viernes, 6 de abril de 2018

LOS LIMPIA POCETAS DE MIAMI



Hace unos días, se hizo viral el video de Nicolás Maduro refiriéndose a los emigrantes venezolanos que se encuentran en otros países “lavando pocetas”. ¿Lo dijo de manera despectiva? ¿Quizá a manera de chiste? Supongo que alguien como él, con su corta visión no pudo encontrar otro tipo de comentario para expresar la preocupación que tiene.

Me he cohibido desde hace días de hacer cualquier nota al respecto a la espera de que se me enfriara un poco el corazón. No se debe hablar con el corazón ardiendo. Es mejor esperar para pensar con cordura. Muchas veces decimos cosas que no son si nos dejamos llevar por las pasiones.

A riesgo de parecer a los ojos de muchos un apoyo al dictador, debo decir que en el fondo (muy en el fondo… casi en el centro de la tierra), Maduro, dentro de su infinita ignorancia, hizo ese desafortunado comentario con buena intención: tratar de evitar que se sigan yendo los jóvenes.

Pero algo mas preocupante es, sin embargo, el trasfondo detrás de esa frase. “LIMPIAR POCETAS”. Esa frase resume, en dos palabras, la idiosincrasia, la historia y el accionar social de toda nuestra trayectoria republicana y pre republicana como venezolanos.

No nos hagamos los santos. Fuimos MILLONES los que siempre dijimos mientras estábamos en Venezuela “prefiero pasar hambre que ir a limpiar baños afuera”. Esa fue nuestra visión siempre. Y está bien. Esa expresión que hoy nos suena tan horrible, resumía un sentimiento de resiliencia. En el fondo pensábamos que si trabajábamos más, que si protestábamos más, que si votábamos más, podríamos sacar adelante a nuestras familias. No sé si pensábamos en sacar adelante AL PAÍS. No sé. Pero ciertamente queríamos salir adelante al menos nosotros.

En un país donde comer pan se convirtió en un lujo, tener papel de baño es un privilegio, y tener un vehículo propio y andando es casi milagroso, tener un negocio propio o un cargo medianamente bien pagado es cosa de cuento de hadas. El instinto de supervivencia nos convirtió en animales básicos.
Tuvimos que llegar al punto de ver como nuestros vecinos comen restos de comida de la basura. Tuvimos que llegar al punto de no poder salir a la calle después de las 6 de la tarde para entender que con la libertad no se juega. Tuvimos que despedirnos de nuestras familias para salir a otro país a “limpiar pocetas” y enfrentarnos al peor de todos nuestros miedos, que no fue nunca otro más que “perder el orgullo” de que nos reconocieran como “algo importante”, para entender, tiempo después, que nuestro país está como está por culpa de nuestra ceguera.

“Estudia para que no seas un barrendero” fue una frase con la que todos crecimos. Como si el señor barrendero fuese un ser despreciable y digno de asco. No comprendimos nunca que gracias a él nuestras calles estaban limpias y que su trabajo, como cualquiera, no solo es necesario, sino digno y respetable como cualquier otro. Solo tener que hacer este último comentario ya denota lo obtusos que somos.

Hoy, ya no hay barrenderos. Nuestras calles son depósitos de basura que refleja años de desidia. Pero no desidia de autoridades, sino de desidia nuestra ante nuestro propio futuro, porque esos que hoy mandan, los pusimos nosotros. Y si han hecho lo que han hecho, es porque de una u otra manera, NOSOTROS los dejamos hacer. No vale decir “YO NO VOTÉ POR ESOS!”, porque nuestra desidia fue la que permitió en primer lugar que gente incapaz hubiese tenido la posibilidad de postularse a una elección. Si hubiésemos sido más consientes, NUNCA se hubiese permitido que esa gente que hoy gobierna hubiese llegado siquiera a postular sus nombres por falta de credenciales. No podemos entonces culpar a quienes votaron por ellos. No se les dio opciones.

Pero eso, solo se entiende cuando sales del circulo podrido de miseria en el que estamos hundidos como país. Mientras estamos hundidos en la desgracia, la desgracia y la miseria se nos hacen comunes e invisibles. Cotidianas. Y no las vemos. No hay con que comparar. No extrañaremos ni desearemos lo que no conocemos. Después, un día salimos y vemos que afuera NADA es como nos lo han contado.
Solo afuera nos damos cuenta de que el mundo siempre siguió girando y avanzando. En unos sitios más rápido que en otros, pero siempre avanzando. Nosotros en cambio, nos empeñamos en retroceder. Mientras en otros países se promovían avances hacia el desarrollo de tecnologías, nosotros nos quejábamos de la falta de agua, pero nos hicimos miles de chistes cuando el presidente nos mandó a “bañar con totuma”. Y entre chiste y chiste, nos terminamos bañando con tobos. Y se hizo tan normal que ya eso es lo “cotidiano”. Si hoy apareciera leche y huevos a precios bajos y llenaran los anaqueles de harina PAN, la mitad de los problemas del país se olvidarían. Así de básicos somos.

Mientras el mundo avanzó y desarrolló la medicina, a nosotros nos metieron 5.000 casitas de 40 metros cuadrados con cubanos que recetaban Paracetamol para todo, y que hicimos?... chistes… Hoy, no tenemos salud, ni hospitales… no quedó ni Paracetamol… nos acostumbramos a que no haya medicinas ni médicos.

Mientras el mundo desarrolló métodos de producción y desarrollo de alimentos, nosotros dejamos que se expropiaran millones de fincas, que se robaran los cultivos, que nos metieran chinos, cubanos e iraníes en todo y que acabaran con la producción para vendernos la suya. ¿Qué hicimos? Hicimos chistes. Para eso somos muy buenos. Para jugar. Seguimos en las playas, en las parrillas de fin de semana y en las bebederas con los amigos para montar las fotos en Instagram. No nos importó. Éramos “los dueños de las reservas de petróleo más grandes del mundo”. “Si suben los precios pues yo tengo que subir mis productos”, y así pensamos que nada importaba porque estábamos bien. 

Ahora estamos despidiéndonos de todos, porque las reservas de petróleo mas grandes del mundo no ponen comida en la mesa, ni le salvan la vida al familiar que está enfermo. Y aunque muchos siguen de “rumba” en la playa o en las parrilladas de fin de semana, ya se comienzan a dar cuenta que lo que hace unos años era normal en Venezuela, y sigue siendo normal en cualquier parte, como comprar un carro o una casa, o hacer mercado, en Venezuela son cosas imposibles. Hemos cambiado la normalidad por interminables colas para ver “que llegó”.

La verdad es, que aún en la situación en la que está Venezuela hoy, seguimos pensando en lo mismo: RESOLVER PARA MI. “Si consigo comida o medicinas estoy bien”. No pensamos en que hay que resolver para todos. No nos damos cuenta que si el vecino hace algo mal nos afecta a todos en la comunidad. Que si el vecino es malandro, hay que denunciarlo, apresarlo, o se convertirá en el azote de barrio que después nos pondrá en toque de queda a TODOS. Que si el vecino es un corrupto, debe ir preso, porque es el que se convertirá en el enchufado al que habrá que pagarle para que nos permita tener acceso a medicamentos cuando estemos enfermos. Que si nosotros no hacemos bien nuestro trabajo, el que sea, también somos parte del problema y que cuando usted lanza basura por la ventana, su carro queda limpio, pero le dañó la playa a MILES que ahora van a ir a playas sucias. Esas son las playas sucias de las que USTED también se queja, la que hace que usted culpa a la alcaldía y señale al gobierno de inepto,  pero es USTED el que sigue botando basura por la ventana.

Nuestro miedo siempre fue “no ser el barrendero”, o “el limpia pocetas” de otro. Maduro sabe que un país sin fuerza laboral no puede salir adelante. Pensar que al gobierno le conviene que se vaya la gente es ser ciego. Al gobierno le conviene gente que trabaje, que haga, que construya. Y así, cuando las cosas funcionen, puede atribuir lo bueno a su propia gestión. Así es la política. A sabiendas de que la gente está dejando el país, Maduro no ha hecho mas que referencia a algo que está instalado en la mente de todos: “Si te vas, allá vas a limpiar pocetas, pero aquí eres respetado, eres el doctor, o el licenciado, o el señor… ¿vas a perder eso para ser cachifa?”.

Hay quienes prefieren seguir siendo “el señor o la señora” que limpiar pocetas. Se sienten superiores al limpia pocetas porque consideran que aquel está humillado, sin darse cuenta que el que limpia pocetas escoge que comer, no le agacha la cara a un soldado ni mendiga un pollo, y puede salir con sus hijos a jugar en un parque sin que los maten. Pero tampoco es culpa de muchos ser así de ciegos. Es una cuestión “histórica”.

Sucede que los venezolanos somos en buena parte gente muy preparada, aunque con una autoestima destruida y un ego a años luz de la tierra. Paradójicos. Esquizofrénicos si se quiere.
Venezuela vivió durante siglos como un país sumamente rico. Fuimos hasta hace poco, conocidos como la Venezuela Saudita, haciendo referencia a nuestra riqueza económica bestial. Tan bestial, que Chávez pudo prácticamente vivir hasta su muerte de esa riqueza, comprando países enteros como si fuesen fichas de monopolio.

Nuestra casi infinita riqueza hizo que nuestras universidades fuesen gratuitas, y que sus profesores fuesen becados y preparados en las mejores universidades del mundo. Muchos grandes maestros en muchos campos fueron traídos al país para construirlo. Así, en nuestro país, cualquiera es bachiller, o técnico superior en algo, o licenciado en algo. Eso, en otros países no es tan común, ni tan barato. Nuestra educación fue por décadas, gratuita y una de las mejores del MUNDO. Como dato curioso, Guzmán Blanco en 1870 fue quien decretó la educación pública y gratuita, no Chávez (para los que piensan que el comandante eterno fue quien creo la vida y el universo).

En lo social, estábamos acostumbrados a tener una señora de servicio en la casa a diario. Varios carros en el estacionamiento. A hacer mercados de dos y tres carritos llenos. A tomar güisqui 18 años. A hacer fiestas pomposas de 15 años, o matrimonios en los clubes mas exclusivos. A las fastuosas cenas navideñas. A las vacaciones en la playa a todo dar. Pero siempre nos pareció que “lo de allá afuera es mas arrecho” y que “el gringo (que podría ser de cualquier nacionalidad e igual le decimos gringo) es mejor y sabe mas”. Nos la damos de “gran cosa”, pero agachamos la cabeza cuando viene alguien con acento extranjero. Siempre preferimos el “Levis original” al pantalón hecho en Venezuela. Esto debe ser resultado de nuestra autoestima destruida desde que los españoles golpeaban a nuestras indígenas por mirarlos directamente a los ojos. Eso nunca se superó supongo. Pero no podemos ir a ninguna parte sin esgrimir que “tenemos el mejor país del mundo y nada es mas arrecho que Cayo Sombrero”. Supongo también que es una manera psicológica de arraigarnos a algo que nos pertenece y nos recuerda lo bonito cuando estamos limpiando la poceta de alguien más.

Es el arraigo melancólico cuando enfrentamos el miedo al fracaso. Porque limpiar pocetas al parecer, es símbolo de fracaso para muchos.

Cuando salimos del país, no de vacaciones, sino a vivir, que es muy diferente, comenzamos a comprender. Nos damos cuenta de que hay que ganarse la vida, y que no importa si en Venezuela eras el ingeniero, en otro país eres “un extranjero más”, y que aunque seas Einstein, si una empresa necesita un ingeniero, contrata a uno de los MILLONES que se gradúan es las universidades de ese país cada año. No te van a buscar A TI. Pero tienes cuentas que pagar. ¿Qué vas a hacer?
Nos damos cuenta cuando salimos, que los que se quedaron están MUCHO peor que nosotros, porque tu hermano, el arquitecto, por mucho que trabaje y por muy buen cargo que tenga, no pasará de ganar en un mes lo que tu ganas en un día, y a veces, en una hora.

Nos damos cuenta que afuera, en los países donde aunque también hay problemas, las cosas funcionan, la gente respeta los semáforos. Que las tiendas tienen productos afuera y no se los roban. Nos damos cuenta que podemos ir a un parque sin que nos atraquen y en donde los juegos funcionan y no son maquinas de muerte para niños. Que podemos montarnos en el Metro sin que te aplasten y te roben. Comprendemos que dar el paso a alguien en la calle colabora a que todo esté bien. Nos damos cuenta sorprendidos que aunque la gasolina es mas cara, las calles son perfectas y que todo funciona como se supone debe funcionar. Y eso nos gusta y nos sorprende. Y es lo primero que contamos cuando llamamos por teléfono al que se quedó: “Acá te quedas loco de como las cosas funcionan! Nada de eso del policía matraquero!”. Y así, nos volvemos, muchos, ciudadanos modelos del país que nos acoge. Respetamos TODO lo que NUNCA respetamos en nuestro país.

Sigue habiendo algunos que en lugar de colaborar con las sociedades que los acogen, abonan malas conductas y vicios de Venezuela, pero esos son una minoría. Esos son los que se emborrachan cada fin de semana con un equipo de sonido a todo volumen hasta las 5 am sin respetar al vecino que descansa. Son los “vivos” que terminan siempre presos, y dejando malparados a los MILLONES que no somos como ellos. Pero es que lo malo suena mas que lo bueno, lamentablemente, y un mal ejemplo se hace mas viral que 20 buenos.

Al poco tiempo de llegar, nos damos cuenta que eso de que somos “los bellos” del continente es mentira, y que aquel titulo universitario lo puedes dejar bien guardadito en tu casa, porque de nada te va a servir al menos por unos años. Y así, llegamos a ese momento en el que alguien te dice: “Fulano esta buscando un mesero o alguien que limpie”… y llegamos entonces a vernos con el cepillo y la poceta en frente para poder pagar la renta y comer.
Hay quienes se deprimen. Muchos. Otros lo asumen como trabajo y ya. Pero indistintamente TODOS comprenden de pronto que la vida se gana es con trabajo.

De todo hay. Hay quienes lo asumen dignamente. Hay quienes se esconden y limpian baños pero cuando hablan con los amigos o familia en Venezuela, cuentan que les va muy bien “trabajando en Google”. Pobrecitos. Debe ser terrible vivir con verguenza de ser quien eres y de lo que haces.

Otros, como yo, le pedimos a Dios que esa poceta este sucia siempre para que sigan pagándote por limpiarla, porque esa poceta sucia es la bendición que paga tu casa, tu carro, tu seguro, el colegio de tus hijos, tu comida, y en Venezuela paga las medicinas de tu mamá, ayuda a tu tía, le arregla la casa a tu papá, le pagó la operación al sobrino, le mandó un celular a tu hermano, le hizo la navidad a todos, le pagó el pasaje al primo que también se va y no tenía como, ayudó al pana que aunque trabaja como loco se desespera porque no le alcanza para nada, etc. Y ahí, te das cuenta de que aquel “orgullo venezolano” no era más que una ilusión absurda.
No todas las historias son de limpiar casas y pocetas. Hay historias de otros que han llegado a trabajar en grandes empresas también, o han montado su negocio y han crecido. Pero cuando hablamos de “personas exitosas”, parece que seguimos hablando de esos que trabajan en Apple o en Hollywood. Tal vez el que ha logrado darle un poco de bienestar a su familia y ha crecido como ciudadano limpiando pocetas ha logrado ser más exitoso que el de Apple, porque al final, ¿qué es ser exitoso?.

Hay historias de los que llegamos a limpiar pocetas y ahora estamos en otra cosa y limpiamos 5 pocetas. Hay historias del que siguió limpiando pocetas tras 20 años en el país, el que hizo una empresa de limpiar pocetas y ahora tiene a 200 empleados, el que conoció al amor de su vida limpiando la poceta de una oficina. El que de limpiar pocetas se convirtió en manager de la tienda, y ahora es el jefe. El que limpia pocetas como tigre de noche y es gerente en otro sitio de día. El que desarrolló una vaina especial para limpiar pocetas y ahora tiene la patente y es millonario… hay historias de TODO, y cada una de ellas tiene mas dignidad y moral que la del incapaz que hizo millones robando, lavando, traficando o jalando bolas.

Pero es que en Venezuela crecimos con doble moral. Crecimos pensando que ser pobre es ser fracasado y ser rico es ser exitoso. Nos hacíamos los admirados cuando una mujer que limpiaba casas “graduaba a sus hijos en la universidad” y lo comentábamos en las reuniones de amigos para tomar vino y comer salchichón. En el fondo, no admirábamos nada. Era mas algo como “mira que inteligentes los monitos!”.
Crecimos con esas ínfulas de superioridad. Y esa actitud fue justamente la que hizo que cuando un militar venía en una camioneta del año a marcarnos con marcador un número en el brazo para vendernos un pollo, nos quedáramos admirados. Calladitos. Justamente por esa actitud fue que un asesino golpista vestido con traje camuflado nos metió el comunismo y todos nos quedamos callados porque “el tipo era reluciente” en sus helicópteros, o en sus excéntricas apariciones con camionetotas. Venezuela fue la tierra del “eso tienes, eso vales”.

 Así como ese ladrón calló la boca de cientos de naciones con dinero, nos tapó la boca a nosotros también, con dinero de misiones, con becas, con subsidios, con CLAP, con Mercal, con Chery, con Canaimitas y Tabletas, con gasolina subsidiada, con PDVAL, con cupos de dólares, con cooperativas, con créditos, con planes que nunca funcionaron… nos calló la boca, y nos reímos de ver a un presidente ridiculizando los protocolos de estado para ponerse a bailar salsa, o a cantar, o a insultar a otros representantes de estado. Aceptamos que nuestros gobernantes insultasen a la gente por televisión, que vejaran a nuestros ciudadanos. Nos dio risa cuando el otro tipo dijo que “habló con un pajarito” en vez de indignarnos ante tamaña ridiculización de nuestro país y exigir respeto por el gentilicio… hoy estamos recogiendo los frutos de ese silencio y de nuestra indiferencia traducida siempre “en chistes”. Porque somos el país mas feliz del mundo y si algo tenemos los venezolanos es la alegría y que a todo le sacamos un chiste. Que cómicos somos verdad?. Estamos recogiendo eso hoy.

YO NO VOTÉ POR ESOS NUNCA! Gritan muchos. Esos, que hoy se jactan de ser “preparados, mas cultos, más conocedores” y que se sienten altitonantes desde sus relucientes críticas y análisis desde pedestales morales de infinita superioridad, separados por un rio de casi divinidad que los pone en zócalos del conocimiento, son justamente mas culpables que los ignorantes que creyeron el cuento de los hoy tiranos. Y son MAS CULPABLES porque justamente, si eran los cultos, debieron ser los que establecieran los mecanismos para que NUNCA un incapaz pudiese tener siquiera la posibilidad de postularse a un cargo para el que no estaba preparado. ¿Quién sino los cultos podrían hacer algo así?. Al final, sus pedestales de indiferencia fueron los que justamente dejaron que la chusma y la ignorancia se montaran en el poder y se hiciesen con el garrote que hoy golpea a todos sin distinción. Y si algo tiene la chusma, es sentido de igualdad: no importa si eres pobre o rico, preparado o no, todos irán para peor siempre.

Lo que nos esta matando no son ni los limpia pocetas, ni la oposición, ni los chavistas. Nos sigue matando LA INDIFERENCIA. Ese monstruo que recita a diario frases como: “Que resuelva otro. Eso no es mi peo. Quien los manda a votar por ese. Mientras yo este bien. Que se jodan!. Yo tengo un pana que nos resuelve eso. Pero ofrécele una vainita ahí pa´ que te agilice eso!. Yo boté esa lata por la ventana para darle trabajo a los lateros. Yo nunca he comprado en Mercal. Haré lo que sea, pero ese CLAP de mierda no”, etc.

Que no nos indigne entonces limpiar pocetas. Pero que tampoco se convierta en bandera de orgullo, porque en primer lugar, si estamos limpiando pocetas es porque perdimos un país. Y los que no están limpiando pocetas afuera, sino que están aún atrapados en Venezuela, que entiendan que aunque mañana pongan un nuevo gobierno perfecto, las cosas no van a cambiar si no se cambia el chip de la ciudadanía, y si ese chip sigue ahí, los Maduros seguirán gobernando uno tras otro, siempre.
Algunos de los que hemos salido y siempre entendimos que las sociedades se deben a sus ciudadanos y NO a sus gobernantes, vemos el mundo de esa manera. Algunos que también han salido y han abierto los ojos a la realidad del mundo, se dan cuenta que hoy ser barrendero no es indigno, y descubren que ahora nos mira, desde la memoria, sonriendo, y con gesto de satisfacción al saber que al fin comprendimos de que se trata la vida.

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