Hay momentos en los que el poder deja de ser un escudo y se convierte en una prisión. Hoy, el narco capo Maduro vive exactamente ahí: en ese punto en el que cada movimiento tiene más que ver con sobrevivir que con gobernar. Por primera vez en mucho tiempo, las señales dentro y fuera de Venezuela apuntan en la misma dirección: el futuro de Maduro no es de permanencia.
Durante los últimos meses hemos visto cómo el cártel, en lugar de mostrar fuerza, muestra nerviosismo. Diosdado, siempre el vocero de ala dura, invoca la necesidad de “identificar a los vendepatria”, una frase que en Venezuela hemos escuchado antes, justo cuando el poder se siente rodeado. Este discurso no busca nada más que asustar a aquellos que podrían estar conspirando contra ellos. Busca simplemente afianzar la idea de que el cártel es omnisciente y lo sabe todo. La verdad es que están muy lejos de eso, y para su propio terror, cada día hay más y más conspiraciones contra ellos.
Pero ese discurso sucede al mismo tiempo que ocurre algo más importante: los aliados tradicionales ya no parecen tan dispuestos a cargar con el peso de proteger al cártel. La información confirmada de contactos entre sectores de Cuba y Estados Unidos conversando discretamente sobre un “escenario sin Maduro”, no es un detalle menor. Cuba ha sido el soporte político e ideológico del chavismo durante más de dos décadas. Que La Habana empiece a estudiar sus opciones es una señal de que, en el tablero grande, la ficha Maduro está fuera del juego.
A eso se suma otro elemento: Estados Unidos no está improvisando. Entre presión diplomática, sanciones dirigidas y un discurso duro, Washington está jugando una estrategia mixta: asfixiar, negociar y dividir. El despliegue de capacidades militares en la región, que no es algo nuevo, pero sí oportunamente visible, añade peso a esa estrategia. EEUU está presionando no salo a Maduro, sino a cada uno de sus aliados. En otras palabras: la presión ya no es simbólica; es un recordatorio de que la ventana para una salida negociada no estará abierta para siempre y que cada día que pasa, hay menos lugares donde esconderse.
Mientras todo esto sucede, Maduro juega sus últimas cartas: resistir. ¿Cómo? Llamando a las milicias, intentando radicalizar a los militares, inflando su narrativa nacionalista. Es el mismo guion repetido de siempre, con la diferencia de que hoy el desgaste interno es más profundo que nunca, y esa lealtad que espera de muchos ya no se siente igual. No se siente igual porque la salida del capo empieza a ser tema de conversación en los círculos aliados.
No se puede mantener el poder con base en mercenarios, decía Maquiavelo, porque el mercenario solo está cuando hay dinero que lo beneficie, pero cuando la amenaza real los alcanza, abandonan inmediatamente, dejando vulnerable y sin protección a quien les pagaba. Eso es exactamente lo que le sucede al cártel hoy. No hay nadie dispuesto a enfrentar cárcel o muerte para defender a los narco capos.
Entonces, ¿qué viene? La verdad es que debemos ser realistas. Aunque todos esperamos con ansias el día en el que finalmente se anuncie la caída del dictador, este tipo de acciones no son tan sencillas como “llegar y meterlo preso”. No podemos olvidar que hay un intrincadísimo sistema de intereses internacionales atados al Cártel, intereses que no están dispuestos a ser arrancados de golpe. Ese sistema fue diseñado por el Cartel de los Soles desde hace décadas justamente para protegerse del momento que están viviendo hoy.
Pero no mal entiendan esto. Hasta los grandes dictadores y capos han caído pese a sus aparatos de protección, y Maduro no es más que cualquiera de ellos. Déjenme explicar.
Lo que veo, con la información disponible en medios serios internacionales, es un escenario de fondo en el que el Cartel de los Soles está acorralado y sin capacidad de respuesta. Hay buques bombarderos a solo 25 km de La Orchila, la isla preferida del cártel, y aun así los narcos que tienen secuestrado el poder en Venezuela no reaccionan. Saben que cualquier movimiento provocaría una respuesta inmediata de la flota internacional que los está cazando, y no tendrían la más mínima posibilidad de sobrevivir eso. Esto es significativo porque demuestra que ni el régimen se atreve a actuar, y que las flotas que los amenazan se acercan cada vez más.
A pesar del discurso público del régimen, asegurando que están “listos para enfrentarse contra quien sea”, los hechos dicen lo contrario.
Otro elemento interesante es la negociación que, según varios medios internacionales, se está dando entre Cuba y Estados Unidos, en la que se habla explícitamente de una Venezuela sin Maduro. Este tipo de conversaciones nunca habían ocurrido. Cuba fue uno de los grandes soportes del Cartel, pero hoy parece dispuesta a dejarlo solo para evitar un conflicto propio y directo con Estados Unidos. Podemos entonces dibujar dos escenarios principales:
El primero es la salida negociada (el más probable). Hay ofertas sobre la mesa, países dispuestos a garantizar un exilio y un entorno donde la transición pueda ser controlada. Estas negociaciones se están dando, aunque no se alargarán para siempre.
El segundo sería la resistencia del régimen. También posible, pero insostenible. Esta resistencia solo podría prolongar la agonía, pero no cambiar el final. El problema no es si Maduro puede sostenerse semanas o meses más. El problema es que ya no existe una ruta sostenible que lo mantenga en el poder sin un costo que su propia estructura difícilmente podrá soportar. Y no podrá soportarlo porque el quiebre interno ya ocurrió. Hoy Maduro puede al menos negociar su salida del poder, puesto que es el capo mayor, pero su círculo no tiene nada que ofrecer para negociar la suya. Lo único que pueden poner sobre la mesa para negociar es entregar a Maduro, y por eso, el juego real hoy es “quién entrega a quién”.
Otros escenarios existen, pero sus probabilidades de ejecución son tan bajas que no vale la pena analizarlos.
Maduro ya no está jugando a ganar, sino a no perder tan rápido. En los próximos movimientos veremos si opta por una salida manejada o si decide atrincherarse hasta que la realidad lo obligue a lo que siempre quiso evitar: enfrentarse solo a un país y a un mundo que ya lo dan por terminado.
Hay un detalle que no quiero dejar por fuera: Lo que Estados Unidos busca es que el Cartel de los Soles deje el poder de la manera más pacífica posible para el pueblo venezolano. Por eso no hay (aún) incursiones por tierra. Incluso si llegase el momento de ejecutar acciones contra el cártel, es posible que no hayan desembarcos ni nada. No hace falta. EEUU y sus aliados cuentan con misiles de largo alcance, drones y aviones de ultima generación.
La propaganda del Cartel asegura que habrá una guerra y que Estados Unidos matará a la mitad del país. Esto es, sin duda, una falacia. No porque lo diga yo, sino por los hechos: Estados Unidos apunta únicamente al Cartel de los Soles y sus miembros, no al pueblo venezolano. Los perseguidos tienen nombres y apellidos. Hacia ellos iría cualquier operación. Una guerra entre EE.UU. y el Ejército venezolano no es un escenario real. Hoy el cártel no tiene ni comida para darle a las tropas; pasan 5 de los 7 días sin soldados en los batallones. No hay entrenamiento, no hay equipos. Por eso las movilizaciones son siempre de “milicias”, cuya capacidad de ataque sería útil si estuviésemos en la Edad Media, peleando con palos y rifles como en la Primera Guerra Mundial, pero absolutamente inefectivos contra drones o misiles. Tampoco creo que esos milicianos estén dispuestos a pelear para defender a ninguno de los capos.
Estados Unidos cuenta con los aviones más modernos del mundo y capacidades misilísticas que Venezuela jamás ha tenido. Y el Cartel lo sabe. Por eso, aunque hay buques bombarderos a 25 km de La Orchila y aún así los narcos no mueven un dedo, porque cualquier movimiento encendería el botón rojo que los apunta desde hace años…
La pregunta es entonces: ¿cuánto tiempo más podrán evitar que se active ese botón?
El Cartel sabe que sus horas están contadas. No son fuertes, no hay quien esté dispuesto a morir por ellos. No hay “pueblo” apoyándolos. Solo hay angustia y ansiedad: angustia por la propaganda de guerra, ansiedad esperando que finalmente pase algo.
Finalmente, para responder la pregunta que muchos me hacen: ¿Cuándo pasará?. Nadie lo sabe. No existe forma seria de predecirlo. Pero sí puedo afirmar algo con absoluta certeza: Está pasando. Este juego está por terminar. Cada día que pasa no es un día en el que Maduro y su Cartel se hacen más fuertes, sino un día en el que su salida “pacífica” se acorta y su salida más violenta se acerca.
Amigos venezolanos: calma, y un poco más de paciencia. Hemos resistido casi 30 años de esta narcodictadura. Unos días o meses más para verlos caer no es mucho. Muy pronto podremos celebrar con “dulcito de lechosa”, como decían por allá. 😎
Me dicen que en los búnkeres del Cartel se les está acabando la moringa para los nervios… y al parecer nadie quiere salir a buscar más, no vaya a ser… 🤫
Jose Calabres
*Ilustracion hecha con inteligencia artificial*
#CartelDeLosSoles #VanPaFuera #Maduro #Venezuela #TrenDeAragua

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