Durante años el chavismo (y ahora el madurismo) han repetido en cada oportunidad una versión alterada del pasado. Una épica fantasiosa petrolera que pretende convencernos de que Venezuela sigue siendo una potencia soberana, independiente y dueña de su destino energético.
Hablan de reservas infinitas, de recuperación productiva, de un futuro petrolero brillante, de “soberanía” y de como los “gringos de mierda” nos han robado por décadas. Pero basta rascar un poco la superficie para descubrir una verdad incómoda: hoy, una parte esencial de la ya muy mermada producción petrolera venezolana se sostiene gracias a una empresa estadounidense: Se llama CHEVRON, y sin ella, el discurso oficial del cártel se quedaría sin piso.
La historia reciente de PDVSA no es una tragedia repentina ni una conspiración externa, como insiste la narrativa oficial. He escrito algunos artículos al respecto las últimas semanas que pueden revisar, explorando la historia real de CITGO, o de otros temas petroleros. Lo invito a revisarlos en este mismo perfil.
La historia del quiebre de PDVSA es el resultado de dos décadas de politización, expulsión de talento técnico, corrupción sistémica y abandono de la infraestructura. Nones secreto para ningún venezolano el estado de la empresa hoy, incapaz incluso de producir su propia gasolina.
A comienzos de los años 2000 Venezuela aún producía varios millones de barriles diarios. Para 2020, la producción había colapsado a niveles que rozaban lo irrelevante para un país que se autodefinía como potencia energética. Llegó a ser de apenas 329.000 barriles diarios. En los 70, se producían 3.8 millones al día.
No fue, como dice el cártel el cártel, el bloqueo lo que destruyó a PDVSA. PDVSA ya estaba destruida cuando las sanciones llegaron.
Desde ese abismo de 2020, hubo sin embargo un tímido repunte. Hoy Venezuela produce alrededor de un millón de barriles diarios, con variaciones según la fuente y el mes.
El régimen narco presenta ese número como una hazaña, pero lo que no dice es cómo se logra esto. Una obviedad deliberada dentro de un discurso político hipócrita.
La realidad: Una porción crucial de esa producción petrolera venezolana proviene de empresas mixtas donde PDVSA no pone ni capital, ni tecnología, ni eficiencia. PDVSA no hace nada. Chevron sí. Chevron invierte, mantiene campos, aporta diluyentes, repara instalaciones y logra sacar crudo que de otro modo quedaría enterrado bajo la ineficiencia del cártel narco. Es una paradoja grotesca sin duda. Grotesca porque es una vergüenza para un proyecto político que construyó su base sobre un discurso demonizando a las petroleras estadounidenses, y grotesca porque una empresa estadounidense es justamente la que mantiene al narco cártel que su gobierno declara terrorista.
Chevron no está en Venezuela por altruismo ni por afinidad ideológica. Está ahí porque Estados Unidos, a través de licencias específicas, le permite operar de forma limitada en medio de un régimen de sanciones. Pero sobre todo, está ahí porque PDVSA no puede sostener la producción por si misma y depende entonces de CHEVRON, lo cual le da a esta empresa una ventaja comercial obvia que los beneficia, ciertamente. Lamentable, que después de ser una de las empresas petroleras mas importantes del mundo, PDVSA ahora dependa completamente de Chevron por la corrupción e ineficiencia que la consume.
Más incómodo aún para el discurso del narco cártel: Chevron es una de las muy pocas operaciones petroleras en Venezuela que todavía generan algún tipo de flujo de caja para el país, aunque sea indirecto y estrictamente regulado. Chevron no puede pagar regalías libremente, ni puede transferir efectivo sin restricciones, pero su actividad es la única que HOY mantiene viva una fracción de la industria.
En paralelo, la mayor parte del petróleo venezolano no se vende como riqueza nueva: Se entrega como pago.
La mayoría de los barriles que salen del país tienen como destino China, pero no como resultado de una relación comercial normal, sino como parte de acuerdos de deuda acumulados durante décadas de préstamos oscuros. Petróleo a cambio de financiamiento pasado.
Cada cargamento rumbo a Asia es una cuota de una hipoteca que el país contrajo hace más de diez años. A Venezuela no le entra dinero fresco legal por concepto de exportación petrolera desde hace años, y es por eso que el cártel se ha dedicado desde hace unos años a “contrabandear” petróleo venezolano en flotas de buques fantasmas a mercados negros, buscando liquidez que no pasa por los libros contables de la nación: exportan recursos que simplemente son embolsillados en cuentas personales. Nadie sabe cuanto se han robado de esa forma, pero sabemos por ejemplo, que cuando el régimen narco apresó a El Aissami, el motivo de la pelea interna se debió al desvío de al menos 21.000 millones de dólares de exportaciones petroleras pagadas en criptomonedas (buscando evadir sanciones). A cuanto ascendería el monto real de este robo, solo el narcocártel lo sabe.
El régimen habla de exportaciones petroleras, pero no explica que gran parte de ellas no significan ingresos disponibles para reconstruir el país. No se traducen en hospitales, ni en escuelas, ni en un sistema eléctrico funcional. Son pagos diferidos, compromisos heredados, barriles que ya estaban gastados antes de ser incluso extraídos o antes de salir del puerto. Venezuela no vive de su petróleo: Vive pagando con él.
En los datos de exportaciones, el narco régimen solo habla de petroleo, pero no habla por ejemplo, de la explotación minera: Oro, hierro, bauxita, coltán, diamante, plata, cobre, arena sílica, carbón, etc.
Las cifras de ingreso por concepto de industrias mineras no las maneja NADIE. Nadie sabe que se hace con eso, pero todos mas o menos lo intuimos. Seguramente termina todo eso en el mismo sitio que el dinero del petroleo contrabandeado.
A eso se suma otro elemento que rara vez se discute con claridad: Una parte de la producción, alrededor de un diez por ciento en ciertos períodos, se envía a Cuba. Sabemos que 80% de la producción se exporta a China. Del 20% restante para consumo nacional, 10% se va a Cuba. No como una transacción transparente de mercado, sino como parte de una relación política que ha drenado recursos durante décadas.
Mientras los venezolanos lidian con salarios simbólicos (salario mínimo es de apenas 34 centavos de dólar al mes) y servicios completamente colapsados, el petróleo sigue fluyendo hacia aliados del narco cártel que ni pagan en efectivo ni invierten en el país.
El resultado es entonces, una industria petrolera que funciona como un cuerpo en coma sostenido por respiración artificial.
La imagen hoy es bochornosa: Una empresa estadounidense mantiene activos los campos más productivos, un acreedor asiático cobra con petróleo en lugar de dinero. Un aliado ideológico recibe la mitad de los barriles que nos quedan, y mientras tanto, el país se apaga y el régimen sigue hablando de soberanía anti yankee mientras son los yankees justamente los que mantienen la explotación petrolera activa.
La ironía es brutal. El proyecto político que prometió liberar a Venezuela del imperialismo depende hoy de una de las empresas más representativas del imperialismo yankee, Chevron, para no colapsar del todo. El modelo que juró usar el petróleo para el desarrollo nacional lo utiliza solo para pagar deudas y favores. El capital se lo robaron hace décadas ya. Lo que alguna vez fue un instrumento de progreso se ha convertido en una ficha de empeño.
Hay quienes nos preguntamos, ¿por qué Chevron mantiene al régimen entonces?. La respuesta es un misterio. Obviamente hay un interés de la compañía en mantenerse activa en el lugar. ¿Por qué el narco cártel permite a Chevron operar en Venezuela en lugar de Rusia o China? Habría que ver si Rusia o China estarían interesadas en hacer otro negocio con el narco régimen que ya les ha estafado billones de dólares.
Esta no es una discusión ideológica. Es histórica. Es contable. Es material. El petróleo venezolano ya no pertenece al futuro del país, sino a su pasado saqueado y robado a mansalva. Mientras no se hable con claridad, mientras se siga manipulando la historia y la actualidad con discursos falsos y mentiras, seguiremos atrapados en la ficción de ser “una potencia” cuando la realidad es que el país apenas sobrevive, endeudado, dependiente y sostenido por aquello que el chavismo juró expulsar. Si en algún momento histórico nuestra Venezuela ha perdido soberanía ha sido hoy.
Esa es la verdad que no aparece en los discursos pero está en los barriles, en los destinos, y en los contratos. Contra los datos, no hay ni consigna ni mentira que resista.
Jose Calabres
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