Hoy, hojeando alguno que otro
material de lectura de esos que encuentras y rescatas después de algún tiempo
perdido, me he encontrado con algunos textos de aquel francés Psiquiatra
Jacques-Marie Émile Lacan. Y aunque no soy cercano a la Psiquiatría más que
como un paciente crónico de algún desorden psíquico, debo aceptar que los
seminarios de este señor son de verdad objetos deleitables para el que los lee
y los discierne.
Entre algunas de sus notas, Lacan
nos cuenta de las diferentes problemáticas con las que se encuentra la
comunidad de los psicoanalistas debido a un problema extensivo no solo a esta
curiosa y enigmática rama de la medicina, sino a prácticamente cualquier
ámbito.
Lacan nos confía de una manera
bastante clara como las creencias quizá más fundamentales del psicoanálisis
fundamentadas en las teorías de Sigmund Freud pueden tener variables de
considerable importancia si el analista incluye dentro de sus propias
fundamentaciones aspectos de su propia conveniencia o experiencia como medida
modelo. Y aquí es donde la pregunta que plantea Lacan se hace extensiva a
cualquier ámbito: "Basándonos en los 5 estudios psicoanalíticos de Freud,
si el analista debe llevar a un paciente a un estado de normalidad mediante su
técnica, ¿quien mide la normalidad?, ¿será entonces la normalidad medida por el
analista y su concepto de normalidad?.
Ese razonamiento me hizo pensar
en que este problema es en verdad un problema de ética, más que de "ego
freudiano". La profundización de este problema va más allá de cualquier
propuesta netamente Lacaniana.
En el medio en el que me he
desenvuelto desde hace unos cuantos años y que no es otro que el de los medios
de comunicación, sobre todo en ámbitos politizados, he podido notar como se ha
"polarizado radicalmente" la posición de tal o cual periodista por
ejemplo. Y es que no es secreto para nadie que algunos periodistas se
convierten en una suerte de Rockstars no por sus capacidades humanas o
profesionales, sino por sus actitudes "reaccionarias" por ejemplo. Un
caso que seguramente podrán ubicar sin problema sería el del Lic. Pedro
Carvajalino, un joven periodista que pasó de la oscuridad absoluta en un canal
de televisión prácticamente rural al estrellato en el canal del estado VTV no
por ser buen crítico, o excelente moderador, ni por ser un periodista de dotes
excepcionales, sino por haber llamado de manera irrespetuosa y poco ética a un
directivo de Globovisión "Palangrista" en el aeropuerto de Maiquetía
cuando el directivo arribaba de un vuelo proveniente de Panamá. A partir de ese
momento, este joven se convirtió en una estrella de rock del medio periodístico
de izquierda que lo convirtió en una suerte de irreverente al que aplauden
cualquier cosa que diga, y que este a su vez lo hace para complacencia de
quienes le aplauden tal actitud "rocanrolera".
Y es que en ese punto Lacan
planteó un tema de gran delicadeza. Ahí es donde la " Ética" hace
gala. Un periodista, y no con ello me refiero necesariamente al caso del señor
Carvajalino, a quien solo he usado de ejemplo (y no un ejemplo del bien actuar
por cierto), sino de cualquiera que ostente la profesión aunque sea de modo empírico,
debería, y esto lo digo muy a mi parecer personal, actuar siempre en función de
un cierto código moral y ético, en el que por cuestiones de lógica se debería
ostentar como máxima premisa de su hacer cotidiano profesional un elemento casi
inexistente, al menos en esta tierra de Dios, y que no es otro que "la
justicia en sus palabras", o como le ha dado a esta modernidad llamarle
"la veracidad".
Pero es que esta justicia
implícita en cualquier praxis de cualquier profesión debería ser nuestra
bandera. Debería ser nuestra bandera en el que hacer en cualquier aspecto de
nuestra vida diaria.
Estoy muy lejos de ser periodista.
Pido las más sinceras disculpas a mis queridos amigos periodistas que leen esto
y quizá no les guste mi punto de vista. Acepten por favor mis disculpas y
concédanme un poco de libertad para solo exponer una humilde, muy humilde
opinión personal. El mismo ruego hago a los profesionales del mundo
Psicoanalítico. Lacan me ha puesto a pensar hoy.
Si un periodista debe informar, o
quizá opinar sobre un tema o situación, teniendo la única ABSOLUTA CERTEZA existente
en nuestro mundo y que no es otra que el hecho de "no tener la verdad absoluta"
(puesto que esa verdad tan buscada por la humanidad desde tiempos inmemoriales
por civilizaciones enteras sencillamente NO EXISTE por que dependerá del punto
de vista desde el que observemos una situación), tomar una posición
parcializada podría interpretarse como una mala praxis, salvo que dicha opinión
no sea como profesional, y aún así, dicha parcialización puede poner en
entredicho su capacidad profesional.
De ahí que me parezca muy
acertada la interrogante de Lacan con respecto a quien mide la
"normalidad". Si lo llevamos al plano periodístico, podríamos afirmar
entonces que Carvajalino es el más agudo, ocurrente, sagaz e ingenioso
periodista por sus "acertados comentarios", pero condicionalmente
solo si aceptamos que la única certitud la tiene el gobierno al cual este
periodista ha dedicado su profesionalidad de la manera más servil. Caso inverso
podríamos entonces otorgar el titulo al famoso Ciudadano, por decir alguien. El
problema de la interrogante Lacaniana entonces radica en su propio fundamento: ¿quien
mide la normalidad?, o más allá, ¿cuál es el testigo a tomar en cuenta para
establecer un punto inicial de normalidad o veracidad?. Aquí es donde nos
podemos dar cuenta que no existe tal testigo de justicia para medir las
consecuencias más allá de una convención social mayormente aceptada que define
que "todo depende del cristal con que se mire", lo cual si bien es
cierto, al menos convencionalmente hablando, nos daría como agregado que
cualquier periodista que afirme que una posición X está equivocada, que obra de
mala manera, o que es apátrida por no compartir ideales de otra posición no
está solamente parcializado de manera profesionalmente descarada e inmoral, seguramente
deliciosa para un estudio por parte del memorable Sigmund.
Pero no solo a los periodistas
les aplica este razonamiento, sino a médicos, mecánicos, policías, jueces,
abogados, etc. puesto que cada decisión en nuestra vida debe ser tomada desde
nuestro EGO, que es esa parte consiente de nuestra mente que analiza la
situación, los posibles efectos en el medio y se encarga de tomar una sentencia.
Para ser justos, no podemos simplemente tomar una posición radical. Deberíamos
estar dispuestos a ser neutrales en medida de lo posible y buscar una solución
coherente a los problemas que enfrentamos. No hacerlo es entregarnos por
completo a esa parte irracional y completamente animal que nos convierte en seres
irracionales dominados por un cerebro reptiliano.
No puedo asegurar el origen de la
profesión periodística (y debo disculparme con ustedes mis lectores, por
insistir con los periodistas, pero son los profesionales con los que más he compartido
en mi vida profesional) pero puedo suponer que cada uno de nosotros desde que
tenemos conciencia humana tenemos en nosotros un poco de periodista, pues es al
parecer inherente a nuestras actividades sociales la comunicación de
"noticias o novedades de los que nos rodean". Pero ese faranduleo social
es un poder muy fuerte. La labor del periodista lo ha convertido precisamente
en la voz de aquellos que no tienen voz, en el oído de aquellos a los que nadie
escucha. El periodista no es solo el que reporta un incidente, sino el que
reclama un problema ante los poderosos y pone en evidencia las dolencias de una
sociedad cada vez más compleja, y se convierte entonces en un representante de
aquellos que no pueden defenderse. El periodista es una suerte de Robin Hood, aunque
sin la parte de robar a nadie XD. Si esta es la premisa más básica de la
profesión, poner su voz, su letra, su razón, su protesta al servicio de un
privilegio, de un poder, y ponerle precio a su ética y su moral profesional no
puede ser catalogado más que como algo deplorable. Pero no es fácil
sencillamente ser "recto" y ya. Lacan afirma que aunque Freud apunta
a que todo radica en el "Yo", si se estudia más profundamente, el Yo
no es más que el resultado de un cúmulo de circunstancias y vivencias que
forman un patrón de interpretación del mundo, con lo que el YO se convierte no
en el centro del problema, sino en un "síntoma" de ese problema. El
periodista que pone sus servicios en venta se debe a muchos
"sintomas".
Para Freud, lo importante en si
no era que el paciente "recordara todos los eventos de su pasado",
puesto que según Lacan, al referirse a Freud, la historia no es lo pasado, sino
lo recordado como vivencia. Lo verdaderamente importante es la manera en la que
ese pasado es "estructurado" en el recuerdo. Es entonces cuando el
analista toma interés en los pequeños detalles que llevan a la estructuración
de ese pasado para establecer la técnica. La relación entonces entre el
analista y el paciente se convierte así no en una simbiosis de 2 vías
paciente-analista, sino de 3: paciente-analista-análisis. Sin embargo el
analista rara vez está consonante entre su análisis teórico y su técnica, permitiéndose
muchas veces inferir en el análisis contaminando el mismo con porciones
personalista de su propio ego.
Esto me hizo pensar en que las
relaciones sociales se basan precisamente en este principio, entendiendo que
nuestra relación con el "ello", que es la sociedad fuera de nuestro
"Yo", depende en gran manera de como interpretamos nuestra relación
con ese "ello" desde nuestra propia perspectiva individual, la cual a
su vez se define en función de vivencias propias y reacciones ante los estímulos
que ese "ello" nos brinda. Pero al igual que lo que plantea Lacan,
nuestra moral y nuestra ética raras veces son consonantes con nuestro que hacer.
Y es entendible hasta cierto punto. Estamos bastante lejos de los 1900 de
Freud. Nuestro mundo no es el mismo de aquellos 1950 cuando Lacan analizaba los
escritos de Freud en seminarios. Nuestra era al parecer está siendo fuertemente
dominada por altos flujos de información proveniente de todas partes. Es demostrable
que nuestra percepción del mundo y la sociedad que nos rodea está influenciada
por los medios de comunicación masivos si de manera sistémica seguimos
tendencias de moda, gustos musicales, etc.Esto pone en una delicada posición la
ética y la moral de todos los que intervenimos en los procesos creativos y de
difusión de información en una u otra manera. Pero entonces ¿se puede ser ética
y moralmente correcto al denunciar algo y aún así ser incisivo y justo?.
Supongo que para dar la respuesta tendré que ir 5 años a la universidad y
estudiar Comunicación Social… o Psicología…
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