martes, 22 de junio de 2010

DE LO QUE LE PASÓ A JULIAN CUANDO SALIÓ DE TRUJILLO A CARACAS



Cuando llega la navidad, nuestros sentimientos más básicos parecen exacerbarse sobremanera. Nos da por comer cochino de merienda, desayunamos hallacas, almorzamos pan de jamón y bollos con cerveza, y no salimos de una sola pea en 2 meses, porque navidad empieza en noviembre.

Curioso dato este si nos damos cuenta que pasamos los otros 10 meses del año quejándonos del reumatismo, los triglicéridos altos y la gastritis que nos causaron las comidas tan pesadas y los excesos de diciembre.

Otro detalle, que no es más que lo que los “socialistas” de nuestro país llaman “síntomas del capitalismo”, es que parece ser obligatorio el tener que comprar artículos de la siguiente lista:

-Los estrenos del 24
-Los estrenos del 31
-48 cajas de cerveza para la semana entre 24 y 31.
-2 cajas de Güisqui para el 24
-2 cajas de güisqui para el 31
-el carrito zapatico para el chiche de la casa

En búsqueda de las mejores ofertas en la lista pasada, un amigo mío, Julián, decidió irse a comprar todo en Caracas, porque allá es más barato todo.

La cuestión es que Julián, mi amigo desde hace años, nunca había salido de Trujillo hasta ese día, y para colmo de males decidió ir acompañado con otro compañero de la universidad que decía que era caraqueño, cosa que siempre puse en duda desde el momento en que nos presentaron por vez primera y me dijo “yo soy de Caraaaaacas guaaaarooooo y voooossss???” al tiempo que escupía chimó mentolado “el tigrito”.

Sabiendo esto, cuando Julián me dijo que había tomado la decisión de ir a Caracas a comprar todo lo de sus navidades, debo aceptar que me sentí un poco aturdido. Sin embargo, y respetando el hecho de que cada quien hace lo que quiera con su vida, no me entrometí en su decisión y esperé a ver qué pasaba y que nuevas noticias de la capital traería mi amigo Julián.

Nuestras tierras andinas están coronadas por las más hermosas montañas y la fauna silvestre más variada. También estamos llenos de lo que la gente conoce como “la hospitalidad y el calor familiar del andino” que a todos maravilla. Sin embargo esta hospitalidad y este calor familiar se debe, entre otros factores sociales, a la inocencia casi infantil de nuestra gente. Hasta los “tirados a vivos” son medio “aguevoniaos” si nos ponemos a ver.

Pero no hablemos de las personalidades de nuestra gente de los andes, sino de lo que le paso a Julián cuando llegó a Caracas.

Todo empezó, como era de esperarse, en el autobús. Cuando Julián llegó al Terminal de Trujillo a agarrar su bus de expresos Mérida de dos pisos quedó loco. Pero no porque no supiera que existían esos buses, tampoco así, sino que como hacía tiempo que no viajaba no sabía que ya esos bichos llegaban a Trujillo. Pues después de vacilarse la peliculita en VHS respectiva del viaje, y disfrutar de las casi 2 horas seguidas de vallenatos que el chofer pone a todo volumen como con malicia, Julián se logró dormir. Pero como durmiendo uno no sabe del mundo, a golpe de 6 de la mañana se despertó entre el desnalgue que se armó cuando todo el mundo se levantó para bajarse del bus cuando todavía no se había terminado de parar. Entre aquel caos dentro del bus, Julián buscaba en su bolsillo el ticket con el numero para que le entregaran la maleta. Buscó con la mirada a Ramón y vio que todavía estaba en el asiento de al lado. Le despertó y le pregunto dónde estaban, a lo que recibió como respuesta un muy afincado “SU MADREE!!!” cuando vio por la ventana a la gente como hormigas en el Terminal de la Bandera.

En el tramo entre el Terminal y la homónima estación de metro a solo 2 cuadras los atracaron 3 veces. De las 3, 2 no eran atraco pero ellos pensaban que si y le entregaron todo a la señora que les preguntó la hora y salieron corriendo por que ya estaban asustados del primer atraco. Menos mal que Julián llevaba el dinero guardado en las medias siguiendo el consejo de un primo que una vez había visto en una película que eso era lo mejor para que no te robaran cuando ibas de viaje. Ramón por su parte, pasó mucha pena cuando no supo para donde es que tenía que dirigirse para ir al Cementerio, y cuando Julián le dijo “vos como que no sois caraqueño un guaro!” él le dijo “claro que siiiiii!!! Lo que pasa es que esta lavativa la han cambiao mucha ya guaaaaroooo!!!”.

Como lo más lógico es que cuando uno no conoce como llegar a un sitio un taxi es la mejor elección eso fue lo que hicieron la pareja de trujillanos después de pasar como una hora tratando de entrar en un vagón del Metro. Como se paraban a un lado y que “para darle paso a la señora” en eso se les metía todo el mundo y nunca podían entrar. Los trujillanos siempre tan amables.

Claro, cuando a uno le dicen “vamos pal cementerio” uno como buen trujillano se imagina es al cementerio de Santa Rosa o el del eje vial. Sorpresa para Julián y Ramón cuando llegaron a aquel mercado persa de más de 2000 kioskos de 2 por 2 full de vainas baratísimas. Pasaron como 2 minutos parados en el mismo sitio viendo anonadados aquel “coñazo de gente” comprando de todo y caminando todos como apurados. Por fin se decidieron a entrar y después de 5 horas esperando que los atendiera la guajira del kiosco de guayaberas lograron conseguir lo que querían y a mejor precio del que esperaban. El problema ahora era como llevarse todo ese perolero de nuevo para el Terminal… fue ahí cuando Ramón demostró ser Caraqueño de verdad y llamó a un primo para que les diera la cola en un camión de mudanzas que manejaba para “un tipo ahí”. La transformación fue impresionante me contó Julián. Celular en mano:

- Aló! por fa con Luismi… tía?? Comos tas tíaaaa!!!! Chaaamaaa!!! Soy Monchix tia!!! Aquíiii, stoy con un panita aquí comprando unas cositas tia pero mira, será que Luismi nos puede dar la cola? Porque tu sabes queee…-

Media hora pasó Ramón hablando con la tía hasta que Luismi llegó en el camión y les dio la cola hasta el Terminal de nuevo. Miles de abrazos y saludos a medio mundo se mandaron los primos mientras Julián sacaba de un bolsillo la acema rellena de queso blanco que había llevado desde temprano escondida al cinto cubierta con una bolsa plástica para cuando “le pegara el filo”.

Después de toda la parafernalia por fin se sentaron a comerse la acema. Julián no dijo nada acerca del cambio de acento y actitud de Ramón cuando vio al primo ni cuando habló por teléfono. Los dos andinos se sentaron a comerse la acema con tranquilidad y a tomarse el Ricomalt que habían comprado para “pasar la acemita”. A las 3 horas se montaron de nuevo en el bus que les llevaría de nuevo a la tierra de paz y encanto. Yo les esperaba curioso de cómo les había ido.

Cuando los fui a recoger en el Terminal me quedé loco con todos los paquetes que traían. Como respuesta a como les había ido solo obtuve un: A rigoooorrrrr!!!.

Julián trajo 200 guayaberas de todos colores por que estaban muy baratas y un viaje de pantalones LEBIS. Hoy tiene su kiosco frente a Frutizana donde vende guayaberas, pantalones, carritos zapaticos, pabilo, aserrín verde y papeles pintados para hacer pesebres mientras Ramón, más arriba vende acemitas y pan dulce casero. Ese viaje los cambió… ahora cuando los saludo, en vez de decir “bien y usteeeee” me dicen “q so uon”, están pensando en montar una franquicia buhoneril en Valera y en exportar las acemitas al Sambil y al San Ignacio. Definitivamente las navidades y la compra de los estrenos en el Cementerio están cambiando a nuestra gente! A RIGOOOORRRRRR!!!

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