viernes, 13 de noviembre de 2015

MIGRACIÓN, UN FENÓMENO GLOBAL

TEXTO PARA WWW.ARENGADIGITAL.COM


Cuentan los entendidos en la materia, que el hombre viene de África, y que tras oleadas y oleadas de comunidades enteras que migraron de un sitio a otro, el mundo se fue poblando.

El fenómeno migratorio en el ser humano no es nuevo. De hecho, lo llevamos tatuado en nuestra secuencia genética desde que somos raza. La migración está en nuestro espíritu. No es entonces extraño que a la primera oportunidad de hacerlo, sencillamente migremos.

Y es que no es de extrañar tampoco este comportamiento en otras especies. Los pájaros migran cada estación, millones de especies marinas, insectos, e incluso bacterias, buscando las condiciones climatológicas, espaciales o temperaturas más aptas para continuar eso que llamamos “supervivencia de la especie”.

Podríamos incluso decir, sin temor a estar lejos de la realidad, que sin el fenómeno migratorio, la existencia de las especies estaría condenada a la perdición.

En nuestra sociedad moderna, esto se ha calmado un poco. Hace centurias, pueblos enteros debían migrar en búsqueda de nuevos espacios cuando se acababa la tierra fértil, o cuando llegaba el invierno, o se acababa el agua. Esto, con la llegada de la tecnología, los modernos métodos de transporte, las ropas, las vivendas, combustibles y nuevas fuentes de energía, han permitido que los asentamientos sociales, los pueblos,  evolucionen en un solo sitio y prosperen hasta  convertirse en ciudades. Esto a su vez, propició el florecimiento de mercados entre pueblos y desarrollo de tecnologías para comerciar con mercancías.

La globalización ha logrado que una persona en Tierra del Fuego pueda tranquilamente comprar un abrigo en Londres y tenerlo en sus manos en 8 días sin siquiera salir de su casa. Esto, ha logrado que el fenómeno migratorio haya disminuido bastante. Ya no hace falta moverse de un sitio a otro para buscar lo que necesitamos. Y he ahí el dilema.

Haber parado un proceso natural que tomó millones de años desarrollar en pro de la supervivencia de la humanidad nos deja secuelas en el alma. Nuestra naturaleza, sin saberlo, anhela migrar. Quizá de ahí ese gusto de todos por viajar, por salir de casa, por conocer nuevas cosas. Está en nuestras almas, por lo tanto, quedarnos estacionados en un sitio pareciera ser “anti natura”, nos estresa, nos deprime, nos pone ansiosos, y nos crea un dilema emocional fuerte, pues estamos luchando (por medio de la conciencia) contra lo que la naturaleza nos impone.

Comprendiendo entonces que es nuestro instinto quien toma una brújula para llevarnos a otros horizontes mientras nuestra conciencia nos dice que no le sigamos, podemos también entender como hemos desarrollado impresionantes apegos a cosas que nos “atan a un sitio”. Esa es el arma secreta de nuestra conciencia: “las ataduras”. ¿Dejaré mi trabajo, mi casa, mi novia, mi carro, mi negocio? ¿Eso que tanto esfuerzo me costó lograr?, ¿el respeto y la dignidad la cambiaré por anonimato y servilismo?... Y cuando debemos “migrar”, entonces pensamos en qué hacer con los lazos que nos atan al sitio. Esto, indudablemente nos conmueve y muchas veces nos hace desistir del emprendimiento. El miedo a lo desconocido es muy normal.

Pero no debemos ver las cosas desde el punto de vista de la conciencia oscura que nos dice que debemos proteger lo que tenemos, cuando en realidad nada de eso nos nutre. Suponga que usted ha trabajado por 50 años y ahora tiene una casa y un vehiculo soñados. Una noche, así, de la nada, un terremoto le arrebata todo. ¿Qué hará?. Entendemos entonces, que quizá, aquello fue sobrevalorado al punto de hacernos esclavos de eso.

Entendamos entonces que migrar no es “abandonar o perder cosas”, sino que migrar es abrirse a nuevos comienzos. El secreto está en ver con una perspectiva positiva lo que se hace: “El vaso medio vacío o medio lleno” depende de usted mismo, es decir, no ver las cosas como que se quedan detrás, sino pensar en las cosas buenas que vendrán, y proyectarse mentalmente en el éxito, porque si algo es naturalmente exitoso en la naturaleza es justamente la migración. Sin migración no existirían osos, pingüinos, pájaros, y ciertamente no existiríamos nosotros como raza humana: la migración es buena y natural.

Hoy, parece estar de moda esto de las migraciones, sobre todo en Venezuela, donde millones de venezolanos han decidido migrar a otras latitudes en búsqueda de paz, justicia, bienestar, y en pocas palabras eso que llamamos “vida”. Por una u otra razón, la política venezolana y la crisis económica nos dispararon el gen del migrante, y con él, nuevas maneras de entender la vida, nuevas formas de subsistencia, nuevos valores, y nuevas esperanzas. 

La situación del país ha sido sólo la excusa formal para migrar, pero la verdad es que el gen migratorio SIEMPRE estuvo ahí, esperando la excusa para manifestarse.

Migrar no es sencillo, y mucho menos desde Venezuela. Pero si bien eso es cierto, también lo es que migrar es la más grande aventura que podemos tener en la vida, y quizá, con el tiempo, migrando de un sitio a otro, comprendamos un poco mejor quienes somos, que queremos, a donde vamos, y sobre todo, de dónde venimos.


Nadie deja su lugar sin dejar una huella y una lágrima tras los pasos dados, pero como ciudadanos del mundo, merecemos darnos un paseo por la vecindad terrestre para ver otras cosas y comprender que nuestros problemas no son únicos ni particulares, que millones de personas en otras latitudes también aman, sufren, lloran, gritan, ríen, nacen, mueren… sólo viviendo lo que hay en otras partes podemos entender que lo mejor de nosotros está por salir a flote en pro de un mejor mañana para todos, que el mundo es uno y que todos somos habitantes de la misma vecindad. 

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