martes, 22 de octubre de 2024

LA MANADA MANIPULADA

 


Nuestra sociedad ha caído mentalmente enferma. El aumento vertiginoso de patologías como el estrés crónico, la ansiedad y la depresión que crecen año tras año nos muestra que como individuos estamos perdiendo la capacidad de lidiar con las fuerzas de nuestra propia psique, y este debilitamiento está creando las condiciones perfectas para que ciertos poderes fabriquen una psicosis global.


Una parte importante de la sociedad extenuada interiormente y desprovista de su individualidad están siendo manipulada para perder el contacto con la realidad objetiva y vivir en el reino del fanatismo ideológico. 


Nuestra plenitud psicológica estaba bajo asedio y nuestros lazos humanos se están fragmentando. Pero no todo está perdido. Podemos escapar de este delirio y deshacer el engaño colectivo. 


Nunca antes en la historia habían existido medios tan eficaces para manipular en masa a una sociedad. Hoy en día, además de los medios de comunicación clásicos como la televisión, radio y prensa, sumamos a ese gigante llamado “internet”, que permite a quienes ostentan el poder llegar más fácilmente a las mentes de las masas. El objetivo es claro: la creación de un sistema totalitario donde el poder habiendo centralizado todos los aspectos de la sociedad obtiene un control absoluto y que no exista oposición a su tiranía. Sin embargo el poder no puede lograr esto sin la colaboración de los individuos, y acá la paradoja.


Deben ser los individuos quienes voluntariamente decidan renunciar a sus derechos y libertades (algo así como aquello de vender el alma… debe ser el individuo el que entregue su alma voluntariamente, puesto que el diablo no puede simplemente arrebatarla) y la única forma eficaz de lograr algo así es que esos mismos individuos pierdan su “individualidad” y se adhieran a una mentalidad de grupo, de manada.


Una vez que este proceso se haya consumado los individuos no solamente estarán dispuestos a perder su libertad sino que pedirán incluso al gobierno que se las arrebate. Existen tres gatillos psicológicos que logran precisamente esto de forma muy eficaz, tres disparadores que el poder utiliza una y otra vez para manipular al individuo aplastar su voluntad y convertirlo en masa aborregada y estos tres gatillos son: el miedo, la confusión y el deseo de seguridad (que además deben dispararse en una secuencia muy concreta


Joost Merloo, psicólogo especialista en psicología de manejo de masas, afirma que mientras que el miedo prepara a la población para la mentira, el uso de la propaganda difunde desinformación y promueve la confusión con respecto a la fuente de las amenazas o la naturaleza de la crisis, lo cual ayuda a quebrar las mentes de las masas.


El origen de la psicosis es siempre “un grave problema” en este discurso. Siempre se habla de una amenaza tan peligrosa que suscita niveles de miedo y tensión social insostenibles. El gobierno fabrica este problema de forma oportunista interviniendo psicológicamente en los individuos para inducir temor frente a un peligro inminente, después agita ese problema utilizando un bombardeo propagandístico diseñado para confundir al individuo. Los medios de comunicación usados por el poder ofrecen información falsa contradictoria o sin sentido que lleva a un estado de confusión porque el individuo no puede abordarla de una manera racional y adaptativa, lo cual aumenta la susceptibilidad al miedo y la indignación.


La lógica se puede enfrentar con la lógica mientras que la ilógica no. Esta ultima confunde a quienes piensan de forma correcta y mientras la gente todavía está buscando un contra argumento razonable a la primera mentira los totalitarios pueden agredirlos con otra mentira nueva (aquello de tapar un escándalo con otro). Además, la forma de presentar esta información es muy particular: Merloo lo llama “ondas de terror”. Se trata de etapas donde la tensión aumenta exponencialmente y luego es sucedida por pequeños períodos de calma, lo que poco a poco va destruyendo la moral del individuo. En el momento de máxima tensión y confusión el poder presenta “la solución a ese terrible peligro” y la posiciona como única alternativa. Es un discurso básico de “es esto o nada”, y entonces el individuo, habiendo estado expuesto a estas “ondas de terror” y rendido ya al empuje de la masa que cree que sólo hay un camino para la resolución del conflicto, le súplica al gobierno que implemente esa solución para que de esa forma su seguridad pueda quedar garantizada.


Pero la manipulación no para en este punto. Antes de “implementar la solución”, el gobierno afirma que no puede ejecutar “esa solución” así como así.  Para poder hacerlo necesita adquirir “más poder “ (una nueva ley, un nuevo ministerio o incluso una nueva constitución) que le permitan hacer lo que “antes no podía” a costa de la restricción o eliminación de ciertos derechos individuales.


En otras condiciones el individuo no hubiera accedido a perder su libertad y sus derechos, pero aquí el poder ya logró el beneplácito de las masas que le ruegan que les arrebate sus derechos para acabar con esa “terrible amenaza” (póngale el nombre que quiera a esa amenaza) y el poder habiendo logrado lo que quería, simplemente deja de fabricar y agitar el problema que ellos mismos crearon, con lo que pareciera que realmente “logró una solución”.  La calma regresa. Los individuos ya no son tan libres pero se libraron del miedo y recuperaron su sensación de seguridad. El costo en forma de pérdidas de derechos y libertades individuales fue elevado pero la masa lo celebra. Misión cumplida, hasta que el ciclo vuelve a repetirse de nuevo con otra amenaza fabricada por el poder que pone en marcha el proceso una vez mas.


Hay un elemento más que el poder utiliza para aumentar la posibilidad de una psicosis totalitaria: aislar a los individuos y perturbar sus interacciones sociales en nombre de un bien común. Un individuo solo y sin interacciones normales con amigos, familiares y compañeros de trabajo se vuelve mucho más susceptible a delirios.


En primer lugar se pierde el contacto con la fuerza correctiva del ejemplo positivo, algo que sucede en muchas otras especies de mamíferos, y por otro lado, los seres humanos se condicionan más fácilmente a nuevos patrones de pensamiento y comportamiento cuando se encuentran aislados.


Este proceso que acabo de describir lleva al individuo a un estado de “infantilización”, en el que le cede toda la potestad al poder, perdiendo su capacidad de pensar por sí mismo, de hacerse responsable de su vida y de sentir que es capaz de lidiar con los desafíos que van surgiendo en el día a día.


Carl Jung decía que cuando los individuos pierden su individualidad pierden también su categoría intelectual y moral. Se conectan inconscientemente con un nivel inferior donde rigen la irresponsabilidad, el victimismo, la insensatez, el tribalismo y el infantilismo. Es así como vemos sociedades enteras en las que se idolatra a un personaje como una suerte de Mesias que es responsable de “mantener la estabilidad y bienestar de todos”. Nadie se hace responsable de su propia vida, sino que se le atribuye el bienestar de la “tribu” a un cacique, y así se pierde la noción de individualidad.


Para que las masas renuncian a su libertad y cedan el control de todos los aspectos de sus vidas a las élites gobernantes deben renunciar primero a su capacidad de ser individuos autosuficientes responsables por sus propias vidas y pasar a convertirse en súbditos sumisos y obedientes. Deben convertirse en seres débiles y vulnerables que se dejan llevar por los dictados “del grupo”, sin cuestionarlo. Así, el individuo enajenado naturalmente no puede darse cuenta de su situación. No sabe que está hipnotizado, no sabe que ha perdido su capacidad de pensamiento crítico y que sólo sigue religiosamente los mandatos prefabricados de un colectivo igualmente enajenado (como sucede en una secta). De hecho no sólo ignora todo esto, sino que se caracteriza por su superioridad moral. Se cree moralmente superior a los miembros del grupo opuesto y asume que los que están fuera de su colectivo son “enemigos despiadados que amenazan con destruirlo todo”, y eso le autoriza para cometer todo tipo de atrocidades, amparándose en un escudo mora: “lo hago por el bien de todos. Hay que impedir que los malos salgan victoriosos para hacer el mal”.


Un ser humano debe creer por encima de todo que lo que hace es bueno, o al menos que su actuar respeta la ley natural. La ideología es lo que le da al mal su justificación, y al que perpetra el mal, la determinación necesaria para actuar.


La ideología es el marco teórico que hace que sus actos parezcan buenos en lugar de malos, tanto a sus propios ojos como a los ojos de los demás, de forma que en lugar de recibir reproches o insultos reciba alabanzas y honores por su masacre.


En su libro Psicología de las masas y análisis del Yo, Freud afirmaba que el grupo es extraordinariamente susceptible a ser influido y no tiene ninguna capacidad crítica. Cuando nos identificamos con un grupo nuestro pensamiento individual queda anulado y en su lugar es reemplazado por el pensamiento grupal, y la verdad, por supuesto, queda relegada a un segundo plano o incluso rechazada si llega a poner en peligro la cohesión del grupo.


Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud desarrolló técnicas de manipulación masiva basadas en el trabajo de su tío que siguen siendo utilizadas por compañías y gobiernos de todas las naciones sin excepción. En palabras de Bernays: “la masa es un estado mental que surge cuando los individuos quedan desprovistos de individualidad”. 


Las técnicas desarrolladas por Bernays tienen la intención de controlar y organizar a las masas a voluntad sin que éstas lo sepan. Una vez que el individuo ha logrado una identificación total con el grupo surge lo que Juan Soto llama “narcisismo tribal”. 


En una sociedad donde la gente se siente sola y miserable y donde los individuos no son quienes quisieran ser, la individualidad resulta difícil de soportar. Cuando nos miramos al espejo, detectamos el reflejo que nos devuelve, pero si en cambio nos miramos en el espejo “del grupo” la cosa cambia. De repente ya no vemos nuestros defectos individuales, sino las supuestas “virtudes de nuestro grupo”. Ya no importa que nos vaya fatal en nuestra relación de pareja, que odiemos nuestro trabajo mal pagado, que psicológicamente estemos deshechos, o que nuestras adicciones o hábitos destructivos nos están despedazando, sino que ahora vemos algo que nos gusta: “somos los defensores de los derechos de los oprimidos. Somos ciudadanos bondadosos y ejemplares que se preocupan por el planeta, por las minorías y por todo lo que nos haga sentir bien respecto a nosotros mismos”. De repente somos héroes sin tener que esforzarnos. Es así como entonces el poder te hace sentir que si nunca fuiste capaz de obtener reconocimiento social (porque sabes que desde tu sofá no puedes lograr nada heroico), pues ahora puede ser “un héroe” solo con repetir los mantras ideológicos del grupo. Así de simple. Sin hacer nada único e inigualable. Sin ejercer ninguna proeza qué aporte un valor al mundo. Sin realizar ninguna gesta extraordinaria y memorable. Así, el cobarde ha sido convencido de que su cobardía y fragilidad es en realidad algo “heroico”.


Denunciar por redes sociales, quejarse amargamente cuando otros ejercen su libertad de expresión, cancelar y exigir la aniquilación de la reputación de alguien… toda esta división está minuciosamente calculada para que no busquemos consenso y entendimiento, sino sólo la destrucción de todo eso que nos han dicho que es vil y tiránico. La idea de venganza contra el grupo enemigo del poder solo nos divide en “opresores y oprimidos”, “víctimas y tiranos”, y posteriormente promueve que la única respuesta posible entre estos grupos sea la hostilidad.


Tras habernos manipulado profundamente, lo cual se normaliza con el paso del tiempo, nos convence de que esa “hostilidad”, esa persecución cruel es, de hecho, un acto ejemplar. Si alguien expresa una opinión que no encaja en la narrativa de nuestro grupo ideológico lo llamamos discurso de odio, fascismo, homofobia, machismo, racismo, opresión. Y así queda entonces prohibido crear espacios de debate y el intercambio de ideas o las conversaciones respetuosas son herejías para el grupo.


Esta es la manipulación de las masas que estamos viviendo. Pero si como individuos aprendemos a controlar conscientemente las fuerzas de nuestra psique y desarrollamos un carácter que nos permite lidiar sabiamente con esos gatillos, estos ya no podrán ser usados como herramientas de manipulación puesto que perderán su efecto psíquico.


Todos estamos en una búsqueda de alivio que nos libere de la inmensa presión que sentimos interiormente, esa falta de esperanza en la que estamos unidos. Es la total ausencia de dirección y propósito, y cuando individualmente no sabemos qué hacer con todo ese miedo que nos abruma y esa negatividad que inunda nuestra vida cuando vamos hacia lo colectivo si no nos creemos capaces de lidiar con la adversidad, pero el grupo no puede resolver la verdadera raíz de nuestro sufrimiento. Por supuesto que el grupo nunca lo admitirá, puesto que siguen inmersos en la psicosis a la que han sido inducidos (volvemos a lo de la secta, el partido, la congregación). Ellos tratan de convencerte de que están ahí para rescatarte a ti y a todos los oprimidos como tú de las garras de quienes han hecho que tu vida sea tan miserable. Sin embargo el grupo no puede crear estrategias adaptativas para el individuo. Ningún grupo identitario puede ayudarte a reposesionar tus procesos psíquicos individuales, adquirir dominio de tus pensamientos, reorientar la dirección de tu mente o sacarte de la preocupación patológica que deriva en ansiedad.


La razón por la que las técnicas de manipulación funcionan sobre nosotros es porque nos hemos debilitado como individuos. Por eso tenemos que fortalecernos. Tenemos que crear desde dentro, una estructura psico emocional en la que sepamos con toda certeza que pase lo que pase, vamos a saber transitarlo, con entereza. Aunque la vida nos golpee con adversidad y el dolor sea intenso, SIEMPRE podremos afrontar la vida y salir victoriosos. Si entendemos que somos individuos merecedores de nuestro propio respeto, que tenemos valor individual y que somos mas que una manada, podremos formar parte del grupo sin dejarnos manipular, y por consecuencia, con criterio.


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