Julián vivía en “Colinas de Bello Monte”… pero no en el bello monte
“jai” de Caracas, sino en el Bello Monte de otra parte, que así se llamaba la
parte de atrás de donde vivían los malandros de una vaina que llamaban “los sin
techo”.
Aunque a cada rato se leía en los diarios (los pocos que quedaban porque ya no había papel y las noticias eran más por chisme del vecino que por
labores periodísticas) que habían matado a un gentío el fin de semana en cuanto
templete y rumba de arroceros había en el cerro, Julián decía que eso era
mentira, porque el había estado en un templete de esos bebiendo anís con unos
panas y la gente de “La Banda ”
no les había ni mirado cuando pasaron disparando al aire a las 2 am celebrando
los goles de algún equipo africano que nadie sabía quienes eran… o sea que esas
muertes eran “mentira de los medios”.
Y es que Julián era SUPER OPTIMISTA! Aunque no conseguía café, ni papel,
ni medicinas, ni leche, ni aceite, ni desodorante, ni mantequilla, ni harina,
ni un montón de cosas, no pelaba oportunidad para decir a quien se quejaba que
“eso era culpa de la guerra económica, la CIA y por supuesto, de Obama y Capriles…” de
quien mas pues???!. El siempre tendía a ver las cosas "buenas" de la vida y a dejar pasar lo malo.
Julián tenía su puesto de buhonero en la calle Comercio del pueblo,
donde montaba desde tempranas horas cada día su show con acento Colombiano (el
era venezolano, pero el acento le ayudaba en el misterio… decía él) en el que
frente a una mesita improvisada de una tabla vieja sobre 2 cajas de cerveza
vacías, interpretaba al personaje que ofrecía una bebida cuya receta había sido
oculta por las grandes compañías farmacéuticas del mundo para no caer en la
ruina ante las maravillas de sus propiedades. Entre las "propiedades milagrosas" siempre destacaba que
curaba las hemorroides, la impotencia, hacía crecer el pelo, curaba las
varices, quitaba parásitos, celulitis, fortalecía los músculos, prevenía el
cáncer, subía las defensas, alejaba los malos espíritus, destapaba cañerías,
activaba los riñones, subía las plaquetas, quitaba la tos y era afrodisíaco... todo eso entre
otras virtudes.
Aunque uno no lo crea, y a pesar de que el dichoso menjurje milagroso
era en realidad aguardiente común con colorante de torta normal y silvestre, la
gente compraba sus botellitas como si fuera la sangre de Cristo. Eso le daba
los ingresos suficientes para mantener a su pequeño hijo de 6 años: Maikel
Shaquille Pérez López, popularmente conocido como “el negrito”. El negrito era
el hijo de Julián y “La Potra ”.
La tarde que Julián vio a la
Potra por primera vez comprando chicha junto al tarantín
suyo, fue como una cuña de perfumes. Todo se puso en cámara lenta. Todo se puso
de colores pasteles, y mientras el cabello de la Potra se movía por la brisa
del escape de un autobús que pasaba cerca, Julián, boquiabierto le admiraba
erotizado por aquellos labios carnosos que chupaban fuerte el pitillo del vaso
de chicha… ahí fue. Ella tenía que ser suya.
Contra todo pronóstico, Julián, retaco y gordito sin mucho sabor para
resaltar, se enfrentó al monstruo que representaba aquella “Potra” a la que
todo el mundo le tenía el ojo puesto, y aunque todas las quinielas apostaban en
contra de Julián, para sorpresa de todos, en una guerra de minitecas que
hicieron en el barrio, entre la balacera que se prendió cuando 3 bandas de la zona se rascaron, la Potra y Julián se besaron
por vez primera… y a ella le encantó tanto, que en unos pocos meses firmaron el
acuerdo de concubinato.
La casita de Julián no era gran cosa, pero tenía todas las comodidades
para vivir con su Shakira de Barrio. Cuarto con baño, ducha Corona, una
cocinita a gas, una salita con el “equipo e sonido” y 2 colchonetas pa que se
quedaran los panas cuando visitaban. Julián y su Potra vivían mas felices arropándose en abrazos cada noche que lo que jamás habrían podido imaginar los
más ricos del pueblo.
Al año de vivir juntos, y como suele pasar en el amor, la Potra le mostró el examen de
embarazo a Julián. “POSITIVO”. Y un mar de besos y abrazos de felicidad
cerraron aquella noche de alegría. Julián pensó en hacer un cuartito nuevo al
lado del suyo para que el o la hija que vinieran viviera cómodamente. 7 meses
después nacía Maikel Shaquille Pérez López, el negrito que era orgullo de su
papá.
Todos decían que era “Igualito a él”, aunque en verdad los recién
nacidos no se parecen a nadie. Pero cuando Julián tomó entre sus brazos a aquel
pequeñito de 3,2 kg
y 54 cm
de largo otra vez el mundo se paralizó. Todo se puso en cámara lenta… los
colores se volvieron más vivos, no pasteles como cuando vio a la Potra por vez primera… esto
era diferente… y aunque el negrito casi no abría los ojos, cuando lo hizo, lo
primero que vio fue los ojos de un padre amoroso y orgulloso de aquel logro
que sostenía en sus manos… aquello era su mas grande logro en la vida… las manos
le temblaban y casi no podía hablar… detrás de él, decenas de voces se alzaban
entre otras para pedir permiso para conocer de vista a aquel nuevo habitante
del planeta azul. Otros le halaban de la camisa para verle de frente… pero “Papá”
no respondía. Todo se había desaparecido para él en ese instante, ,y la
existencia en si no era otra que su “negrito” y él.
Julián comprendió en ese instante, que el amor más grande no era
conocido hasta que se sostiene a un "negrito"… y comprendió también que no hay
reacción esperable cuando el médico se le acercó y con las manos aún
ensangrentadas le dio el pésame por su Potra…
Una enfermera tomó al negrito y lo llevó a la incubadora para dejarlo en
observación por una noche. Nadie dijo nada. Todo quedó en silencio de pronto. Y
Julián, atónito no sabía a donde mirar ni que decir. Se llevaban a su negrito
por un lado, y al girar la cabeza hacia el pasillo pudo ver la camilla que
llevaba el cuerpo inerte de su Potra hacia la morgue…
Hacía 6 años de aquella feliz y horrible tarde de junio… hoy se cumplían
6 años que Julián celebraba su “Día del Padre” junto a su negrito. Este día
compraban flores. Unas rosas blancas bellísimas como las que adoraba mamá y que
ponían en un florero en medio de la sala en su honor… también, contra todo
pronostico de quiniela, no era un día triste, porque para Julián el regalo más
grande de la vida le había llegado ese día también… Ahí estaba su negrito, para
recordarle que la vida es una carrera que vale la pena correr, y que cada día se
levantaba a hacer su papel de Colombiano por su negrito y la memoria de su
Potra que lo había convertido en “Papá”, y de la que aunque nunca pudo despedirse, sabía que le esperaba allá... más allá de las nubes que se veían tras el cerro a veces...
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