viernes, 30 de octubre de 2015

LAS VERDADES TRAS LA POLITICA

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Aunque millones de veces se ha dicho que la verdad absoluta no existe, hay algunas cosas que son absolutamente ciertas. Un ejemplo de esto es la política, en la que NADA es cierto. Eso es una verdad absoluta.

Aunque todos pensamos que somos grandes pensadores políticos porque vemos en segundos los problemas y soluciones a las cosas mejor que un equipo de 40 ministros y somos capaces de prever lo que sucederá, lo que sucedió y lo que está sucediendo, la verdad es que solo vemos la  minúscula punta de iceberg en lo que a políticas de estado se refiere. La verdad, es que cada movimiento en el ajedrez de la política tiene sus propias motivaciones y circunstancialidades. Demasiado poder en juego.

Es interesante preguntarnos: ¿Qué hace que un político acaudalado (ya por la vía que sea) con más dinero del que puede gastar en varias vidas siga empeñado en continuar en el coroto?, ¿es cuestión de dinero, de opulencia, de corrupción?... NO. Es una cuestión mucho más adictiva que cualquier droga o cualquier cantidad de dinero: PODER. Seguir en el poder es lo que le motiva. Esa sensación de ser una suerte de Dios omnipotente con la capacidad de mandar en las vidas de quienes le rodean. Mientras más poder, más adulación, admiración, miserias, entregas… aquello se vuelve con el tiempo en una suerte de orgía en todos los sentidos que terminan convirtiendo al que tiene el poder en un monstruo entregado a los pecados capitales como algo cotidiano. Hay una frase: “El poder corrompe”, y no pudo acertar más en la realidad por que no apuntó con mira láser. Otra frase asegura que si deseas conocer realmente a alguien “dale poder”.

Parece que esto de tener poder transforma a la gente más hacia el lado oscuro que hacia el productivo. Quizá sea una cuestión de cultura. Tal vez una cuestión de autoestima. Si le damos poder a quien no tuvo nunca nada, esta persona suele convertirse en un tirano que parece regodearse en el hecho de que sus subordinados no pueden objetar sus mandatos ante la amenaza de ser aplastados por él. ¿Será una suerte de venganza contra el mundo?... seguramente los psicólogos pueden explicar estos “síndromes” mejor que yo.

En la política latinoamericana, al igual que en cualquier país del tercer mundo (discúlpenme la etiqueta, pero es la correcta en el caso de países como Venezuela en los que parece que ya la etiqueta pasará en cualquier momento a “cuarto mundo”) sucede esto con muchísima frecuencia porque el político no ha llegado usualmente a un puesto por “méritos” como trayectoria, honradez, profesionalismo, calidad, etc, sino por su militancia política, a quien adula y la cantidad de relaciones que tenga con el que está en el poder. Esto necesariamente pone en puestos de gobierno a personas sumamente incapaces en la mayoría de los casos. La Asamblea Nacional de Venezuela parece ser una vitrina de muestra de esta realidad. Basta con ver a un diputado de gobierno hablar para notar la falta de decoro, de educación y argumentos de la que hacen gala sin darse la más mínima cuenta de la vergüenza que hacen pasar a los venezolanos que supuestamente están representados por ellos.

Sucede igualmente, que en gobiernos de control, de extrema autoridad, los que están en las cúpulas altas deben tener el control absoluto de sus subordinados, por lo cual “propician” justamente que incapaces sean los que estén el puestos de gobierno, puesto que así los pueden manejar a su antojo por medio de cualquier presión que se les ocurra ejercer. Si el gobierno fuese ejercido por personas profesionales, éticos, preparados, sería imposible ver situaciones como las que ocurren en Corea comúnmente como sentencias de muerte por ataque de perros. Esto puede sostenerse sólo sobre la ignorancia de quienes están debajo del poderoso y que hacen cumplir sus órdenes. Un tirano sin secuaces no puede obrar. Eso hace que los secuaces sean TAN o MAS culpables que el mismo tirano de las atrocidades que este comete.

Es así entonces como vemos que los gobiernos dictatoriales, autoritarios, se dedican a debilitar cualquier aspecto que pueda crear conciencia, y por ende, oposición al poder. Se invierte más en armas y propaganda que en cultura o educación. La salud pública es prácticamente abandonada, y se mantiene en los más bajos niveles básicos de funcionamiento para que cuando al poderoso se le ocurra regalar un rollito de algodón el oprimido lo asuma como una gran cosa. Se invierte en propaganda proselitista en la que se recalca que TODO lo poco que hay es gracias al esfuerzo y dádivas del poderoso gobierno, como si aquellas limosnas fuesen “regalos”, cuando la verdad es que eso solo es un síntoma de una pésima administración, puesto que TODO lo que el gobierno maneja le pertenece a TODOS LOS HABITANTES DEL PAÍS. No hay regalos, ni dadivas. Eso nos pertenece por derecho. Pero la propaganda nos repite que “gracias al presidente X se “logró” tal o cual obra”. Sólo propaganda engañosa. Al mismo tiempo se da al mandatario una estructura de espionaje contra todo el que le rodea. Pero esta red de “inteligencia” no está ideada solo para dar información al tirano, sino para crear la idea en los oprimidos de que el tirano SIEMPRE SABE lo que piensas y haces. Esto inhibe que cualquiera que quiera pensar por sí mismo u opinar lo haga, tal y como el elefante deja de intentar soltarse de la cabullita que ata su pata porque piensa que no podrá. Pavlov estaría orgulloso de ver como sus teorías eran correctísimas.

El problema está entonces en la población, que víctima de un trabajo de “desculturización” ha terminado creyendo que aquella propaganda es real. En el caso de Venezuela este fenómeno se ha visto en su máxima expresión reflejado en el actual gobierno que publicita en todos los medios de propaganda posible y a costos exorbitantes que “sólo con la revolución se puede tener paz” mientras la gente hace kilométricas colas para obtener lo más básico para vivir, como un desodorante, una caja de acetaminofén, dos sardinas enlatadas o un jabón de baño. Pero no sólo eso se vive en Venezuela. Estas colas se han extendido a la compra de cauchos para vehículos, baterías, insumos eléctricos, repuestos de todo tipo, etc. Calculamos que el desabastecimiento en cualquier rubro, desde el alimenticio hasta el sector gráfico alcanza al menos niveles de 75%, sólo superados por algunos países en situación de guerra. Asegurar que esto es “un logro de la revolución” es quedarse corto.

Los regímenes dictatoriales cuentan con varios esquemas de funcionamiento muy bien definidos. Cuba ha logrado perfeccionar tras 5 décadas de experimentación estos aspectos, y no ha dudado en implementarlos a lo largo de 16 años en Venezuela por medio de sus gobernantes. Estos puntos son primordiales: Controlar las leyes, tanto en su promulgación como en su aplicación e interpretación. Seguidamente, controlar a quienes deben hacer que estas leyes se cumplan (eso no solo incluye jueces y magistrados, sino Fuerzas Armadas). Hacer PROPAGANDA hasta el cansancio, siempre achacando culpas de todo a terceros y resaltar el carácter de super inteligencia, iluminado, infalible y casi divino de quien tiene el poder,  y por último, controlar absolutamente todo lo referente a la economía (como ajuste de precios, divisas, permisos para empresas, impuestos, etc), comunicaciones y elecciones. Al controlar esto, sólo queda convertirse en el dueño y señor de Sodoma y Gomorra.

Pero sucede que lo que aguanta el papel no siempre es lo que sucede en la vida real, y vemos como los pueblos tarde o temprano se levantan contra quien les oprime. Libia, Irak, Egipto, España, Alemania, Francia, Honduras y cientos de pueblos asiáticos son ejemplo de esto. NO HAY PODER QUE SOPORTE AL PUEBLO CANSADO DE LA BOTA. Eso es una realidad ABSOLUTA. Quizá, este próximo 6 de diciembre veamos esto materializado en Venezuela, donde el pueblo ya no se come aquello del “gobierno de amor” en un afiche mientras por otra parte el presidente asegura que tiene 1.000 celdas preparadas para la oposición en diciembre.

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