viernes, 26 de diciembre de 2025

MARIA CORINA: LA MUJER QUE LOGRO DOBLARLE EL BRAZO AL CÁRTEL

 


Hay hechos políticos que no necesitan interpretación sino memoria, y hay memorias que el cartel intenta borrar porque duelen más que cualquier sanción. La reciente desaparición total de la página del CNE y de todos los registros electorales de elecciones pasadas no es un detalle técnico, ni un desperfecto, ni una travesura digital. Es una confesión. Una monumental admisión de culpa que dejó al descubierto a un cartel que se escondió por décadas detrás de una apariencia frágil de democracia. 

Dijeron que los resultados electorales se publicarían en días, después del supuesto hackeo desde “Macedonia del norte”. Pero más de un año después, no hay nada. En cambio, el comando de MCM publicó MILLONES DE ACTAS firmadas apenas horas después de la elección, y cada acta es 100% verificable. 

El cartel narcoterrorista que se jactaba de tener el mejor sistema electoral del mundo, ahora dice que no tienen por que mostrar actas y que en ninguna parte de la ley dice que deben hacerlo. Pero eso también es mentira. El articulo 22 de la ley de procesos electorales es clara: “SE DEBEN PROCLAMAR Y PUBLICAR LOS RESULTADOS EN NO MAS DE 30 DIAS”.

Este hecho no es más ni menos que una evidencia irrebatible de que María Corina Machado no solo arrasó en las primarias, sino que derrotó al régimen en su propia cancha, usando sus propias reglas, empujando la historia con tal contundencia que ni el Cartel de los Soles con toda su maquinaria represiva y el control de instituciones pudo disimular el golpe.

La victoria presidencial lograda a través de Edmundo González Urrutia fue una jugada quirúrgica para esquivar las trampas y las inhabilitaciones del régimen. Pero no fue solo un triunfo político: fue un acto de fuerza simbólica. Una demostración de que la maquinaria del narcoestado, con todas sus armas, sus tentáculos y su capacidad de intimidación, no pudo contener la voluntad de un país que decidió votar incluso sabiendo que hacerlo podría costarles la libertad o la vida.

Por eso borraron la data.

Porque cualquier cifra contrastada con las que mostró el comando de Machado horas después de la elección habría sido un espejo para comparar datos y los dejaría desnudos (más).

Pero más allá del ruido internacional, del interés mediático por la posibilidad de que MCM reciba en persona su Nobel de la Paz, y del ritmo acelerado de los acontecimientos, hay una idea que todavía no termina de cuajar en el imaginario colectivo venezolano: Venezuela no está bajo una dictadura. Ni siquiera bajo un gobierno autoritario. Venezuela está hoy SECUESTRADA por un cartel narcoterrorista armado hasta los dientes y dispuesto a lo que sea para no perder el poder. Esto es fundamental entenderlo.

Como todo cartel criminal, este no opera bajo una lógica política. Aquí no hay elecciones “perdibles”, no hay relevos naturales, no hay negociación posible sin sangre derramada. Cada uno de los capos que sostiene a Maduro sabe que no tiene dónde esconderse, ni amnistía creíble, ni país dispuesto a recibirlos sin extradición inmediata. Ellos ya quemaron todos los puentes y por eso se aferran al poder con uñas, dientes, fusiles y propaganda.

Es muy probable que incluso el propio Maduro sea, a estas alturas, rehén de sus lugartenientes, porque él, al menos, podría negociar una salida. Pero los demás… los demás quedarán colgando como carne fresca expuesta al sol. Por eso no lo sueltan. Por eso lo obligan a seguir.

Y mientras tanto, dos generaciones enteras crecieron dentro de esta narcosombra. Generaciones que no conocieron otra cosa. Que no recuerdan un país distinto. Que han sido educadas en el miedo, la resignación y el reparto simbólico de culpas. Y junto a ellas, opera un ejército de cooperantes al servicio del cartel: desde los que cobran un sueldo miserable para repetir consignas, hasta los que se convierten en propagandistas por miedo a perder su cupo, su trabajo o su única bolsa de comida incluso si eso significa que ayudan al cartel a seguir oprimiéndolos. Una suerte de síndrome de Estocolmo mezclado con miedo y sinverguenzura.  

Estos cooperantes, asalariados del régimen en cuerpo y espíritu, se han convertido en especialistas del insulto. No argumentan, no explican, no debaten. Gritan, señalan, desvían. Insultan a la oposición, insultan a Estados Unidos y a cualquiera que intente poner orden en la conversación, pero jamás, jamás, mencionan lo esencial: Que Venezuela está destruida por un cartel narcoterrorista que secuestró al país hace casi tres décadas, que decenas de altos funcionarios del “gobierno” están hoy presos o prófugos por narcotráfico, lavado de dinero o terrorismo. Que han entregado los recursos del país no a “los enemigos del pueblo”, sino a Cuba, Nicaragua, Irán, Rusia, China, Corea del Norte, y un enjambre de dictaduras que votan a favor del régimen en organismos internacionales a cambio de petróleo, oro, coltán o favores. No mencionan que esos recursos que supuestamente defienden, desde hace casi 30 años no han llegado al pueblo, y que hoy un maestro gana 50 centavos de dolar al mes, que los hospitales se están derrumbando, que no hay luz, que tenemos el internet mas lento DEL MUNDO (peor que el de Cuba!), que desde hace mas de 26 años no se ha construido ni un nuevo hospital, que no hay comida en los cuarteles, ni en las escuelas, ni se pueden comprar medicinas, y que el 30% de la población ha tenido que migrar para poder alimentar a sus familias. Y eso, solo para nombrar algunas cosas.

Todo eso lo callan. Porque su trabajo no es informar: es desinformar. No es convencer: es confundir. No es construir opinión: es ensuciarla. No hay dinero para escuelas, pero hay millones para pagar ejercitos de trolls en redes sociales en varios países dedicados a perseguir publicaciones. Hasta en eso son malos. Sus trolls son obvios, y no solo no los hacen lucir mejor, sino como una horda de retardados con terrible ortografía. Al parecer, el Cartel piensa que escribir con faltas de ortografía a granel y llenar lineas de insultos absurdos los disfraza de “pueblo”, cuando en cambio los delata mas que nada. Parecen olvidar que la mayoría de los venezolanos cuentan con muy buena educación, a diferencia de los jerarcas del narcotrafico. 

Aún así, la esperanza de una Venezuela libre crece cada día más, porque ningún tumor es eterno, y ningún cartel dura para siempre por muy supremo que se crea. Lo que viene después será duro, sin duda. La reconstrucción de Venezuela será una operación espiritual, institucional, económica y cultural. Habrá que arrancar el tejido podrido, reconstruir huesos, nervios y memoria. Pero el país está despierto, y el mundo está mirando.

Lo que pasó en aquellas elecciones, aunque intenten borrarlo será recordado como el principio del fin, porque MCM no solo ganó, sino que demostró algo que el régimen jamás pensó posible: Que incluso un cartel narcoterrorista internacional puede ser derrotado cuando un país entero decide ponerse de pie. El caryel tiene armas, pero hay otras armas mucho más grandes ahora apuntandoles muy de cerca, y por primera vez en mucho tiempo, parecería que ese momento de ver la caída de los narcos no está muy lejos.


Jose Calabres

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