La Canción de Maia
En un rincón escondido del mundo, donde el viento susurra secretos entre los árboles y el río canta historias antiguas, vivieron por muchos soles una pequeña familia de soñadores, rodeados de arcilla, colores e historias...
Desde el día en que Maia nació el mundo se llenó de música, y la primera vez que abrió los ojos, no fue el silencio lo que la recibió, sino una melodía. Era suave como el viento en las hojas y cálida como el sol al amanecer. Aquella pequeña princesa fue arrullada por cientos de melodías que fueron susurradas suavemente a su atento oído. El padre de aquella pequeña criatura descubrió que abrazarla mientras le cantaba una canción la calmaba y la ayudaba a dormir… y así, cada noche, por muchísimas noches, le cantó una canción, que aunque no era de su autoría, se hizo con el tiempo la canción de su princesa…
No era cualquier canción, sino una que hablaba del alma, de la luz y del camino que estaba destinada a recorrer… era una canción que hablaba de como llenaba de amor el alma de quienes la rodeaban y de la fuerza que le daba a sus orgullosos padres para seguir siempre adelante incluso en momentos donde la fuerza parecía desaparecer… Su canción no solo era un regalo, sino también un mapa invisible, una brújula que la guiaría a lo largo de su vida. Todos la sabían: su madre, su padre, sus abuelos, incluso los pájaros parecían conocerla.
Maia creció con esa melodía en su corazón. A veces la tarareaba sin darse cuenta mientras dibujaba figuras en la arena, otras veces la recordaba en voz baja cuando la tristeza la visitaba.
Pero un día, Maia dejó de oírla. Se fueron lejos de sus montañas, de sus caminos de tierra y sus arboles llenos de pajaros. Llegaron a tierras nuevas, donde la gente hablaba otra lengua y sus voces eran distintas… Fue cuando aquel nuevo mundo le empezó a hablar más fuerte que su propia voz. Las voces ruidosas dijeron que tenía que ser de cierta manera, que debía encajar, que su luz debía atenuarse para no brillar demasiado… Y poco a poco, sin darse cuenta, su canción se apagó…
Se sintió triste por un tiempo. Caminó sin rumbo, buscándose en los espejos y en las palabras de otros, sin encontrar respuesta… es duro caminar sin saber el rumbo y sin camino…
Pero Maia nunca estuvo sola. Siempre tuvo a unos guerreros invencibles a su lado, protegiéndola… cuidando su canción…
Y llegó así una noche, en la que Maia, sentada a la orilla del río, escuchó algo… un sonido muy suave… se acercaba… y a medida que prestaba mas atención, el sonido se hacía más fuerte…
Al principio, Maia no reconoció la melodía. Pero poco a poco, como un fuego que se aviva con el viento, su canción volvió a ella. Recordó quién era: una niña llena de sueños, con un espíritu que brillaba como el sol en la mañana. Su canción le recordó quien era y de donde venía… y así, de pronto, recordó que su fuerza venía de la tierra, de los arboles, del viento, del sol, y de todos aquellos regalos que había recibido de las montañas entre las que había nacido…
Desde ese día, Maia prometió no volver a olvidar su canción. Sabía que siempre que la necesitara, allí estaría, esperando en el rincón más cálido de su corazón, porque su canción era su esencia. Y mientras la recordara, siempre encontraría el camino de vuelta a sí misma… el camino de vuelta a casa…
Para Maia.
Tu papá.
Hermoso como siempre, un abrazo para ti y que nunca le falten a Maia tus abrazos. Te quiero.
ResponderEliminarQue asi sea… gracias! ❤️
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