder muy fuerte. La labor del periodista lo ha convertido precisamente en la voz de aquellos que no tienen voz, en el oído de aquellos a los que nadie escucha. El periodista no es solo el que reporta un incidente, sino el que reclama un problema ante los poderosos y pone en evidencia las dolencias de una sociedad cada vez más compleja, y se convierte entonces en un representante de aquellos que no pueden defenderse. El periodista es una suerte de Robin Hood, aunque sin la parte de robar a nadie XD. Si esta es la premisa más básica de la profesión, poner su voz, su letra, su razón, su protesta al servicio de un privilegio, de un poder, y ponerle precio a su ética y su moral profesional no puede ser catalogado más que como algo deplorable. Pero no es fácil sencillamente ser "recto" y ya. Lacan afirma que aunque Freud apunta a que todo radica en el "Yo", si se estudia más profundamente, el Yo no es más que el resultado de un cúmulo de circunstancias y vivencias que forman un patrón de interpretación del mundo, con lo que el YO se convierte no en el centro del problema, sino en un "síntoma" de ese problema. El periodista que pone sus servicios en venta se debe a muchos "sintomas".

Para Freud, lo importante en si no era que el paciente "recordara todos los eventos de su pasado", puesto que según Lacan, al referirse a Freud, la historia no es lo pasado, sino lo recordado como vivencia. Lo verdaderamente importante es la manera en la que ese pasado es "estructurado" en el recuerdo. Es entonces cuando el analista toma interés en los pequeños detalles que llevan a la estructuración de ese pasado para establecer la técnica. La relación entonces entre el analista y el paciente se convierte así no en una simbiosis de 2 vías paciente-analista, sino de 3: paciente-analista-análisis. Sin embargo el analista rara vez está consonante entre su análisis teórico y su técnica, permitiéndose muchas veces inferir en el análisis contaminando el mismo con porciones personalista de su propio ego.

Esto me hizo pensar en que las relaciones sociales se basan precisamente en este principio, entendiendo que nuestra relación con el "ello", que es la sociedad fuera de nuestro "Yo", depende en gran manera de como interpretamos nuestra relación con ese "ello" desde nuestra propia perspectiva individual, la cual a su vez se define en función de vivencias propias y reacciones ante los estímulos que ese "ello" nos brinda. Pero al igual que lo que plantea Lacan, nuestra moral y nuestra ética raras veces son consonantes con nuestro que hacer. Y es entendible hasta cierto punto. Estamos bastante lejos de los 1900 de Freud. Nuestro mundo no es el mismo de aquellos 1950 cuando Lacan analizaba los escritos de Freud en seminarios. Nuestra era al parecer está siendo fuertemente dominada por altos flujos de información proveniente de todas partes. Es demostrable que nuestra percepción del mundo y la sociedad que nos rodea está influenciada por los medios de comunicación masivos si de manera sistémica seguimos tendencias de moda, gustos musicales, etc.Esto pone en una delicada posición la ética y la moral de todos los que intervenimos en los procesos creativos y de difusión de información en una u otra manera. Pero entonces ¿se puede ser ética y moralmente correcto al denunciar algo y aún así ser incisivo y justo?. Supongo que para dar la respuesta tendré que ir 5 años a la universidad y estudiar Comunicación Social… o Psicología…

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