jueves, 23 de diciembre de 2021

EL AVIADOR




Hace muchos años, mas de 40, un Principito me dio la bienvenida al mundo. Mi papá, Pepe Calabres escribió en la pagina de una agenda una corta historia donde un Principito y un zorro que se hacían amigos hablaban de mi pronta llegada al mundo y lo que eso significaba para él... Meses despues, nacía yo.

Esa pagina de agenda escrita a mano se conservó en un álbum de fotografias que mi mamá, Grace, hizo para mi y que guardó como un regalo para el yo adulto, y para que un día compartiera ese álbum con mi hij@...

Desde siempre, de todas las fotos que ese álbum conservaba, esa pagina en especial siempre fue para mi "el gran tesoro" por algun arazón que no entendía aun... Así conocí yo al Principito.

Con los años, cuando pude por fin leer, entonces lo conocí más. Conocí su asteroide y su viaje, y cada vez que leía su historia, era como si fuese nueva. A mis 11 años, El Principito y Odiseo eran mis grandes amigos...

Un dia me pregunté que habría sido de el? Que habrá pasado con el aviador?. Nunca encontré la respuesta, así que a modo de agradecimiento al brillante Antoine, que nos regaló esa historia tan maravillosa, intenté regalarle un cierre, indigno de su pluma, pero escrito con un corazón sencillo, como a nuestro Principito le hubiese gustado... Aca les dejo esa historia...



*EL AVIADOR*

Muchos años habían pasado desde la ultima vez que se habían visto. Ahora, el aviador tenía la piel arrugada. Sus ojos mostraban ahora ese color grisáceo que las cataratas le habían añadido con los años. Unos anteojos de pasta negra y gruesos cristales enmarcaban su mirada.

Su vida como piloto había dejado muchas anécdotas en su vida, pero aquella vez que su avión se accidentó en el desierto del Sahara había sido la mas grande aventura de todas. Revivía en sus recuerdos desde entonces y cada día, la risa del principito que nunca contestaba sus preguntas. Podía escuchar el ruido de la cadena que sostenía el recipiente para recoger agua en aquel misterioso pozo de agua fresca que habían encontrado… pero con esos recuerdos también venía la nostalgia de no saber que había pasado con aquel niño que amaba a un extraño y sabio zorro… se había ido con una bandada de pájaros de regreso a su asteroide? Se habría reencontrado con su rosa?

Muchos soles habían pasado desde la última vez que se vieron. Ahora el aviador parecía perdido en los recuerdos. La nostalgia dentro de él era profunda.

Desde hacía mucho tiempo había comenzado a mirar a las estrellas cada noche tratando de escuchar los cascabeles que el principito le había prometido… Una vez pensó haberlos escuchado y se alegró mucho, pero sin darse cuenta, un día, los cascabeles habían dejado de sonar, y ahora los buscaba con angustia. Le habría pasado algo al principito? Quizá un tigre lo había atacado por la espalda mientras miraba uno de los cientos de amaneceres que disfrutaba cada día? Y si un Baobab… NO! Aquello era demasiado!

Entre aquella oscuridad, el aviador comenzó a recordar las historias que el principito le contó y sonrió. Pensó que al principito le hubiese hecho mucha gracia verle volar en su avión cuando finalmente lo había reparado, y seguramente le habría dicho algo como “que aparato tan complicado el tuyo. Y que ruidoso! A mi me gusta más volar con mis pájaros…”

La tos de vez en cuando hacía estragos en aquel cansado anciano. Ya sus cabellos eran plateados, y sus piernas, débiles, ya no le soportaban. Hacía un tiempo que reposaba en una cama de hospital, esperando lo que sabía era inevitable en cualquier momento. Solo mirar las estrellas a través de la ventana lo consolaba un poco. Nunca había dejado de buscar entre ellas al pequeño asteroide B-612, hogar de una rosa y un niño con risa de millones de cascabeles.

- Sabes qué? Creo que mi cordero necesita un amigo. Se siente un poco solo en esa caja sabes?- escuchó aquella noche tras de sí cuando miraba por la ventana, como cada noche, todas las noches.

Al escuchar aquella voz, su corazón dio un respingo y la respiración se le detuvo por un instante… como pudo, lentamente buscó a quien le hablaba en aquella noche solitaria…

Las cataratas no le dejaban ver bien, así que tuvo que ponerse los lentes. Se encontró entonces con un cumulo de cabellos rizados y dorados como el trigo que desde el pie de la cama se movían con la suave brisa que entraba por la ventana. No lograba ver la cara del niño, pues la cama de hospital era mas alta que él, pero reconoció de inmediato aquellos rizos. El aviador no dijo nada. El silencio se hizo casi palpable por un momento.

- Pero… ya sabes que no sé dibujar corderos- dijo finalmente el aviador dándose cuenta que sus ojos se humedecían al ver aquellos pequeños ojos que ahora se levantaban sobre el horizonte de la cama y le miraban curiosos. Reconocía aquellos ojos a la perfección…

- Sí. Lo sé. Aunque al final me hiciste uno muy bonito…- replicó el principito mirándole y mostrándole el dibujo de la caja dentro de la cual estaba el cordero que una vez le hizo el aviador. Aun lo guardaba. Tras más de 50 años, el principito aún conservaba aquel dibujo.

- Cómo estás?- preguntó el principito mirando al aviador directamente a los ojos.

- Estoy viejo. Estoy solo…- respondió el aviador con un hilo de voz.

- De verdad? Qué gracioso eres! – dijo el principito riendo como siempre. Aquello le divertía bastante, aunque al aviador le parecía que era un poco descortés reírse de los demás de aquella manera. Le preguntó al principito donde había estado todos estos años, pero el principito nunca contestaba preguntas.

Mas de 50 años habían pasado desde su desaparición en el desierto, y aún así, de la nada, hoy estaba frente a él con el mismo aspecto. No había pasado ni un día para aquel risueño niño, y sin embargo, al aviador, ahora anciano, el tiempo lo habia convertido en alguien que no encontraba motivos para seguir adelante... la tristeza lo devoraba poco a poco…

- Sabes?- dijo el aviador -han pasado muchos años desde que te vi por ultima vez… me pregunté cada noche que habría pasado contigo, y con la rosa, y con tu amigo el zorro… me hubiese gustado conocerle…- suspiró amargamente el anciano aviador, que sentía que hablaba con un fantasma que solo el podía ver...

- Por eso estoy aquí- respondió el principito. – Quiero que conozcas a mi amigo el zorro. Siempre hablamos de ti. A veces, cuando miro volar a los pájaros en el cielo, me imagino que eres tu en tu avión, y entonces corro gritando y saludándote! Siempre me hace muy feliz pensar que nos vamos a encontrar de nuevo!- dijo el principito sonriendo.

Después de aquella aventura en el Sahara, el aviador había pasado años contándole la historia del principito a mucha gente, pero tal y como le sucedió al astrónomo turco que había descubierto el asteroide B-612, poco a poco comenzaron a tomarlo por loco. Con el tiempo, llegó la guerra, y con ella se perdieron muchas cosas. El aviador era un héroe de guerra, si es que pueden haber heroes en las guerras. Cuando la guerra terminó, se convirtió en piloto de correos, pero la crisis hizo que al poco tiempo perdiera su trabajo, y con ello, el aviador perdió su casa, su avión, su familia y buena parte de su vida. Luego, se hizo viejo, y enfermó. El cigarrillo y la angustia no le sentaron bien, y ahora despertaba nuevamente en una cama de hospital en un pequeño pueblo cerca de Toulouse… con los ojos grises por las cataratas, una silla de ruedas sucia y cáncer de pulmones, el aviador había aprendido a odiar muchas cosas en la vida… pero aquel día, el niño de sus historias estaba de nuevo frente a él, ofreciéndole conocer al zorro del que se había hecho amigo hacía tantos años… pensó que quizá si estaba loco después de todo...

El aviador y el principito conversaron un rato. El aviador no le dijo al principito que había llevado una vida amarga tras su encuentro en el desierto por temor a entristecerlo, así que le contó cómo había logrado llegar a Toulouse de nuevo tras arreglar su avión aquella vez. Le contó que había conocido a una hermosa mujer, Consuelo, con quien había querido tener hijos, pero la divina providencia no había querido que fuese así. Le contó también que había ido a Argentina y había trabajado allá por un tiempo… el principito le miraba sonriendo siempre y con los ojos muy abiertos…

- Qué grandes aventuras has tenido! Debes estar muy feliz! Cuando se tienen tantas aventuras se es muy afortunado! Hay quienes no han tenido ninguna aventura y sus vidas son tristes, como la de los contadores de estrellas, o los reyes de asteroides desiertos…- le dijo el principito al aviador mientras su mirada se volvía triste por un momento.

El aviador se enterneció al ver de nuevo como aquel frágil principito entendía la vida de una manera tan pura y sencilla, y trató de alegrarle de nuevo. – Sabes que? Ahora que lo mencionas, creo que si he tenido muchas aventuras. Supongo que tu habrás tenido algunas más desde la ultima vez que nos vimos!- Entonces el principito le miró a los ojos fijamente, muy serio – Porqué hablas de la ultima vez que nos vimos? No estamos viéndonos ahora acaso?- Preguntó secamente el principito. -Si solo vives en el pasado y en los recuerdos te sentirás triste siempre. Hay muchas cosas tristes en los recuerdos. Pero lo que estamos viendo hoy puede hacernos muy felices si queremos.- sentenció el principito con gran seguridad mientras de nuevo jugaba con el dibujo del cordero.

El aviador no esperaba aquella reacción. Tras un momento de silencio en el que el aviador buscaba ordenar las ideas, finalmente dijo: -Han pasado mas de 50 años. Pasé todo ese tiempo preguntándome donde estabas- y entonces el principito, como si nada hubiese pasado se carcajeo fuertemente. –He estado siempre a tu lado, contigo! Acaso no me veías?-

Exasperado de pronto, frustrado por la situación, el aviador le reclamó al principito –NO! NO TE VEÍA! Y por todo este tiempo mire al cielo buscando tu asteroide, buscando tu bandada de pájaros, y tratando de escuchar los cascabeles de tu risa que me prometiste escucharía cuando te fueras… pasé años hablando con las rosas tratando de encontrar en ellas algún chisme de tu paradero… incluso visité el desierto varias veces con la esperanza de encontrarte un día… luego, por años, me pregunté si no habías sido solo un delirio de mi mente deshidratada en aquel miserable desierto… y cuando ya me falta el aire y la vida se me escapa, apareces aquí, como si nada, a reírte de mi y a decirme que quieres que conozca a tu zorro…- y mientras iba diciendo todo, los ojos del aviador se llenaron de lagrimas y su voz se quebraba… en sus ultimas palabras, apenado, alejaba la mirada de los ojos del principito… se avergonzaba de si mismo.

El principito le miraba sin dejar de sonreír. Y cuando el aviador dejó de hablar, se acercó a él mucho más, hasta llegar a su lado. Con su bufanda y sus pequeñas manos secó las lagrimas del anciano aviador mientras le miraba curioso. –Siempre estuve a tu lado. Solo me fui por un momento. Dejaste de verme porque empezaste a ver el mundo como un contador de estrellas o un rey buscando súbditos. Deberías ser mas como mi amigo el farolero. Te he contado de mi amigo el farolero alguna vez?- dijo el niño de cabellos dorados. –Si, me lo contaste una vez– dijo el aviador enternecido ante aquel niño. –Mi amigo el farolero tiene un propósito, y piensa que su propósito es importante, así que lo hace con mucha alegría, y eso lo hace feliz. Creo que es importante ser feliz.- soltó el principito.

-Yo soy muy feliz viéndote una última vez- dijo entonces el aviador. –Una ultima vez? Acaso no quieres que nos veamos mas? – preguntó de pronto angustiado el principito. – Pero mi hora de partir esta llegando niño… me temo que este cuerpo ya no aguanta mucho más… no ves acaso lo viejo y enfermo que estoy?- preguntó el aviador a su visitante de cabellos dorados como el trigo. – No. Si solo ha pasado un momento! No veo que hayas cambiado nada! – dijo el principito sorprendido y mirando al aviador. – Oh niño! Que curioso que no puedas ver cuanto he cambiado… tu, ciertamente estás igual que cuando nos conocimos…- dijo el aviador sonriendo. – No ves mis ojos grises, y mi piel arrugada por el tiempo?- se lamentó el anciano en la cama. – Lo verdaderamente importante es invisible a los ojos, y solo se ve con el corazón… Acaso no lo recuerdas?- preguntó el principito.

El aviador ahora con la mirada un poco perdida y la voz apenas audible mientras un monitor de respiración encendía una luz roja de alarma que anunciaba un paro respiratorio intentaba mirar al principito. Sintió una lagrima bajar por su mejilla mientras sonreía y sus párpados se comenzaban a cerrar pesada y lentamente… - Es que acaso no ves que estos cuerpos son solo una capsula? Cuando lo dejes, podrás venir conmigo a mi asteroide! Te dejaré volar con mi bandada de pájaros, conocerás a mi rosa, y a mi amigo el farolero…-

El aviador entonces recordó las palabras del principito la noche antes de su partida: “… este cuerpo es muy pesado para mi viaje…” y tratando en vano respirar dijo - La rosa… niño… - dijo con un último hilo de voz el aviador mientras varias enfermeras llegaban a su lado con gran cantidad de aparatos y alboroto.

- Sabes? Ahora que estaremos juntos, creo que deberías llamarme por mi nombre…- dijo el niño de rizos dorados. - Ah si?- Preguntó el aviador muy contento cuando el principito le ofreció las riendas de su bandada de pájaros - Y cual es tu nombre? - Preguntó el aviador sonriente, sabiendo que aquel niño nunca contestaba sus preguntas y que había venido a buscarle para presentarle a su amigo el farolero, el zorro y a una rosa… una gran nueva aventura le esperaba.

Jose Calabres

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