Desde hace
varias centurias, nuestro continente a sido cuna de recibimiento de los “otros”.
Y cuando me refiero a “otros” hablo de todos aquellos extranjeros que llegaron por
una u otra circunstancia a nuestros asentamientos incluso antes de que fuésemos
los países que hoy conocemos.
La
historia de estos asentamientos sencillamente es historia. No existen ni buenas
ni malas historias, solo historias, por lo que no pienso caer en la discusión sin
sentido de aquellos que defienden que los conquistadores de una u otra parte
hicieron o no genocidios. Estoy bastante seguro de que tal discusión es
bastante mas que estéril a estas alturas del partido y nada aportan a entender
el flujo de la humanidad sobre las diferentes fronteras del mundo. Sin embargo,
si usted piensa que discutir sobre si Hernán Cortes era o no un psicópata lo
hace a usted una persona superior dentro de la intelectualidad de su grupo de
compañeros igualmente intelectuales, bien por usted. Yo no me pienso sumar a su
discusión.
Hay casos
de países, en los que la historia social ha conllevado a sus ciudadanos a
entender el mundo y su movimiento de una manera particular. La naturaleza
humana, desde sus origines mas glandulares y primitivos, nos hace pensar tal y
como los grandes científicos del oscurantismo, donde las grandes y
privilegiadas mentes estudiosas y entendedoras de la verdad absoluta (y
demostrada) de la época aseguraban, ciegamente y a toda prueba, que la tierra
era plana. Si. Solemos pensar que nuestras situaciones personales o que nuestro
pequeño entorno social es el reflejo inequívoco del resto del mundo y que somos
dueños de la verdad. Recordemos que eran los grandes científicos quienes
aseguraban que el sol circundaba la tierra, que se podían hacer Hummunculus, y
hasta hace apenas unos años, que la homosexualidad era “una enfermedad”. Quiero
decir con esto, que por alguna razón, los humanos pensamos que la verdad es la
que conocemos y que no hay error en nuestros planteamientos. Ese es,
justamente, el más grande error.
Venezuela,
desde la llegada de los españoles en 1492, no ha vivido otra situación distinta
a la de “recibir” extranjeros. Venezuela, cuna de grandísimas riquezas
naturales pero sumamente pobre de espíritu, quizá debido a la delegación por el
conquistador que dejó marcado a fuego en el ADN de nuestro gentilicio eso de
que “lo de afuera siempre es mejor” y destruyó nuestra autoestima, se ha
caracterizado siempre por su carácter pacifista. Venezuela fue durante décadas,
referente UNIVERSAL de democracia y paz durante los últimos casi 100 años.
Cuando los
españoles llegaron a nuestra tierra en sus naves de grandes alas, los nativos
fueron básicamente exterminados. Y los pocos que quedaron, esclavizados. De ahí
que los poderosos españoles, ahora dueños de nuestra tierra, fuesen los “superiores”,
y se comenzara a ver al extranjero como mejor y poderoso. Eso sigue percibiéndose
así hoy día. Basta con ver como se valora mas un producto extranjero que uno
nacional, o como se le da mas importancia a una opinión de un extranjero que a
la de un nacional. Pensamos que un egresado de una universidad extranjera está
mejor preparado que un egresado de nuestras universidades, o que los
profesionales nacionales son mediocres comparados con los de otro país considerado
“primer mundo”. Eso, no son más que cicatrices vivas aun de la conquista.
Supongo
que el efecto natural dentro de los procesos de autodefensa psicológica es que lo
que nos llevó por los caminos esos de tratar de lograr un estatus de
reconocimiento basado en títulos, como en otrora los españoles los tuvieron.
Antes se respetaba al “conde y la condesa”, o al príncipe.
Con la modernidad y
la independencia de la corona, dichos títulos nobiliarios fueron cambiados por
otros más criollos, y entonces se le dio mucho valor a aquello de “el bachiller”,
o el “licenciado”. Aunque el origen de esto sea absolutamente arcaico, su significación
en nuestra sociedad sigue siendo importante. ¡Ojo! No trato de restarle mérito
a quienes tienen títulos. Sólo señalo el fenómeno social. Una misma opinión es
muchísimo más valorada si es dicha por un “doctor o ingeniero” que por alguien
que no lo es. Incluso si la verdad intrínseca es la misma.
No faltó,
como era de esperar, que después de la emancipación como nación, se intentara
construir una suerte de “nueva cara” para los criollos, y entonces nació el
nacionalismo ese que buscaba crear un sentido de pertenencia hacia el nuevo país
libre: VENEZUELA ES EL PAIS MAS RICO DEL MUNDO. VENEZUELA ES EL PAIS MAS BELLO
DEL MUNDO. VENEZUELA TIENE LAS MEJOR COMIDA DEL MUNDO. ETC.
La verdad
es que todos los ciudadanos de cualquier pais del mundo repite que su pais es
el mejor del mundo. Pero Venezuela no solo NO ES el mejor país del mundo, ni
tiene a las mujeres mas bellas, ni es el mas rico ni mucho menos el mejor
preparado, sino que hoy día, ante la crisis MONUMENTAL que vive, demuestra una marcada
mascara caída ante una realidad terrible: Venezuela NUNCA estuvo preparada para
enfrentar a una crisis, puesto que solo vivió de la bonanza económica por una
centuria y no la aprovechó para crecer cultural o económicamente. Venezuela
lleva mas de 100 años dependiendo exclusivamente de algo que saca con tubos de
debajo de la tierra con tecnología y cultura extranjera.
Sucede hoy
entonces un fenómeno INÉDITO para nuestra sociedad, que, acostumbrada a recibir
inmigrantes de todas partes, hoy por primera vez le toca emigrar. Pero no solo
emigra como emigran las personas en condiciones normales, sino que lo hace bajo
condiciones forzadas y de manera masiva.
La gran mayoría
de los que se van del país, lo hacen buscando la manera de ayudar a quienes
quedan atrás. 9 de cada 10 emigrantes venezolanos hoy día, destinan al menos un
30% de sus ingresos a enviar remesas a sus familiares en Venezuela, puesto que
estos últimos, sin esas remesas, están condenados a la hambruna o a la
enfermedad. Hay un porcentaje importante de venezolanos que destinan hasta 90%
de sus ingresos al envío de remesas mientras sus propias situaciones en el
extranjero son poco más que paupérrimas. En una forma, se están martirizando.
Si algo
hemos visto, es que para el venezolano, emigrar no es fácil. Pero no porque sea
difícil salir del país, que lo es y bastante, sino por lo que significa
convertirse en “extranjero”.
Lo que
para otras nacionalidades es algo normal, como emigrar de una sociedad a otra
como los europeos, que viajan entre países de idiomas y culturas diferentes
desde tiempos inmemoriales, para el venezolano es algo que NUNCA había tenido
que hacer, por lo que sencillamente no tiene en su genética social el cromosoma
de la adaptación. Este, se le desarrolla con el tiempo y con muchos tropiezos
en otros países, donde el funcionar social es completamente diferente a lo que
conoce.
Este fenómeno,
es lo que lleva a muchos a caer en depresiones fuertes, pues no es fácil salir
de la zona de confort, de ese entorno conocido donde “eras alguien”, para de
pronto estar en otro sitio donde “no eres nadie” realizando labores que antes
hubieses sido incapaz de siquiera pensar en realizar. Pero somos animales de adaptación,
aunque a unos les cueste mas que a otros adaptarse.
La sociedad
venezolana es ambivalente ciertamente y de moral bastante cuestionable. Solíamos
escuchar historias como “esa señora graduó a sus 4 hijos limpiando casas”, como
una suerte de historia de superación, pero NADIE quería limpiar casas porque
aquello era considerado degradante. Seguramente eso es parte de ese ADN en el
que quisiéramos ser al menos “blancos de orilla” y no “negro, indio o mulato”.
Siempre hemos querido ser como “el conquistador”, y no como el sirviente.
Al contrario
de otras sociedades de primer mundo, seguimos pensando que hay trabajos
degradantes.
No se
considera un trabajo degradante trabajar en funciones de aseo o recolector de
basura, o jardinero en Suecia, en Noruega, Alemania, o incluso EE.UU. Las
sociedades de primer mundo, al parecer entienden que una sociedad necesita de
todos para funcionar y que el medico no es mas que el ingeniero o que el cajero
del supermercado. Este tipo de conceptualización de la sociedad pertenece me
temo, a las mentes de primer mundo, y no a las sociedades “en vías de
desarrollo”.
He
conseguido un ejemplo social excelente y muy actual para cuando escribo estas líneas:
El video del médico venezolano que trabaja en FEDEX.
En ese
video, viralizado via Whatsapp, el muchacho hace referencia a que ha trabajado
limpiando casas, en construcción, y finalmente como repartidor de FEDEX. Lo
curioso del video, no es lo que el joven medico dice, que, por cierto, me
parece muy acertado (vean el video y juzguen según sus propias opiniones), sino
las múltiples reacciones de venezolanos ante el meta mensaje que se brinda. El
joven en cuestión señala, que es medico y tuvo que irse del país por culpa de
un gobierno inepto que le robó las posibilidades de tener una vida digna ejerciendo
su carrera en su propia tierra.
Vi con
preocupación como los comentarios en redes sociales se fueron segmentando de
manera dramática. Vi primero un grupo muy pequeño a quienes llamo los
solidarios, que apoyan al joven y le animan a seguir adelante por el gentilicio
venezolano, y que es un orgullo, y cualquier otra cantidad de comentarios
positivos de apoyo. Este grupo me gusta por su positivismo. Pienso que si no se
tiene nada bueno que decir, o al menos que genere una discusión sensata mejor es
no decir nada. Este grupo al menos es positivo, aunque a veces se mal
interpretan o se sobrevaloran y terminan banalizados. Caso reciente: los “Limpia
pocetas”.
Seguidamente,
están los Trolls (troles). Este grupo es grande. Son los que se dedican a
criticar negativamente todo. Suelen ser personas que vacían sus propias
frustraciones sobre todos aquellos que dicen cualquier cosa para sentirse
superiores de alguna manera, o auto afianzar la idea de que tienen una superioridad
moral o intelectual ante los demás, porque “ellos si saben”, o “ellos si están claros”,
o “ellos si se dan cuenta” o “ellos si sufren” … sus comentarios suelen ser del
tipo “gran verga ser médico. Eso no te define… los títulos no valen nada” …
pero suelen estar muy orgullosos de sus propias fotos con toga y birrete con
comentarios a pie de pagina como “un gran triunfo logrado” u “otra meta
alcanzada”. A veces añaden al “gran verga ser médico…” con algo como “… yo soy
ingeniero con tres master y 6 doctorados y no ando echándomela…”, pero no lo
piensan dos veces para sacarlo cada vez que pueden…
Básicamente,
no reconocen logros que no sean propios y suelen no solo desconocer los ajenos,
sino que además pueden “señalar los caminos morales” que los demás deben
seguir. Lamentablemente, el porcentaje de estos es bien marcado en nuestro país
aun.
No pueden
faltar los resentidos, que suelen ser una suerte de “sub especie” de los
Trolls. Son los que siguen en Venezuela porque o no tienen dinero para irse, o
les da miedo, o no tienen nada con que enfrentarse a la vida en otra parte, y
entonces ODIAN a los que se fueron. Suelen ser lo que criollamente llamamos “un
pobre guevón”. Esta fauna abunda cada día más, y es entendible dada la situación
tan critica que vive el país, en el que el bienestar es cada vez menos.
Esta fauna
generalmente salió de vacaciones a otros países cuando eran jóvenes. Conocieron
Miami o algún país de Europa porque tienen familia allá. Pero desde hace
bastante no salieron más. Los hay quienes NUNCA salieron del país, pero se
saben los cuentos por boca de primos o amigos o vecinos que si viajaban. Los
hay peores. Los que ni salieron ni nada, pero siempre quisieron salir y
entonces se tragan toda la información que encuentran en internet para poder
hablar del extranjero como si hubiesen estado allá…
Hoy en día,
estos son quienes opinan de las realidades de los demás países como si fueran
una suerte de Wikipedia. Suelen hablar con absoluta certeza de como se vive en
tal o cual país para luego cerrar el discurso dándose una luz no solo de sabiduría
ancestral, sino auto martirizándose por seguir en el país y así atribuirse
méritos inmerecidos. Son esos que dicen cosas como “lo que pasa es que cuando
la doctrina Monroe fue implementada en 1985 los inmigrantes tuvieron que hacer
esto y aquello, por lo que el presidente tal deportó a yo no sé cuántos… ese
fue peor… infórmate mejor antes de decir esas cosas …”, dejando entonces
entrever que, por ellos estar aun en el país, de alguna manera, son “mas”. Y “mas”
significa mas patriotas, mas arrechos, mas trabajadores o mas lo que sea, por lo
que suelen acuñar frases como “pero es que desde allá es muy fácil hablar…
arrecho es estar aquí…”.
Son quienes,
si alguien lamenta que en Paris un atentado terrorista dejó 100 muertos, sueles
explotar indignados diciendo que deberían dejar la payasada, porque en Caracas hay
mas de 100 muertos cada fin de semana y nadie dice nada. Se sienten censores
morales.
El video
de este muchacho, ha dejado claro, mas allá del video, que un importante
porcentaje de venezolanos, en Venezuela, y algunos fuera, guardan un gran
resentimiento con no se quien en especifico. Antes, pensé que era contra el
gobierno, pero ahora es contra el gobierno, contra la oposición, contra los que
se fueron, contra los que están todavía, contra el que protesta, contra el que
no protesta, el que vota, ¡el que no vota… contra todos pues!
Existen
los que ahora que se fueron, no son venezolanos, sino que son “mitad
venezolanos y mitad algo más”. Son los que hablan de “los venezolanos” pero en
tercera persona. Como refiriéndose a “otros… yo no”. Suelen adoptar los acentos
de otros países. En 1 mes, ya se les olvidó el venezolano, y hablan con las
palabras del otro país. En 15 dias ya no entienden el “Pana” sino que te dicen “Ché
boludo!”. Son los que además dicen “yo con venezolanos no me trato, porque son
de lo último”, cuando lo triste es que “de lo último” es que prefieran sentirse
de otro país porque se avergüenzan del propio.
El
muchacho del video, no hace alarde de ser médico, lo cual sería perfectamente
válido además. No dice nada con la intención de creerse superior a nadie. Al
contrario. La critica que hace es contra la situación forzada en la que después
de estudiar una carrera universitaria (que además es una de las más difíciles ciertamente)
con todo lo que ello implica, haya tenido que irse de su país a buscar vida en
otro porque las oportunidades en el propio son absolutamente nulas. Pero buena
parte de los comentarios recibidos, son de gente que no pudo entender o ver el
mensaje, y se centraron en básicamente descargar sus propias frustraciones
sobre el video, obviando el verdadero mensaje. No es la primera vez. Algo pasó
igual con una muchacha que cantaba una canción llamada “Me Fui”, que primero
fue viralizada como un himno a quienes se iban, y luego satanizada cuando se
descubrió que era de familia oficialista. Ahí, el mensaje de la canción y toda
la realidad del emigrante, sencillamente fue borrado. Lo mismo pasó con aquello
de “los uniformados con la bandera”, con lo que miles de venezolanos salieron a
despotricar y a decir que eran “unos disfraces que avergonzaban a los demás”. A
esos, que les avergonzaba el disfraz de la bandera venezolana, seguro no les
avergonzaba vestir las franelas de Brasil o del Real Madrid, o peor aun,
franelas y adornos con banderas de EE.UU o de Batman. (Pasteleros!)
La
ambivalencia moral de nuestros ciudadanos quizá es justamente el material
principal que mantiene a nuestro país en la situación en la que está, porque
las respuestas al video de este muchacho no son mas que el reflejo claro de la
actitud de nuestra sociedad. Así como vemos lo que queremos ver en ese video,
vemos y respondemos de igual manera a la realidad social. Los países no son
grandes por sus riquezas naturales, sino por la grandeza de su gente, y la
grandeza de la gente empieza por entender que no somos individuos trabajando
por nuestro bienestar, sino COMUNIDADES trabajando por el bienestar de la SOCIEDAD,
y que el comportamiento de cada uno de nosotros afecta directamente a los demás.
Hasta que eso no se entienda, no se superará nunca la crisis y solo se cambiará
de gobernantes que heredarán una cadena de desgracias cada vez más grande.
Ojalá, nuestros médicos no tuviesen que irse a trabajar en FEDEX. Ojalá entendiéramos
lo triste que es ver esa realidad, en lugar de querer dar clases de moral.