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Aunque millones de veces se ha
dicho que la verdad absoluta no existe, hay algunas cosas que son absolutamente
ciertas. Un ejemplo de esto es la política, en la que NADA es cierto. Eso es
una verdad absoluta.
Aunque todos pensamos que somos
grandes pensadores políticos porque vemos en segundos los problemas y
soluciones a las cosas mejor que un equipo de 40 ministros y somos capaces de
prever lo que sucederá, lo que sucedió y lo que está sucediendo, la verdad es
que solo vemos la minúscula punta de
iceberg en lo que a políticas de estado se refiere. La verdad, es que cada
movimiento en el ajedrez de la política tiene sus propias motivaciones y
circunstancialidades. Demasiado poder en juego.
Es interesante preguntarnos: ¿Qué
hace que un político acaudalado (ya por la vía que sea) con más dinero del que
puede gastar en varias vidas siga empeñado en continuar en el coroto?, ¿es
cuestión de dinero, de opulencia, de corrupción?... NO. Es una cuestión mucho
más adictiva que cualquier droga o cualquier cantidad de dinero: PODER. Seguir
en el poder es lo que le motiva. Esa sensación de ser una suerte de Dios
omnipotente con la capacidad de mandar en las vidas de quienes le rodean.
Mientras más poder, más adulación, admiración, miserias, entregas… aquello se
vuelve con el tiempo en una suerte de orgía en todos los sentidos que terminan
convirtiendo al que tiene el poder en un monstruo entregado a los pecados
capitales como algo cotidiano. Hay una frase: “El poder corrompe”, y no pudo
acertar más en la realidad por que no apuntó con mira láser. Otra frase asegura
que si deseas conocer realmente a alguien “dale poder”.
Parece que esto de tener poder
transforma a la gente más hacia el lado oscuro que hacia el productivo. Quizá
sea una cuestión de cultura. Tal vez una cuestión de autoestima. Si le damos
poder a quien no tuvo nunca nada, esta persona suele convertirse en un tirano
que parece regodearse en el hecho de que sus subordinados no pueden objetar sus
mandatos ante la amenaza de ser aplastados por él. ¿Será una suerte de venganza
contra el mundo?... seguramente los psicólogos pueden explicar estos
“síndromes” mejor que yo.
En la política latinoamericana,
al igual que en cualquier país del tercer mundo (discúlpenme la etiqueta, pero
es la correcta en el caso de países como Venezuela en los que parece que ya la
etiqueta pasará en cualquier momento a “cuarto mundo”) sucede esto con
muchísima frecuencia porque el político no ha llegado usualmente a un puesto
por “méritos” como trayectoria, honradez, profesionalismo, calidad, etc, sino
por su militancia política, a quien adula y la cantidad de relaciones que tenga
con el que está en el poder. Esto necesariamente pone en puestos de gobierno a
personas sumamente incapaces en la mayoría de los casos. La Asamblea Nacional
de Venezuela parece ser una vitrina de muestra de esta realidad. Basta con ver
a un diputado de gobierno hablar para notar la falta de decoro, de educación y
argumentos de la que hacen gala sin darse la más mínima cuenta de la vergüenza
que hacen pasar a los venezolanos que supuestamente están representados por
ellos.
Sucede igualmente, que en gobiernos
de control, de extrema autoridad, los que están en las cúpulas altas deben
tener el control absoluto de sus subordinados, por lo cual “propician”
justamente que incapaces sean los que estén el puestos de gobierno, puesto que
así los pueden manejar a su antojo por medio de cualquier presión que se les
ocurra ejercer. Si el gobierno fuese ejercido por personas profesionales,
éticos, preparados, sería imposible ver situaciones como las que ocurren en
Corea comúnmente como sentencias de muerte por ataque de perros. Esto puede
sostenerse sólo sobre la ignorancia de quienes están debajo del poderoso y que
hacen cumplir sus órdenes. Un tirano sin secuaces no puede obrar. Eso hace que
los secuaces sean TAN o MAS culpables que el mismo tirano de las atrocidades
que este comete.
Es así entonces como vemos que
los gobiernos dictatoriales, autoritarios, se dedican a debilitar cualquier
aspecto que pueda crear conciencia, y por ende, oposición al poder. Se invierte
más en armas y propaganda que en cultura o educación. La salud pública es
prácticamente abandonada, y se mantiene en los más bajos niveles básicos de
funcionamiento para que cuando al poderoso se le ocurra regalar un rollito de
algodón el oprimido lo asuma como una gran cosa. Se invierte en propaganda
proselitista en la que se recalca que TODO lo poco que hay es gracias al
esfuerzo y dádivas del poderoso gobierno, como si aquellas limosnas fuesen
“regalos”, cuando la verdad es que eso solo es un síntoma de una pésima
administración, puesto que TODO lo que el gobierno maneja le pertenece a TODOS
LOS HABITANTES DEL PAÍS. No hay regalos, ni dadivas. Eso nos pertenece por
derecho. Pero la propaganda nos repite que “gracias al presidente X se “logró”
tal o cual obra”. Sólo propaganda engañosa. Al mismo tiempo se da al mandatario
una estructura de espionaje contra todo el que le rodea. Pero esta red de
“inteligencia” no está ideada solo para dar información al tirano, sino para
crear la idea en los oprimidos de que el tirano SIEMPRE SABE lo que piensas y
haces. Esto inhibe que cualquiera que quiera pensar por sí mismo u opinar lo
haga, tal y como el elefante deja de intentar soltarse de la cabullita que ata
su pata porque piensa que no podrá. Pavlov estaría orgulloso de ver como sus
teorías eran correctísimas.
El problema está entonces en la
población, que víctima de un trabajo de “desculturización” ha terminado
creyendo que aquella propaganda es real. En el caso de Venezuela este fenómeno
se ha visto en su máxima expresión reflejado en el actual gobierno que
publicita en todos los medios de propaganda posible y a costos exorbitantes que
“sólo con la revolución se puede tener paz” mientras la gente hace kilométricas
colas para obtener lo más básico para vivir, como un desodorante, una caja de acetaminofén,
dos sardinas enlatadas o un jabón de baño. Pero no sólo eso se vive en
Venezuela. Estas colas se han extendido a la compra de cauchos para vehículos,
baterías, insumos eléctricos, repuestos de todo tipo, etc. Calculamos que el
desabastecimiento en cualquier rubro, desde el alimenticio hasta el sector
gráfico alcanza al menos niveles de 75%, sólo superados por algunos países en
situación de guerra. Asegurar que esto es “un logro de la revolución” es
quedarse corto.
Los regímenes dictatoriales
cuentan con varios esquemas de funcionamiento muy bien definidos. Cuba ha
logrado perfeccionar tras 5 décadas de experimentación estos aspectos, y no ha
dudado en implementarlos a lo largo de 16 años en Venezuela por medio de sus
gobernantes. Estos puntos son primordiales: Controlar las leyes, tanto en su
promulgación como en su aplicación e interpretación. Seguidamente, controlar a
quienes deben hacer que estas leyes se cumplan (eso no solo incluye jueces y
magistrados, sino Fuerzas Armadas). Hacer PROPAGANDA hasta el cansancio,
siempre achacando culpas de todo a terceros y resaltar el carácter de super
inteligencia, iluminado, infalible y casi divino de quien tiene el poder, y por último, controlar absolutamente todo lo
referente a la economía (como ajuste de precios, divisas, permisos para
empresas, impuestos, etc), comunicaciones y elecciones. Al controlar esto, sólo
queda convertirse en el dueño y señor de Sodoma y Gomorra.
Pero sucede que lo que aguanta el
papel no siempre es lo que sucede en la vida real, y vemos como los pueblos tarde
o temprano se levantan contra quien les oprime. Libia, Irak, Egipto, España,
Alemania, Francia, Honduras y cientos de pueblos asiáticos son ejemplo de esto.
NO HAY PODER QUE SOPORTE AL PUEBLO CANSADO DE LA BOTA. Eso es una realidad
ABSOLUTA. Quizá, este próximo 6 de diciembre veamos esto materializado en
Venezuela, donde el pueblo ya no se come aquello del “gobierno de amor” en un
afiche mientras por otra parte el presidente asegura que tiene 1.000 celdas
preparadas para la oposición en diciembre.