miércoles, 15 de agosto de 2018

LA DIPLOMACIA DEL MAL VECINO



Es costumbre en las casas de los latinoamericanos, enseñarnos desde niños a “respetar a los mayores”. Se debe respetar a cualquier persona, ayudar cuando se pueda, saludar al llegar y despedirse cuando uno se va, dar las gracias y rechazar comida en casas ajenas cuando a uno le ofrecen porque se supone que uno no es un muerto de hambre. Nuestros padres siempre nos dijeron “se porta bien” cada vez que nos dejaban ir a otra casa o nos quedábamos en algún lugar. Aquello no era una sugerencia, sino una orden, y lo primero que preguntaban cuando nos buscaban era “¿y como se portó el niño?”, a lo cual uno siempre esperaba que dijeran que muy bien, puesto que caso contrario nos costaría al menos un castigo. Así crecimos, y de alguna manera esa “decencia” se transmitió a nuestro día a día. En nuestro vecindario, tratamos de mantener las relaciones de respeto y armonía con todos, porque no hay nada mejor que estar contentos con todos los que te rodean.

A nivel de gobiernos, salvando las distancias de este ejemplo, esta relación se conoce como DIPLOMACIA, y consiste en una suerte de respeto entre naciones y modales que deben guardarse para comunicarse o expresar algún desencuentro entre un país y otro.
Lejos de tratarse solamente de “maneras”, la diplomacia trata de erosionar lo menos posible las relaciones entre las naciones, puesto que no existe, hasta ahora, una sola nación del mundo que pueda considerarse “autosuficiente”. Al igual que necesitamos de una farmacia para adquirir medicinas, o de un repuestero para adquirir las piezas de reemplazo para nuestros vehículos, o de un abasto para comprar víveres, las naciones necesitan de sus vecinos para desarrollar industrias, comprar materias primas, vender productos y comercializar todo un universo de cosas que solo pueden funcionar si hay relaciones internacionales.

Atentar contra estos principios de respeto y reconocimiento mutuo, lo diplomático digo, es desconocer el aporte de los demás al bienestar de nuestro propio país. Es erosionar relaciones que nos benefician. Es buscar enemistad con quien nos ayuda y desconocer el aporte que nos brinda en materia de apoyo y solidaridad. Atentar contra eso es como vivir en una casa donde no te tratas con los que están en los demás cuartos mientras que ellos siguen aliados… tarde o temprano, el que saldrá de esa casa serás tú.
Las universidades brindan entre sus opciones de carrera una en especial, llamada “Relaciones Internacionales” que se dedica justamente al estudio de la diplomacia y sus herramientas. Se supone que un Canciller o un diplomático tiene un título en esta carrera. Debería, al menos. DIPLOMATICOS DE CARRERA les llaman.

Cuando la diplomacia se lleva con pasiones y ceguera ignorante, pues no estamos hablando entonces de “diplomacia”, y empezamos a hablar de “chantajismo”. La diplomacia existe para reclamar, para estrechar lazos, para negociar, pero sobre todo para ANALIZAR las consecuencias de una acción en pro o en contra de los beneficios o no que pueda traer para el bienestar del país. De ahí que una respuesta agresiva de un país contra otro sea en primer lugar, romper las relaciones diplomáticas.
Lamentablemente existen países que han creído por demasiado tiempo que la diplomacia del chantaje funciona. Hay países que amenazan a los demás de muchas formas. Vemos a Corea del Norte por ejemplo, que exige “respeto” a sus acciones (aunque sean absolutamente deplorables) o lanzará una lluvia de misiles a todos sus detractores y desencadenará una tercera guerra mundial. ¿Qué clase de diplomacia es esa? Irak lo hizo hace varias décadas también. Vimos en Panamá a Noriega, machete en mano y golpeando un podio, amenazar a los EE. UU ofreciendo hacer correr ríos de sangre de todo aquel que osara contrariar su autoridad. Cuba lleva mas de 50 años en una miseria que obliga a niñas desde los 11 años a prostituirse por una pastilla de jabón de baño o unos pocos dólares para poder llevar comida al hogar mientras los políticos exigen respeto a las ideas “libertarias y dignas” de su “revolución”, que se supone nació para darle bienestar al pueblo y tras mas de 5 decadas, solo a construido miseria y desesperanza. El grupo ISIS decapita, quema vivos o ahoga personas en transmisiones streaming en vivo asegurando que se debe “respetar” el Islam o seguirán descuartizando “infieles”. Mas de 8 millones de Judíos fueron asesinados por los Nazis para conseguir que Alemania fuese “respetada”.
Algo en común tienen estos políticos de distintos países, aparte de ser inmensamente ricos y vivir en medio de lujos dignos de un jeque, y es que han gobernado países que bajo su yugo han llegado a la ruina total y la miseria más terrible. Ni uno solo de ellos ha llevado bienestar al pueblo. NI UNO.
Es lamentable ver como Venezuela ha no solo seguido los pasos de este terrible camino, sino que los ha “desarrollado”.

Ver a Delcy Rodríguez, excanciller y actual vice presidenta, hacer aquella lamentable entrada forzada a una reunión del MERCOSUR en diciembre del 2016 cuando los países fundadores de la organización decidieron suspender a Venezuela por no cumplir los acuerdos necesarios para pertenecer a la misma para luego salir con un inmovilizador de brazo argumentando que la policía Argentina le había fracturado la clavícula fue un hecho más que bochornoso. Ese espectáculo de baja factura no solo habló muy mal del manejo y las maneras de hacer política internacional del muy vulgar gobiernillo venezolano, sino que nos da un claro panorama sobre lo que piensa el mismo.

Y es que no es de extrañar este tipo de actitudes si recordamos los orígenes mediáticos del gobiernillo. Nadie olvida al difunto presidente Chávez en un discurso en la ONU de Nueva York gritando “¡aquí huele a Azufre!”, haciendo referencia a que el presidente de EE. UU George W. Bush, que había hablado en la misma tribuna el día anterior a él, era el diablo. Tal nivel de irrespeto a un mandatario desde otro mandatario de un país medianamente desarrollado difícilmente está documentado en la historia. Podría esperarse algo así de mandatarios de estados fallidos del tercer o cuarto mundo, pero no de un mandatario de un país que venía con la fama de ser uno de los países más desarrollados en materia de democracia del mundo hasta 1998. Al parecer, a los políticos venezolanos de la “revolución” esto les parecía una “irreverencia” cómica, y no una falta grave a la diplomacia y a las maneras correctas de referirse a un mandatario. ¿Pero que podíamos esperar de unos golpistas asesinos en el poder?

Sin embargo, en los casos contrarios, cuando algún funcionario de algún otro gobierno hacía referencia al totalitarismo venezolano, no se escatima esfuerzo en blandir las banderas contra la “injerencia extranjera, la soberanía de los pueblos y el respeto a la dignidad venezolana ante el imperialismo invasor”. Al parecer, los políticos venezolanos se convirtieron con la revolución (¿cual?) en una suerte de niños que les gusta insultar y golpear, pero que se hieren cuando les señalan y lloran haciéndose las víctimas.

El gobierno venezolano, en aras de mantener una férrea política cerrada y totalitaria, digna de las dictaduras más relucientes de la historia, se ha escudado siempre en eso que llaman el principio de “autodeterminación de los pueblos”, que no es otra cosa que el derecho que tienen los países a escoger sus propios sistemas de gobierno, por lo que desde hace 20 años el gobierno se ha empeñado en repetir incansablemente que ha realizado mas elecciones que nadie y que su sistema electoral es el mas moderno del mundo. Esto, no solo se ha descubierto que es bastante objetable, sino que además ahora parece haberse convertido en la espada de Damocles que pende sobre sus propias cabezas, por lo que ahora el gobierno, ante la falta de apoyo del pueblo, se ha negado a realizar más elecciones transparentes, así como se niega a reconocer las instituciones y poderes electos, como la Asamblea Nacional, para suplantarlos con entidades paralelas, como la Asamblea Constituyente ilegalmente nombrada, un Tribunal Supremo de Justicia ilegalmente establecido, una Fiscalía General de la Republica paralela a la legal, figuras inexistente en la legislación venezolana como los “protectores de regiones” que son sencillamente gobiernos regionales paralelos, etc.

Pero ante los horrorizados ojos de muchas naciones del mundo, el gobiernillo dictador de Venezuela, se escuda ante eso de la “injerencia extranjera” para calificar cualquier señalamiento hacia la clara falta de justicia e institucionalidad en el país. EXIGE RESPETO a eso que ellos llaman “soberanía”, y que es, en pocas palabras, el derecho que supuestamente tiene el gobierno venezolano a hacer “lo que se le de la gana con quien quiera”, por encima de cualquier acuerdo internacional y muy por encima de cualquier ley, interna o externa. Por eso pide salir de la OEA y amenaza constantemente con desconocer instituciones internacionales.

No es entonces de extrañar, que un gobierno que se autodenomina “heroico” por venir con una historia de golpismo, guerrillas, secuestros y atentados, tenga un manejo de la diplomacia digno de un terrorista.
No olvidemos, por ejemplo, que los hermanos Rodríguez, son los hijos de un asesino guerrillero secuestrador. Jorge Rodríguez padre, fue el terrorista que secuestró al ciudadano norteamericano William Niehous en 1976, entonces presidente de la compañía Owens Illinois, y que se convirtió en el secuestro mas largo de la historia de Venezuela. Este par de hermanos, son parte del alto gobierno de Venezuela, y se jactan de estar en una suerte de cruzada en venganza por la muerte de su padre en los calabozos de la policía después de su captura.

No podríamos pasar por alto, que el gobierno de Venezuela, además de sus grandes favores al narcotráfico mundial, es un claro violador de los convenios internacionales mas básicos, dando origen a casos como por ejemplo que un Etarra haya sido miembro del alto gobierno venezolano, como lo fue el caso de Arturo Cubillas, Gerente de la Corporación Venezolana de Alimentos, o los campamentos FARC en el estado Zulia financiados por la petrolera estatal PDVSA, por solo nombrar algún caso.

Y si de injerencia hablamos, como olvidar el caso Zelaya en Honduras, donde el gobierno venezolano se inmiscuyó de manera abierta y publica en los asuntos de esa nación?. Pero lo mismo se hizo en Argentina, donde el caso del maletín de Antonini Wilson con mas de 800.000 dólares americanos en efectivo fueron enviados en misión diplomática para financiar la campaña presidencial de Kirchner. Los narcosobrinos buscaban exportar cocaína del cartel de Sinaloa a los EE. UU usando la rampa presidencial de Venezuela con la anuencia de las autoridades militares.

Para nadie es secreto que el gobierno venezolano ha utilizado el petróleo como moneda de chantaje en el mundo entero, logrando hasta hace unos años atrás, comprar la conciencia de algunos países y gobernantes para que sus votos en instancias internacionales bloquearan cualquier acción contra Venezuela. La divina providencia hizo que los precios del petróleo bajaran, y con ello, el poder de chantaje del narco gobierno. Ahora, el chantaje no alcanza a mas que unas pocas islas del caribe, y el cerco se comienza a cerrar sobre el gobiernillo.

En el colmo de la mala política, donde si son muy buenos ellos, los ataques contra el aliado mas cercano de Venezuela, Colombia, es descomunal, para llegar al punto no solo de culpar a sus últimos dos presidentes de la nación granadina de atentar constantemente y en cualquier forma contra la dictadura venezolana, sino que hace apenas horas de que escribo estas líneas, la ex canciller (le queda grandísimo el titulo) y actual vice presidenta Delcy Rodríguez ha osado decir en una rueda de prensa que las inundaciones al sur de Venezuela se deben al agua “que traen los ríos de Colombia”. Qué declaración tan penosa.

No ha pasado en los últimos 20 años, un solo personaje dentro del gobierno venezolano que se acerque siquiera al talante de los políticos de antaño, como Arturo Uslar Pietri, o Teodoro Petkoff (izquierdista), o Ramon Escobar Salom, que con sus bajos y altos, eran políticos “respetables y respetados”, cosa que no podemos decir de ninguno de los políticos actuales, que mas parecen animadores de verbena barata que representantes de gobierno. Si la cara de un país son sus gobernantes, lamentablemente hoy Venezuela tiene cara de drogadicto. Ojalá vuelva el día en el que el presidente de Venezuela era respetado como un verdadero representante de Estado, y no visto como una suerte de payaso barato. Merecemos eso al menos.

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