lunes, 4 de junio de 2012

DE CÓMO RAFA RECUPERÓ LO PERDIDO


Es curioso cómo se desarrolla la vida con los años. Muchas veces parece que los caminos nos llevan muy lejos de lo que se suponía sería el destino buscado. Esto le pasó a Rafa.

Rafa, como muchos otros Rafas, había nacido en un poblado pequeño y juicioso. Como es usual en estos pequeños asentamientos, había crecido conociendo a todo el mundo y siendo conocido por todos. En el pueblito de Rafa parecía que la moralidad, aunque falsa como en todo pueblo, era lo que parecía mandar sobre la vida de casi todo el mundo. Por esta razón, los mayores del pueblo, los más viejos, siempre estaban conversando de los “mejores tiempos”, de “la época” de tal o tal cosa, con lo que Rafa siempre se imaginaba que antes las cosas como que eran mejores… Y como no! Si antes un vehículo del año costaba 100 bolívares y te lo daban sin inicial! Se hacía mercado para 25 personas con real y medio!... bueno! O algo así…


En aquel pueblito no se aceptaba que un muchacho estuviese gritando en una calle borracho! Que era eso! No señor! Allá la gente era decente!, nada de andar besuqueándose en una plaza, o metiéndole mano a una señorita en una esquina! NO!... por que en aquel pueblito lo primero que se tenía era la “decencia y la moral”… y cualquier cosa que se saliera de la rectitud marcada y defendida por generaciones completas que habían “forjado a pulso” aquel hermoso pueblito perfecto para criar a los hijos “lejos de todo peligro” sencillamente no era aceptado bajo ningún miramiento… Y es que esto se llevaba a niveles a veces absurdos! A José, un muchacho que vino de la capital con el pelo largo y arete en la oreja la gente no lo atendía en las tiendas y en la calle la gente se paraba a señalarlo como a un bicho raro… por suerte ya José sabía cómo era la gente del pueblo y en cierta manera aquello le hacía un poco de gracia y se lo “tripeaba”, expresión que por cierto nadie entendía…


En este pueblito creció Rafa, rodeado de la moral y la rectitud típica de los pueblos andinos que parece que han pasado a través del tiempo en una suerte de cápsula y permanecen casi iguales desde los tiempos de la colonia tanto en estructura como en ideales. No era de extrañar que con el tiempo Rafa se hubiese convertido en un hombre de una férrea “moral y dignidad” que resaltaba mucho , sobre todo entre sus amistades académicas en la capital.


Rafa había logrado formarse dentro de un seno familiar más o menos culto que logró inculcarle no una cultura abundante y fluida, sino algo más importante que cualquier conocimiento general o específico: un muy desarrollado “sentido común”.


Solo usando el sentido común, Rafa logró brillar incluso entre aquellos otros citadinos de mundo que venía de viajar por las grandes metrópolis del planeta. Incluso pudo brillar con luz propia cuando los tiempos oscuros parecían venir por el… incluso cuando hablaba de cosas que no conocía… todo solo usando su sentido común y un agudo sentido de asociación de una cosa con otra… Rafa parecía poder ver los hilos que unen un tema con otro completamente distinto y al mismo tiempo igual… aquello parecía ser un don…


Cuando Rafa regresó a su pueblito, brilló, como era de esperarse, pero el pueblito tenía una cara oscura que Rafa no esperaba encontrar.


Rafa comenzó a trabajar en el mejor sitio que pudo encontrar: con las Deidades de Oro. Una suerte de semi dioses que tal y como en otrora época  helénica reinaban sobre el pueblo y sus habitantes.


Con el tiempo, los otros Rafas comenzaron a sentir que no brillaban tanto cuando Rafa estaba cerca… y es que en verdad eran un poco grises… pero no era su culpa, sino de una bruma que todo lo tañía. Aquella bruma de la cotidianidad obligaba a todos los Rafas a mantener el mismo perfil… la misma altura… la misma actitud… todos los Rafas con el tiempo se volvieron serviles, callados y obedientes del amo que todo lo controlaba… la gran deidad de oro que decidía de manera infalible lo que era o no mejor para los mortales. Aquel Rafa con el tiempo se volvió (o siempre fue?) un déspota, un ser vil y macabro… un gris… un Rafa igual o más mediocre que muchisimos otros Rafas, pero con ínfulas de deidad… y los Rafas más bajitos se acostumbraron a obedecerle…


Rafa nunca comprendió por que los otros rafas obedecían con tanta celeridad al casi Deidad sin siquiera razonar… Por que soportaban sus desprecios y malacrianzas? Por que nadie se levantaba y hacía lo justo?... el día que la Deidad intentó humillar como a los otros a Rafa, este levantó su voz contra el que mucho más que Deidad era un tirano mediocre, y su voz fue escuchada en todo el pueblito… y la deidad comenzó de pronto a mostrar como el brillo del oro se caía para dejar ver su fondo de estaño opaco y sin fuerza… Y la deidad no supo que hacer! Y comenzó a planear como doblegar a Rafa mediante el poco poder que tenía sobre el… pero no se esperaba que ese poco poder fuera sencillamente anulado cuando Rafa, con su voz ahora más fuerte y más alta le espetó en la cara: “no tienes poder sobre mi” … Aquello fue como un despertar… como un renacer… La falsa deidad se resquebrajó… lo que parecía sólido y de oro se quebró, y lo que pensaba Rafa era estaño resultó ser poco menos que barro… aquel ídolo no era nada… era mucho menos que nada… y ese día Rafa comprendió que en aquel pueblito estuvo a punto de sufrir lo que muchos otros Rafas pasaron… estuvo cerca de perderse en una ilusión de vida que lo estaba llevando al olvido del significado de eso, de la vida… pero a tiempo se dio cuenta que las falsas deidades no son nada… no son más que una ilusión, y que cuando descubres eso su poder desaparece…


Hoy Rafa es predicador en su pueblo. Es una prueba viva de que la falsa deidad no tiene ningún poder… y su voz cobra más fuerza cada día y su mensaje es cada vez escuchado por más y más personas… Rafa recuperó algo que casi perdía: su dignidad, su respeto, su moral… la misma que en aquel pueblito tantas y tantas generaciones habían “forjado a pulso” para que sus hijos crecieran “fuera de todo peligro” y que lo habían convertido en “un hombre de bien”… pero ya no más…

Junio 2012

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