Hace unos días,
se hizo viral el video de Nicolás Maduro refiriéndose a los emigrantes
venezolanos que se encuentran en otros países “lavando pocetas”. ¿Lo dijo de
manera despectiva? ¿Quizá a manera de chiste? Supongo que alguien como él, con
su corta visión no pudo encontrar otro tipo de comentario para expresar la
preocupación que tiene.
Me he
cohibido desde hace días de hacer cualquier nota al respecto a la espera de que
se me enfriara un poco el corazón. No se debe hablar con el corazón ardiendo.
Es mejor esperar para pensar con cordura. Muchas veces decimos cosas que no son
si nos dejamos llevar por las pasiones.
A riesgo
de parecer a los ojos de muchos un apoyo al dictador, debo decir que en el
fondo (muy en el fondo… casi en el centro de la tierra), Maduro, dentro de su
infinita ignorancia, hizo ese desafortunado comentario con buena intención:
tratar de evitar que se sigan yendo los jóvenes.
Pero algo
mas preocupante es, sin embargo, el trasfondo detrás de esa frase. “LIMPIAR
POCETAS”. Esa frase resume, en dos palabras, la idiosincrasia, la historia y el
accionar social de toda nuestra trayectoria republicana y pre republicana como
venezolanos.
No nos
hagamos los santos. Fuimos MILLONES los que siempre dijimos mientras estábamos en
Venezuela “prefiero pasar hambre que ir a limpiar baños afuera”. Esa fue
nuestra visión siempre. Y está bien. Esa expresión que hoy nos suena tan
horrible, resumía un sentimiento de resiliencia. En el fondo pensábamos que si trabajábamos
más, que si protestábamos más, que si votábamos más, podríamos sacar adelante a
nuestras familias. No sé si pensábamos en sacar adelante AL PAÍS. No sé. Pero
ciertamente queríamos salir adelante al menos nosotros.
En un país
donde comer pan se convirtió en un lujo, tener papel de baño es un privilegio, y
tener un vehículo propio y andando es casi milagroso, tener un negocio propio o
un cargo medianamente bien pagado es cosa de cuento de hadas. El instinto de
supervivencia nos convirtió en animales básicos.
Tuvimos
que llegar al punto de ver como nuestros vecinos comen restos de comida de la
basura. Tuvimos que llegar al punto de no poder salir a la calle después de las
6 de la tarde para entender que con la libertad no se juega. Tuvimos que
despedirnos de nuestras familias para salir a otro país a “limpiar pocetas” y
enfrentarnos al peor de todos nuestros miedos, que no fue nunca otro más que “perder
el orgullo” de que nos reconocieran como “algo importante”, para entender,
tiempo después, que nuestro país está como está por culpa de nuestra ceguera.
“Estudia
para que no seas un barrendero” fue una frase con la que todos crecimos. Como
si el señor barrendero fuese un ser despreciable y digno de asco. No
comprendimos nunca que gracias a él nuestras calles estaban limpias y que su
trabajo, como cualquiera, no solo es necesario, sino digno y respetable como cualquier
otro. Solo tener que hacer este último comentario ya denota lo obtusos que
somos.
Hoy, ya no
hay barrenderos. Nuestras calles son depósitos de basura que refleja años de desidia.
Pero no desidia de autoridades, sino de desidia nuestra ante nuestro propio
futuro, porque esos que hoy mandan, los pusimos nosotros. Y si han hecho lo que
han hecho, es porque de una u otra manera, NOSOTROS los dejamos hacer. No vale
decir “YO NO VOTÉ POR ESOS!”, porque nuestra desidia fue la que permitió en primer
lugar que gente incapaz hubiese tenido la posibilidad de postularse a una
elección. Si hubiésemos sido más consientes, NUNCA se hubiese permitido que esa
gente que hoy gobierna hubiese llegado siquiera a postular sus nombres por
falta de credenciales. No podemos entonces culpar a quienes votaron por ellos.
No se les dio opciones.
Pero eso,
solo se entiende cuando sales del circulo podrido de miseria en el que estamos
hundidos como país. Mientras estamos hundidos en la desgracia, la desgracia y
la miseria se nos hacen comunes e invisibles. Cotidianas. Y no las vemos. No
hay con que comparar. No extrañaremos ni desearemos lo que no conocemos.
Después, un día salimos y vemos que afuera NADA es como nos lo han contado.
Solo
afuera nos damos cuenta de que el mundo siempre siguió girando y avanzando. En
unos sitios más rápido que en otros, pero siempre avanzando. Nosotros en
cambio, nos empeñamos en retroceder. Mientras en otros países se promovían
avances hacia el desarrollo de tecnologías, nosotros nos quejábamos de la falta
de agua, pero nos hicimos miles de chistes cuando el presidente nos mandó a “bañar
con totuma”. Y entre chiste y chiste, nos terminamos bañando con tobos. Y se
hizo tan normal que ya eso es lo “cotidiano”. Si hoy apareciera leche y huevos
a precios bajos y llenaran los anaqueles de harina PAN, la mitad de los problemas
del país se olvidarían. Así de básicos somos.
Mientras
el mundo avanzó y desarrolló la medicina, a nosotros nos metieron 5.000 casitas
de 40 metros cuadrados con cubanos que recetaban Paracetamol para todo, y que
hicimos?... chistes… Hoy, no tenemos salud, ni hospitales… no quedó ni
Paracetamol… nos acostumbramos a que no haya medicinas ni médicos.
Mientras
el mundo desarrolló métodos de producción y desarrollo de alimentos, nosotros
dejamos que se expropiaran millones de fincas, que se robaran los cultivos, que
nos metieran chinos, cubanos e iraníes en todo y que acabaran con la producción
para vendernos la suya. ¿Qué hicimos? Hicimos chistes. Para eso somos muy
buenos. Para jugar. Seguimos en las playas, en las parrillas de fin de semana y
en las bebederas con los amigos para montar las fotos en Instagram. No nos
importó. Éramos “los dueños de las reservas de petróleo más grandes del mundo”.
“Si suben los precios pues yo tengo que subir mis productos”, y así pensamos
que nada importaba porque estábamos bien.
Ahora
estamos despidiéndonos de todos, porque las reservas de petróleo mas grandes
del mundo no ponen comida en la mesa, ni le salvan la vida al familiar que está
enfermo. Y aunque muchos siguen de “rumba” en la playa o en las parrilladas de
fin de semana, ya se comienzan a dar cuenta que lo que hace unos años era
normal en Venezuela, y sigue siendo normal en cualquier parte, como comprar un
carro o una casa, o hacer mercado, en Venezuela son cosas imposibles. Hemos
cambiado la normalidad por interminables colas para ver “que llegó”.
La verdad
es, que aún en la situación en la que está Venezuela hoy, seguimos pensando en
lo mismo: RESOLVER PARA MI. “Si consigo comida o medicinas estoy bien”. No
pensamos en que hay que resolver para todos. No nos damos cuenta que si el
vecino hace algo mal nos afecta a todos en la comunidad. Que si el vecino es
malandro, hay que denunciarlo, apresarlo, o se convertirá en el azote de barrio
que después nos pondrá en toque de queda a TODOS. Que si el vecino es un
corrupto, debe ir preso, porque es el que se convertirá en el enchufado al que
habrá que pagarle para que nos permita tener acceso a medicamentos cuando
estemos enfermos. Que si nosotros no hacemos bien nuestro trabajo, el que sea,
también somos parte del problema y que cuando usted lanza basura por la
ventana, su carro queda limpio, pero le dañó la playa a MILES que ahora van a ir
a playas sucias. Esas son las playas sucias de las que USTED también se queja,
la que hace que usted culpa a la alcaldía y señale al gobierno de inepto, pero es USTED el que sigue botando basura por
la ventana.
Nuestro
miedo siempre fue “no ser el barrendero”, o “el limpia pocetas” de otro. Maduro
sabe que un país sin fuerza laboral no puede salir adelante. Pensar que al
gobierno le conviene que se vaya la gente es ser ciego. Al gobierno le conviene
gente que trabaje, que haga, que construya. Y así, cuando las cosas funcionen,
puede atribuir lo bueno a su propia gestión. Así es la política. A sabiendas de
que la gente está dejando el país, Maduro no ha hecho mas que referencia a algo
que está instalado en la mente de todos: “Si te vas, allá vas a limpiar pocetas,
pero aquí eres respetado, eres el doctor, o el licenciado, o el señor… ¿vas a
perder eso para ser cachifa?”.
Hay
quienes prefieren seguir siendo “el señor o la señora” que limpiar pocetas. Se
sienten superiores al limpia pocetas porque consideran que aquel está humillado,
sin darse cuenta que el que limpia pocetas escoge que comer, no le agacha la
cara a un soldado ni mendiga un pollo, y puede salir con sus hijos a jugar en
un parque sin que los maten. Pero tampoco es culpa de muchos ser así de ciegos.
Es una cuestión “histórica”.
Sucede que
los venezolanos somos en buena parte gente muy preparada, aunque con una
autoestima destruida y un ego a años luz de la tierra. Paradójicos. Esquizofrénicos
si se quiere.
Venezuela
vivió durante siglos como un país sumamente rico. Fuimos hasta hace poco,
conocidos como la Venezuela Saudita, haciendo referencia a nuestra riqueza
económica bestial. Tan bestial, que Chávez pudo prácticamente vivir hasta su muerte
de esa riqueza, comprando países enteros como si fuesen fichas de monopolio.
Nuestra
casi infinita riqueza hizo que nuestras universidades fuesen gratuitas, y que
sus profesores fuesen becados y preparados en las mejores universidades del
mundo. Muchos grandes maestros en muchos campos fueron traídos al país para
construirlo. Así, en nuestro país, cualquiera es bachiller, o técnico superior
en algo, o licenciado en algo. Eso, en otros países no es tan común, ni tan
barato. Nuestra educación fue por décadas, gratuita y una de las mejores del
MUNDO. Como dato curioso, Guzmán Blanco en 1870 fue quien decretó la educación
pública y gratuita, no Chávez (para los que piensan que el comandante eterno
fue quien creo la vida y el universo).
En lo
social, estábamos acostumbrados a tener una señora de servicio en la casa a
diario. Varios carros en el estacionamiento. A hacer mercados de dos y tres
carritos llenos. A tomar güisqui 18 años. A hacer fiestas pomposas de 15 años,
o matrimonios en los clubes mas exclusivos. A las fastuosas cenas navideñas. A las
vacaciones en la playa a todo dar. Pero siempre nos pareció que “lo de allá
afuera es mas arrecho” y que “el gringo (que podría ser de cualquier
nacionalidad e igual le decimos gringo) es mejor y sabe mas”. Nos la damos de “gran
cosa”, pero agachamos la cabeza cuando viene alguien con acento extranjero. Siempre
preferimos el “Levis original” al pantalón hecho en Venezuela. Esto debe ser
resultado de nuestra autoestima destruida desde que los españoles golpeaban a
nuestras indígenas por mirarlos directamente a los ojos. Eso nunca se superó
supongo. Pero no podemos ir a ninguna parte sin esgrimir que “tenemos el mejor
país del mundo y nada es mas arrecho que Cayo Sombrero”. Supongo también que es
una manera psicológica de arraigarnos a algo que nos pertenece y nos recuerda
lo bonito cuando estamos limpiando la poceta de alguien más.
Es el
arraigo melancólico cuando enfrentamos el miedo al fracaso. Porque limpiar
pocetas al parecer, es símbolo de fracaso para muchos.
Cuando
salimos del país, no de vacaciones, sino a vivir, que es muy diferente,
comenzamos a comprender. Nos damos cuenta de que hay que ganarse la vida, y que
no importa si en Venezuela eras el ingeniero, en otro país eres “un extranjero
más”, y que aunque seas Einstein, si una empresa necesita un ingeniero,
contrata a uno de los MILLONES que se gradúan es las universidades de ese país
cada año. No te van a buscar A TI. Pero tienes cuentas que pagar. ¿Qué vas a
hacer?
Nos damos
cuenta cuando salimos, que los que se quedaron están MUCHO peor que nosotros,
porque tu hermano, el arquitecto, por mucho que trabaje y por muy buen cargo
que tenga, no pasará de ganar en un mes lo que tu ganas en un día, y a veces,
en una hora.
Nos damos
cuenta que afuera, en los países donde aunque también hay problemas, las cosas
funcionan, la gente respeta los semáforos. Que las tiendas tienen productos
afuera y no se los roban. Nos damos cuenta que podemos ir a un parque sin que
nos atraquen y en donde los juegos funcionan y no son maquinas de muerte para
niños. Que podemos montarnos en el Metro sin que te aplasten y te roben.
Comprendemos que dar el paso a alguien en la calle colabora a que todo esté
bien. Nos damos cuenta sorprendidos que aunque la gasolina es mas cara, las calles
son perfectas y que todo funciona como se supone debe funcionar. Y eso nos
gusta y nos sorprende. Y es lo primero que contamos cuando llamamos por
teléfono al que se quedó: “Acá te quedas loco de como las cosas funcionan! Nada
de eso del policía matraquero!”. Y así, nos volvemos, muchos, ciudadanos
modelos del país que nos acoge. Respetamos TODO lo que NUNCA respetamos en
nuestro país.
Sigue
habiendo algunos que en lugar de colaborar con las sociedades que los acogen, abonan
malas conductas y vicios de Venezuela, pero esos son una minoría. Esos son los
que se emborrachan cada fin de semana con un equipo de sonido a todo volumen hasta
las 5 am sin respetar al vecino que descansa. Son los “vivos” que terminan
siempre presos, y dejando malparados a los MILLONES que no somos como ellos. Pero
es que lo malo suena mas que lo bueno, lamentablemente, y un mal ejemplo se
hace mas viral que 20 buenos.
Al poco
tiempo de llegar, nos damos cuenta que eso de que somos “los bellos” del
continente es mentira, y que aquel titulo universitario lo puedes dejar bien
guardadito en tu casa, porque de nada te va a servir al menos por unos años. Y
así, llegamos a ese momento en el que alguien te dice: “Fulano esta buscando un
mesero o alguien que limpie”… y llegamos entonces a vernos con el cepillo y la
poceta en frente para poder pagar la renta y comer.
Hay
quienes se deprimen. Muchos. Otros lo asumen como trabajo y ya. Pero
indistintamente TODOS comprenden de pronto que la vida se gana es con trabajo.
De todo
hay. Hay quienes lo asumen dignamente. Hay quienes se esconden y limpian baños
pero cuando hablan con los amigos o familia en Venezuela, cuentan que les va
muy bien “trabajando en Google”. Pobrecitos. Debe ser terrible vivir con
verguenza de ser quien eres y de lo que haces.
Otros,
como yo, le pedimos a Dios que esa poceta este sucia siempre para que sigan pagándote
por limpiarla, porque esa poceta sucia es la bendición que paga tu casa, tu
carro, tu seguro, el colegio de tus hijos, tu comida, y en Venezuela paga las
medicinas de tu mamá, ayuda a tu tía, le arregla la casa a tu papá, le pagó la
operación al sobrino, le mandó un celular a tu hermano, le hizo la navidad a
todos, le pagó el pasaje al primo que también se va y no tenía como, ayudó al
pana que aunque trabaja como loco se desespera porque no le alcanza para nada, etc.
Y ahí, te das cuenta de que aquel “orgullo venezolano” no era más que una
ilusión absurda.
No todas
las historias son de limpiar casas y pocetas. Hay historias de otros que han
llegado a trabajar en grandes empresas también, o han montado su negocio y han
crecido. Pero cuando hablamos de “personas exitosas”, parece que seguimos
hablando de esos que trabajan en Apple o en Hollywood. Tal vez el que ha
logrado darle un poco de bienestar a su familia y ha crecido como ciudadano limpiando
pocetas ha logrado ser más exitoso que el de Apple, porque al final, ¿qué es
ser exitoso?.
Hay
historias de los que llegamos a limpiar pocetas y ahora estamos en otra cosa y
limpiamos 5 pocetas. Hay historias del que siguió limpiando pocetas tras 20
años en el país, el que hizo una empresa de limpiar pocetas y ahora tiene a 200
empleados, el que conoció al amor de su vida limpiando la poceta de una
oficina. El que de limpiar pocetas se convirtió en manager de la tienda, y
ahora es el jefe. El que limpia pocetas como tigre de noche y es gerente en
otro sitio de día. El que desarrolló una vaina especial para limpiar pocetas y
ahora tiene la patente y es millonario… hay historias de TODO, y cada una de
ellas tiene mas dignidad y moral que la del incapaz que hizo millones robando,
lavando, traficando o jalando bolas.
Pero es
que en Venezuela crecimos con doble moral. Crecimos pensando que ser pobre es
ser fracasado y ser rico es ser exitoso. Nos hacíamos los admirados cuando una
mujer que limpiaba casas “graduaba a sus hijos en la universidad” y lo comentábamos
en las reuniones de amigos para tomar vino y comer salchichón. En el fondo, no admirábamos
nada. Era mas algo como “mira que inteligentes los monitos!”.
Crecimos
con esas ínfulas de superioridad. Y esa actitud fue justamente la que hizo que
cuando un militar venía en una camioneta del año a marcarnos con marcador un
número en el brazo para vendernos un pollo, nos quedáramos admirados.
Calladitos. Justamente por esa actitud fue que un asesino golpista vestido con
traje camuflado nos metió el comunismo y todos nos quedamos callados porque “el
tipo era reluciente” en sus helicópteros, o en sus excéntricas apariciones con
camionetotas. Venezuela fue la tierra del “eso tienes, eso vales”.
Así como ese ladrón calló la boca de cientos
de naciones con dinero, nos tapó la boca a nosotros también, con dinero de
misiones, con becas, con subsidios, con CLAP, con Mercal, con Chery, con
Canaimitas y Tabletas, con gasolina subsidiada, con PDVAL, con cupos de
dólares, con cooperativas, con créditos, con planes que nunca funcionaron… nos
calló la boca, y nos reímos de ver a un presidente ridiculizando los protocolos
de estado para ponerse a bailar salsa, o a cantar, o a insultar a otros
representantes de estado. Aceptamos que nuestros gobernantes insultasen a la
gente por televisión, que vejaran a nuestros ciudadanos. Nos dio risa cuando el
otro tipo dijo que “habló con un pajarito” en vez de indignarnos ante tamaña
ridiculización de nuestro país y exigir respeto por el gentilicio… hoy estamos
recogiendo los frutos de ese silencio y de nuestra indiferencia traducida
siempre “en chistes”. Porque somos el país mas feliz del mundo y si algo
tenemos los venezolanos es la alegría y que a todo le sacamos un chiste. Que
cómicos somos verdad?. Estamos recogiendo eso hoy.
YO NO VOTÉ
POR ESOS NUNCA! Gritan muchos. Esos, que hoy se jactan de ser “preparados, mas
cultos, más conocedores” y que se sienten altitonantes desde sus relucientes críticas
y análisis desde pedestales morales de infinita superioridad, separados por un
rio de casi divinidad que los pone en zócalos del conocimiento, son justamente
mas culpables que los ignorantes que creyeron el cuento de los hoy tiranos. Y
son MAS CULPABLES porque justamente, si eran los cultos, debieron ser los que
establecieran los mecanismos para que NUNCA un incapaz pudiese tener siquiera
la posibilidad de postularse a un cargo para el que no estaba preparado. ¿Quién
sino los cultos podrían hacer algo así?. Al final, sus pedestales de
indiferencia fueron los que justamente dejaron que la chusma y la ignorancia se
montaran en el poder y se hiciesen con el garrote que hoy golpea a todos sin
distinción. Y si algo tiene la chusma, es sentido de igualdad: no importa si
eres pobre o rico, preparado o no, todos irán para peor siempre.
Lo que nos
esta matando no son ni los limpia pocetas, ni la oposición, ni los chavistas.
Nos sigue matando LA INDIFERENCIA. Ese monstruo que recita a diario frases como:
“Que resuelva otro. Eso no es mi peo. Quien los manda a votar por ese. Mientras
yo este bien. Que se jodan!. Yo tengo un pana que nos resuelve eso. Pero ofrécele
una vainita ahí pa´ que te agilice eso!. Yo boté esa lata por la ventana para
darle trabajo a los lateros. Yo nunca he comprado en Mercal. Haré lo que sea,
pero ese CLAP de mierda no”, etc.
Que no nos
indigne entonces limpiar pocetas. Pero que tampoco se convierta en bandera de
orgullo, porque en primer lugar, si estamos limpiando pocetas es porque
perdimos un país. Y los que no están limpiando pocetas afuera, sino que están
aún atrapados en Venezuela, que entiendan que aunque mañana pongan un nuevo
gobierno perfecto, las cosas no van a cambiar si no se cambia el chip de la
ciudadanía, y si ese chip sigue ahí, los Maduros seguirán gobernando uno tras
otro, siempre.
Algunos de
los que hemos salido y siempre entendimos que las sociedades se deben a sus
ciudadanos y NO a sus gobernantes, vemos el mundo de esa manera. Algunos que
también han salido y han abierto los ojos a la realidad del mundo, se dan
cuenta que hoy ser barrendero no es indigno, y descubren que ahora nos mira,
desde la memoria, sonriendo, y con gesto de satisfacción al saber que al fin
comprendimos de que se trata la vida.
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